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Circo Beat: 25 años del «circo más sexy, más alto y más tonto» de Fito Páez

Por: Cristofer Rodríguez Quiroz | Publicado: 27.11.2019
«Circo Beat», el octavo álbum de Fito Páez –cuyo título “esconde” una alusión política hacia el menemismo–, contiene algunos de los grandes hitos de su discografía. A 25 años de su lanzamiento, hacemos una revisión del disco más introspectivo de la carrera del rosarino y sucesor del exitoso «El amor después del amor», el más vendido en la historia del rock argentino.

1992, Argentina: Fito Páez goza de calma y un inspirado momento emocional, al comenzar una relación con la actriz Cecilia Roth. Este optimismo se convierte en la fuente de inspiración de «El amor después del amor», lanzado en junio y convertido rápidamente en el disco más exitoso de su carrera y el más vendido en la historia del rock argentino. Colaboraciones con Charly Garcia, Luis Alberto Spinetta, Celeste Carballo, Mercedes Sosa, Fabiana Cantilo, Andrés Calamaro, Ketama, entre otros. 11 conciertos en el Teatro Gran Rex y dos consecutivos en el Estadio Veléz Sarsfield, repletos con 84 mil asistentes; gira nacional e internacional por Latinoamérica que lo llevó a La Habana, Cuba; 200 mil discos vendidos en menos de un año y más de 750 mil a la fecha; reedición de sus producciones descatalogadas; actuación en las películas «Sur», «El Viaje» y «De eso no se habla» (de las que también compone sus bandas sonoras). 14 tracks que convirtieron al disco en un azaroso “grandes éxitos” y a Páez en un artista que alcanzaba la cumbre del rock latinoamericano.

Lo recuerda con cierto pudor: “siempre lo pienso como un premio que me dio la gente, ‘mirá a este flaco ahí, dándole con el pianito, haciendo canciones ¿no?, está bien. Mirá todo lo que le pasó y está ahí dándole. Vamos a darle un premio, se lo merece’. Aunque no se puede explicar de esta forma tan bárbara, creo que las tribus funcionan así, en algún momento hay un premio. Por supuesto no me voy a poner en el centro de la escena, pero si reconocer un hecho que por lo menos yo no había visto nunca en ningún lado del mundo: que eran 40 mil personas revolviendo una ramera”. Fito pasa de ser un joven de 30 años, reconocido como una promesa de la tradición del rock argentino, a ser un consagrado ídolo de masas.

“Es una sensación un poco extraña ser objeto de tanto amor”, dijo en entrevista para la TV Argentina en 1995, respecto a la vida en el cenit de popularidad.

Psicodélica star de la mística de los pobres

¿Qué hacer luego de un disco que lo expuso tan mediáticamente? El sucesor de «El amor después del amor» fue grabado en diversos estudios entre Inglaterra y Argentina, uno de los cuales tenía la particularidad de ser ambulante, siendo ensamblado principalmente en el viejo Teatro Labarden de Rosario. El nombre de este estudio fue Circo Beat, nombre también de la que sería la banda de soporte, la Circo Beat Band –Gabriel Carámbula, Gringui Herrera, Guillermo Vadalá, Pomo Lorenzo, Tweety González, Fabiana Cantilo, Claudia Puyó, entre otros– y el que se convertiría en su octavo álbum de estudio.

Para la ocasión, convocó a Phil Manzanera como productor –histórico guitarrista de Roxy Music y productor de Héroes del Silencio y Paralamas do Sucesso– con la misión de hacer un álbum completamente análogo, pero con la corporalidad característica de la música del rosarino. “Es una manera de hacer música que no está muy de moda y creo que está bien que así sea”, afirmaba en una entrevista para MTV en relación a la ausencia de programaciones electrónicas. Un disco producido con la influencia del «muro de sonido» de Phil Spector, lleno de timbres de bronces, cuerdas, pianos, percusiones, guitarras eléctricas y la colaboración de la Orquesta Filarmónica de Londres, que mantenía el equilibrio compositivo del universo de Páez: ese que bebía del vértigo rockero de Charly García y la poética melódica del Flaco Spinetta.

