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Un país cada vez más antimapuche: “Ecos” de Álex Saldías

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 15.12.2018
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El Estado por sobre la identidad nacional, la nación por sobre los pueblos. Lo que hoy llamamos nacionalidad en una simple mueca de superficialidad, homologada con el discurso institucional, que ha vuelto simples “ecos” a los pueblos originarios. Esta novela del ganador del Premio Roberto Bolaño 2015 se presenta como un grito sordo, difícil de asimilar, la sombra que es pequeño atisbo de una gran tragedia.

“Así también habían quedado los indios onas después de aquella matanza, como pesadas sombras volcadas sobre el pasto coirón”, es el epígrafe de la novela Ecos de Álex Saldías, quien nos introduce en un territorio del Cabo de Hornos que el mismo Coloane (autor de la cita) conocía perfectamente. Ese extremo sur, como escenario animado por el paisaje, donde lo humano es ínfimo ante la continuidad de ríos y lluvia, es el espacio que escoge la novela para iniciar la narración. Muchas historias se van hilvanando: una pareja de colonos que vive en el extremo sur de Chile en el siglo XIX; jóvenes que toman parte de la pampa y se autodenominan neoselknam, tratando de imitar sus ritos hasta desencadenar la tragedia; un personaje que sale vivo y aparece años más tarde, en un relato que mezcla autoatentados, juegos de vida o muerte, hasta llegar a un presente y futuro en que el grito sordo de los selknam se mezcla con un país cada vez más antimapuche.

La novela transita de norte a sur hasta un hipotético 2020 donde abundan milicos y guerrillas. Es así como el texto plantea la idea cíclica del exterminio indígena en contextos aparentemente distintos. El relato parece agolpar memoria ficcionada, es decir, juega casi a campo completo con el poco material de la historia de los pueblos originarios, con una narración cruda entre chilenos, mapuches y selknam, en generaciones y regiones. Esto sumado a la velocidad de la narración (que sin duda juega a favor), el cambio de zonas, lugar, hábitat y estrato social, pero no saliendo nunca de este país, intentando retratar la cultura negacionista en torno a los llamados “pueblos originarios” (el racismo parece no cambiar a medida que avanzan los años).

El libro detalla la crudeza bajo dos márgenes esenciales. Primero, narra la desmesura en golpes, explotación y tortura llegando casi al morbo explícito, radicalizándose en racismo y fobias. Segundo, narra el estereotipo social que construye el hermetismo de la población frente al tema. El individualismo como inercia ante la violencia explícita que Saldías convierte en sombría, cruel y atrapante. Una violencia que se mantiene intacta a medida que avanza el relato: como odio a lo originario y, en suma, ignorancia hacia lo mapuche.

Desde la segunda parte, llamada Ecos, el texto escoge otro camino, deja la tragedia para fortalecer dos hemisferios: la culpa y la inercia. La primera es producida por las recurrentes maneras de evadir a medida que avanza el relato hacia el caos, convirtiendo la explotación, el sometimiento y la crudeza en un silencio que alimenta la doble vida de los personajes, mientras realizan atentados o ven la muerte. A la vez, organizan y buscan vidas tranquilas: escuchar la lluvia caer, trabajar de camioneros, estudiar antropología o ver el sol detenerse en una estructurada inercia donde continúa el caos.

La novela no hila personajes complejos, sino estratos que conflictúan en una amplia línea temporal, desde el siglo XIX hasta pasado el 2020. Esto, contra los relatos superficiales que hoy representan a pueblos originarios, negando la historia, e idealizando pequeñas figuras en hitos definidos. Dibujando cualquier margen explotado para volverlo simple, vendible e individualizado, para la foto o política ministerial. Ecos opta por la crudeza social que chilenos y chilenas han evitado con respecto a la identidad, en diferentes épocas y clases sociales. El Estado por sobre la identidad nacional, la nación por sobre los pueblos. Lo que hoy llamamos nacionalidad en una simple mueca de superficialidad, homologada con el discurso institucional, que ha vuelto simples “ecos” a los pueblos originarios. Esta novela se presenta como un grito sordo, difícil de asimilar, la sombra que es pequeño atisbo de una gran tragedia.

A pesar de que Saldías narra con muchas repeticiones verbales, nombres e imágenes, la narración del paisaje parece resolverse con el agujero temporal. Crea en ciertas partes una confusión forzosamente descriptiva. Pero la novela atiende materias actuales volviendo la ficción casi un material de época, una crónica larga del Chile de los últimos 100 años. En la primera parte, que parece un cuento, hay una maldición selknam que emerge tras un disparo a un pequeño aprendiz de cazador. Desde ahí, se desencadena una racha de mala suerte para el colono autor del disparo. Es acaso esa maldición la otra razón de la novela. Hablar de los ecos es hablar de este país que parece maldito, donde la sangre sigue manchando la superficie hasta secarse e irse en la lluvia que la hace borrar.

Ecos

Áxel Saldías

La Pollera Ediciones

230 páginas

Precio de referencia: $10.000

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