Al cuento «Día de los enamorados» se le acusó de normalizar la violencia de género inserta en las relaciones patriarcales de pareja. A mí me parece que sí lo hacen canciones como “Ingrata” de Café Tacuba o “Amárrame” de Mon Laferte, y tantísimas otras; me enerva ver cómo se disfrutan sin la más leve incomodidad. A diferencia de “Corazones Rojos” o de este cuento en cuestión, canciones así claramente no están hechas para abofetear e incomodar a la gente, sino para enseñar la violencia absolutamente normalizada, incluso como si fuera algo sexy y agradable. El cuento mencionado más bien se inscribe en la literatura política feminista de denuncia, a la que ya estamos acostumbradas quienes la practicamos.
“De tu amor de niña sacaré ventaja. De tu amor de adulta me reiré. Con tu amor de madre dormiré una siesta. Y a tu amor de esposa le mentiré”, son los versos de la canción Corazones rojos que se escucha cantar al gran Jorge González de Los Prisioneros, desde los ochenta. Yo tenía pocos años y me llegaron tan fuerte como una bofetada. “Y no me digas nada a mí”, porque quien denuncia no es el culpable de lo que osa denunciar con tanta ironía y lucidez.
Recordé esto cuando leí en redes sociales sobre la polémica que suscitó el cuento Día de los enamorados, firmado—tal vez en un juego de doble ironía— por Manuel Mata Mata, y que fuera seleccionado por “Santiago en 100 palabras”. En este texto la lista de cosas para celebrar un catorce de febrero no solo incluye chocolates y vino blanco, sino: “Cuerda y cinta de embalaje. Guantes de goma. Bolsa de plástico grande. Palo. Bencina blanca, encendedor. Quitamanchas”. Se le acusó de normalizar la violencia de género inserta en las relaciones patriarcales de pareja. A mí me parece que sí lo hacen canciones como Ingrata de Café Tacuba o Amárrame de Mon Laferte, y tantísimas otras; me enerva ver cómo se disfrutan sin la más leve incomodidad. A diferencia de Corazones rojos o de este cuento en cuestión, canciones así claramente no están hechas para abofetear e incomodar a la gente, sino para enseñar la violencia absolutamente normalizada, incluso como si fuera algo sexy y agradable. El cuento mencionado más bien se inscribe en la literatura política feminista de denuncia, a la que ya estamos acostumbradas quienes la practicamos.
El amor es una trampa de dominación, principalmente para las mujeres. Por amor nos han enseñado a aguantar tantas cosas, a hacer tantos sacrificios de los que la sociedad toda saca partido y que nadie paga. Los trabajos feministas de la pensadora italiana Silvia Federicci dan cuenta de esta realidad de explotación del trabajo doméstico femenino no remunerado, problema dejado de lado por los feminismos de corte burgués. Intenté sintetizar esta idea a través de este verso del poema “Último Dejavù” de Ruleta Rosa (pronto a ser publicado): “La familia y sus dueñas de nada/ pilar fundamental de esta violencia llamada Chile”, en alusión a las bases constituciones de nuestra sociedad patriarcal.
Paloma Griffero en el poema “Hoy quiero andar con cara de culo”, se revela contra la actitud solícita y sumisa que la sociedad espera de las mujeres en su rol prestablecido de cuidadora del hogar y de las personas que conforman la familia, como si tal actitud fuera parte de nuestra supuesta “naturaleza femenina”, nuestro amor explotable y, de hecho, explotado por la sociedad.
“No soy las mujeres que cogiste entre trementinas como musas mudas/ No quiero veinte poemas de amor”, señala Karimme Gabriela Morales en “Veinte versos contra el amor nerudiano”, haciendo patente la violencia simbólica que encierra el concepto de “amor romántico” recogido en la tradición poética, además de aludir de paso a la violación que con tanta belleza relata Pablo Neruda en un texto autobigráfico, sin que resultara escandaloso sino varias décadas más tarde.
“Hubo noches/ sin dinero/ sin cortes profundos/ caminando por la carretera/ con la boca sangrando (…)”, la poeta Gladys González en su poema “Naturaleza muerta” además de la violencia física, incorpora el elemento de la violencia económica que describe la hablante mujer golpeada y sin dinero, como muchas mujeres que se encuentran en la situación de dependencia económica de sus parejas agresores.
“Caballerosamente le abrirá la puerta/ mientras le corta las piernas”, es un verso del poema “Papel” de Carolina Gómez Maray, que describe la dependencia emocional de la víctima en una relación de pareja respecto del agresor; cada uno en sus roles o papeles dictados por el “amor patriarcal”. “Porque aprendieron/ a anhelar los besos/ de las aves de rapiña/ que les prometieron el cielo/ y las dejaron/ irremediablemente/ quietas”, como remata la joven poeta mexicana Itzel Nayelly Palacios, en su poema “Pajarillo Cobarde”, explicando esa dependencia emocional que existe por parte de la víctima respecto a su agresor, propiciada por la idea del amor romántico, que la cultura se encarga de instaurarnos desde niñas.
Los poemas acá mencionados pueden ser consultados en antologías Descerrajando (
Les dejo invitades a contribuir a descerrajar el amor patriarcal en ambos puertos, con alguna manifestación artística sobre la temática propuesta; música, literatura, performance, instalación visual, todo será bienvenido, el micrófono estará abierto. A descerrajar.