El single escogido para presentar el disco fue ‘Mariposa tecknicolor’, hoy uno de los principales hits en la historia de Páez y, probablemente, su canción más exitosa en suelo chileno, alcanzando el primer puesto del ranking radial en abril de 1995, superando a ´Tu cariño se me va´ de Los Tres. Una canción que sintetizaba el espíritu sonoro del álbum, con armonías en apariencia sencillas y melodías de fácil memorización, rico en texturas y timbres, ecualización de agudos altos, protagonismo de la corpulenta base rítmica bajo/batería, versos enérgicos y un estribillo inolvidable. Todos los elementos de un himno triunfante, pero con una letra nostálgica sobre los años de infancia.

La canción se presentaba como una típica canción circense, con alta gama cromática en la paleta de sonidos, lo que conversaba de manera tensa con una portada en sepia y melancólica, que mostraba un bombo con tipografía psicodélica, cortinas rococó, un par de primates, un par de payasos y dos Fito Páez: uno a un costado como un triste payaso neogótico y otro recostado en el suelo sobre nubes. Single y portada, las dos cartas de presentación, hablaban de un álbum introspectivo y contradictorio. 

Cerca, Rosario siempre estuvo cerca

“Todo lo que pasó alrededor mío ahora fue muy explosivo para afuera. Toda mi cotidianidad cambió, o sea que no puedo ir al bar de la esquina a tomarme una cerveza tranquilo, ni puedo salir a caminar por ahí, ni puedo andar por la noche como anduve toda mi vida”. Luego de tanta transformación mediática Fito quiso –o más bien necesitó– volver a la normalidad y sencillez de su barrio. Ese es el espíritu que inspiró «Circo Beat», el refugio que significa el hogar, los recuerdos y la familia como concepto central. En muchos pasajes de las letras es posible apreciar una añoranza nostálgica por lo cercano y por su propia biografía. “Lo que tuve que hacer fue un viaje para adentro”, señaló. Ya ‘Mariposa tecknicolor’, comienza con una lectura enternecedora de su recorrido: Todas las mañanas que viví / Todas las calles donde me escondí”. Pero hay más canciones con versos que aluden a esa mirada en retrospectiva. ‘Tema de Piluso’ con “Rosario siempre estuvo cerca”, ‘Normal 1’ que es el nombre de la escuela a la que asistió en su infancia o el elocuente título de ‘Lo que el viento nunca se llevó’. El propósito del disco era, en sus palabras, “ver como llegué hasta aquí, ver cómo era el chico que metió 100 mil personas en Vélez y ver cómo era el chico que jugaba a la pelota en la plaza a la vuelta de mi casa” o como afirmó la Revista TVyNovelas para su lanzamiento en noviembre de 1994, presentar “todos sus rollos, sus fantasmas, sus películas… su pasado”.

Sin embargo, más allá de los recuerdos idealizados de su infancia y juventud, hay una suerte de mirada crítica y de desahogo en relación a su nuevo estatus de mega estrella del rock y el contexto histórico del menemismo. En ‘Soy un hippie’ desnuda su intención de preferir “andar borracho en un subte” mientras “lleva todo el día escapando de los fans” –con cierto grado de ironía y reminiscencia a la beatlemanía– o en ‘Dejarlas partir’ que “después del amor nunca nada es igual”, en referencia al título de su disco super ventas de 1992. Un hastío que, si bien ya había demostrado en ‘Ciudad de pobres corazones’ –que compuso en ocasión de asesinato de su tía y su abuela en 1986, “sus dos madres” como las llamaba–, esta vez respondía a su propia condición y a un lugar en que ya no deseaba estar. En relación a la administración de Carlos Menem, «Circo Beat» se lee a sí mismo como una lectura que pone en valor la tradición y el criollismo del circo versus el afán modernizador y frívolo de la Argentina neoliberal de los 90. “Sí, ahora está diciendo que él es el dueño, del circo. No entiende nada, claro. Yo he cruzado palabras muy fuertes con él, por actos de violencia contra amigos míos o por no hacer lo posible por evitar o aclarar los atentados contra la comunidad judía. Es otra de las peculiaridades argentinas: que las tapas de los periódicos reflejen lo que dice un cantante respecto a la política significa que todo está un poco desquiciado”, dijo en 1995 a el diario El País de España sobre el presidente que, como hiciera Reagan con Bruce Springsteen en los 80, durante sus primeras campañas electorales terminaba sus discursos citando al rosarino: “como dijo Fito Páez, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Pienso en ti, Strawberry fields

