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Opinión

Esperando a los bárbaros

Por: Pablo Padilla Rubio | Publicado: 07.06.2019
Esperando a los bárbaros pacos |
La autoridad está inoculada y contaminada de una enorme sospecha hacia todo lo que se salga de la habitualidad del orden y la obediencia. Sospecha que es más aguda en gobiernos de derecha, pero que en mandatos de otro signo tampoco ha sido muy distinto. ¿Cómo olvidar ese Santiago militarizado en plena Revolución Pingüina, cuando gobernaba por primera vez Michelle Bachelet? La policía militarizada como respuesta al descontento, parece ser el signo de esta transición eterna, no importa quién esté en La Moneda.

Caminar por las calles de Santiago en las horas previas a una marcha o movilización social, es entrar en una zona extraña, donde la supuesta seguridad es apenas un sentimiento blindado, entre uniformes de policia militarizada y vehículos a prueba de balas.

Si la marcha es autorizada, lo habitual es encontrarse con cortes de tránsito. Pero la presencia sobredimensionada de agentes preparados para una guerra, le da al gesto un aire más bien marcial, antes que republicano. Porque si bien, la manifestación pública es un derecho fundamental de la ciudadanía, cuando este se ejerce en un entorno de amenaza y vigilancia, pareciera teñirse de amenaza y riesgo.

Puestas así las cosas, las anchas alamedas podrán estar libres de tránsito, pero están lejos de ser un triunfo de las masas. Más bien parecieran definir por sí mismas un concepto que podemos llamar “democracia de baja intensidad”. Es como decir “vayan y protesten, pero a la primera de cambios, tenemos lumas, gases y guanacos para ordenar la fila”.

Para muchas personas, la presencia misma de agentes listos para un apocalipsis zombie en la previa de una manifestación autorizada, es una provocación, un desafío, casi un llamado al enfrentamiento.

Uno puede, en esa misma línea, preguntarse: ¿A qué le teme la autoridad? ¿A una marcha de profesores? ¿Hablamos de gente violenta? ¿Eventuales bárbaros sedientos de sangre y destrucción?

Prefiero creer que más que miedo, la autoridad está inoculada y contaminada de una enorme sospecha hacia todo lo que se salga de la habitualidad del orden y la obediencia. Sospecha que es más aguda en gobiernos de derecha, pero que en mandatos de otro signo tampoco ha sido muy distinto. ¿Cómo olvidar ese Santiago militarizado en plena Revolución Pingüina, cuando gobernaba por primera vez Michelle Bachelet? La policía militarizada como respuesta al descontento, parece ser el signo de esta transición eterna, no importa quién esté en La Moneda.

Cierro este texto mencionando algo que no puedo dejar en el olvido. Mientras caminaba entre blindados y gente de verde con cascos y escudos, no pude dejar de pensar que esta fuerza policial, estos mandos superiores, son los mismos que toman prudente distancia ante la pirotecnia y la balística habitual de los llamados “narcofunerales”. Claramente, nuestra policía considera que es más peligrosa una marcha de profesores antes que un entierro de la mafia. Y quién sabe, en una de esas tienen razón. Hay ritos que amenazan lo establecido, y hay otros que lo afirman. ¿De qué lado están los que defienden en su lema al orden y a la patria? Pregunta abierta.

Pablo Padilla Rubio