Avisos Legales
Opinión

Historias de clásicos

Por: Javiera Court Arrau | Publicado: 27.08.2019
Historias de clásicos clasico |
Iban unos minutos del partido. Y ahí estaba yo; con la camiseta blanca y su franja azul que cruza el pecho. Viendo el Clásico Universitario. El femenino. Que se jugaba en el estadio Nacional. Un sueño. Estaba en eso hasta que un señor dijo: “se ha visto algo más fome que ver fútbol entre mujeres”. Después de escucharlo un rato no pude evitar preguntarle cuántos partidos de fútbol femenino había visto en su vida: “Es el primero”, respondió sin ninguna vergüenza. Iban doce minutos del encuentro.

Después de años en los que las canchas permitidas eran en el patio del colegio y del barrio, por fin, entrenaba fútbol sólo con mujeres. Jugaba por el Club Palestino. Entrenábamos dos veces por semana, teníamos amistosos de futbolito y de fútbol. Participábamos en el torneos inter-estadios del sector oriente de Santiago.

No recuerdo bien como se dio la posibilidad. Corría el año 2003 y partí a esa reunión. Iba entrando a San Carlos de Apoquindo, con el buzo del colegio y el corazón a mil por hora. Cada paso hasta las oficinas del complejo era imaginarme vistiendo la camiseta blanca con la franja azul que cruza el pecho. En un Clásico Universitario. Por qué no, en el Estadio Nacional.

No sé cuál habrá sido su cargo, pero jamás olvidé su nombre: Rodrigo Castro. Me recibió y escuchó respetuosamente todos mis argumentos –un lujo para la adolescente de 16 años que era en ese entonces-. El Club Deportivo Universidad Católica se ha caracterizado siempre por destacar en múltiples ramas deportivas y se estaba quedando atrás. Varios equipos masculinos de primera tenían ramas femeninas compitiendo en el torneo ANFA.

En febrero de 2004 sonó el teléfono de mi casa. Era Juan Pablo Campusano. Ese año se daría inicio por primera vez a la rama femenina en la Escuela de Fútbol de la UC. En el extinto Santa Rosa de Las Condes. Cumplí el sueño de tantas pichangas de la infancia: Jugar por Católica.

El Clásico Universitario

Hoy sentada en “café Palace” en Valdivia recuerdo con emoción ese día. Mientras escribo estas líneas veo el tercer gol las azules sobre la UC. No es que me guste el resultado, pero lo que está pasando es tanto más importante.

El partido no solo lo están pasando por TV y lo puedo ver estando lejos. Además se está jugando en el Nacional. En el Estadio Nacional. Ahí donde juega la Selección. El mismo recinto en el que Chile gritó campeón en 2015 por primera vez en la historia. También donde La Roja femenina se despidió justo antes de jugar su primer mundial de la categoría este 2019. El mismo en que la U tocó el cielo en la Copa Sudamericana 2011 y el mismo en que la UC rozó la hazaña contra el Sao Paulo en 1993, en la Final de la Copa Libertadores de América. El mismo que, durante años, albergó todos los clásicos universitarios.

El clásico femenino se juega con hinchas de ambos clubes y se juega de preliminar del clásico masculino.

En ambos planteles hay jugadoras que desde hace muchos años han dedicado su vida a esta disciplina, sin esperar nada a cambio. Verlas hoy, haciendo historia, emociona. Lo hacen por todas nosotras.

Terminó 3-2 a favor de la U. Fue un partido entretenido en el que dominó Universidad de Chile gran parte del encuentro. Las cruzadas, con más garra que fútbol, lograron el descuento y el último fue un golazo. Casi lograron el empate a los 88’ con un tiro libre que dio en el travesaño.

Pero nos falta tanto..

Como aún estamos muy lejos de eliminar el machismo y los prejuicios, estos no podían faltar. Llegue al local y pregunté si tenían el cable operador que transmitía el encuentro. Pedí un café mientras sintonizaban la transmisión.

Iban unos minutos del partido. Y ahí estaba yo; con la camiseta blanca y su franja azul que cruza el pecho. Viendo el Clásico Universitario. El femenino. Que se jugaba en el estadio Nacional. Un sueño.

Estaba en eso hasta que un señor dijo: “se ha visto algo más fome que ver fútbol entre mujeres”. Después de escucharlo un rato no pude evitar preguntarle cuántos partidos de fútbol femenino había visto en su vida: “Es el primero”, respondió sin ninguna vergüenza. Iban doce minutos del encuentro.

No es que el señor me haya arruinado por completo el momento. Pero si me hizo caer en cuenta de que todavía falta mucho por hacer. El fútbol femenino ha crecido mucho los últimos años, pero aun está en pañales. No hay que dejar de luchar contra la discriminación ni contra el machismo.

Lo de hoy fue un pequeño triunfo. Un regalo para todas las que de niñas nos imaginamos un clásico universitario jugado por mujeres. Un sueño hecho realidad.

Javiera Court Arrau