Buscar refugio en el hogar significaba para Páez, además de recordar a su familia y a sus héroes musicales, tributar también a otros nombres que inspiraron su vocación artística, desde Frida Kahlo –antes de su conversión en merchandising para las generaciones post 2000– al humorista Alberto Olmedo –el “Capitán Piluso”–, poniendo un énfasis especial en el cine de Pedro Almodovar, Stanley Kubrick, Walt Disney, Woody Allen, Pier Paolo Pasolini, la actriz Gena Rowlans, la película «Lo que el viento se llevó» y varias referencias a sus idas a los cines rosarinos. Imaginario visual que dialogaba con las referencias musicales, como la omnipresencia de Lennon en ‘She’s mine’ y ‘Circo beat’, de Spinetta en ‘Mariposa tecknicolor’ y ‘Lo que el viento nunca se llevó’, de Los Beatles de ‘Penny Lane’ en ‘Normal 1’, la síntesis de The Byrds y The Zombies en ‘Tema de Piluso’ y, por supuesto, del tango en ‘Las tardes del sol, las noches del agua’ y ‘Nadie detiene al amor en un lugar’. En lo enunciativo, The Beatles también están presentes, como en la letra de ‘She’s mine’ y ‘Normal 1’, los Rolling Stones en ‘Lo que el viento nunca se llevó’ y Chico Buarque en ‘Dejarlas partir’. Incluso en los agradecimientos del disco se puede leer a una mezcla de amigos, familiares, colaboradores y un desfile de nombres que va desde Elvis Costello a Mick Jagger, desde Invisible a La Máquina de Hacer Pájaros.

El éxito de «El amor después del amor» y su matrimonio con Cecilia Roth lo llevó a conocer un nuevo mundo de referentes culturales, que ampliaron su universo y apetito filosófico y artístico. Uno de los amigos que conocerá en aquellos años fue el sociólogo Horacio González, responsable de que Fito cambiara las lecturas de Charles Bukowski por las de Thomas Mann. Es este mundo lírico y visual el que presenta en los videos clips que sirvieron de promoción, sobre todo ‘Circo beat’ y ‘She’s mine’, donde Páez hace uso de su desplante performático y teatral, vistiendo de maestro de ceremonias circense, payaso arlequín, monstruos surrealistas y mujer artista de circo.

¿Cómo es que un disco en que su compositor confiesa su intención de retratar su vida sencilla y con carencias materiales antes de la fama termina transformándose en un álbum lleno de referencias psicodélicas, oníricas e imaginativas de la cultura pop en que conviven todos estos personajes a la vez? Páez también tuvo respuesta para aquello. La intención de «Circo Beat» era “darle un espacio virtual a mi barrio Rosario, a mi casa, a mi familia, a los bares, a la música que yo escuchaba de chico. Toda esa fantasmagoría y todo ese mundo lisérgico que a la vez convivía dentro de una austeridad muy grande”. Para Fito, Rosario era un mundo contradictorio. Si para un lado observaba una modesta escuela primaria, al otro veía la portada de «Sgt. Pepper»; si en la mañana escuchaba tango en la vieja radio del living, en la tarde miraba alguna película de Kubrick; si un día pelaba papas en la cocina de su casa, al otro escuchaba «Clics Modernos». Sencillez y sofisticación.

«Circo Beat» se transformó en un ejercicio sonoro, textual y visual que emula un concepto similar a la portada de «Sgt. Pepper» a través del universo pop que describió, donde mundo referencial y experiencias de vida se diluyen. Un disco tan imaginativo como real y vivencial, que sirve como una parada en medio de un vertiginoso camino. Un disco reflexivo, enérgico y activo en su forma de enfrentar la vida, el medio y su propio contexto. Un “circo como caja ilusoria a través del tiempo”, afirmó.

“Todo el mundo juega aquí, en el Circo Beat”.

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