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Opinión

Protestando con humor: apropiación popular de los personajes del cómic

Por: Jorge Montealegre | Publicado: 01.12.2019
Protestando con humor: apropiación popular de los personajes del cómic Captura de pantalla 2019-12-01 a las 1.29.58 |
“Anda con los monos” se dice de alguien que está enojado, de mal genio. Me gusta la expresión, pero aplicada en un sentido contrario; es decir, como una muestra de humor de quienes copian un “mono” conocido y lo llevan en una pancarta, un cartel o una hoja (virtual o física) diciendo algo que representa el ánimo del portador. En días de manifestaciones masivas es habitual la pancarta hechiza, dibujada por la misma persona que la lleva o pega en la pared o la cuelga en las redes virtuales con un personaje reconocible, popular y admirado. Hágalo usted misma. Dígalo usted mismo, pero con la ayuda de Mafalda que grita “¡Basta!”.

Como la querida Mafalda de Quino hay otros personajes del cómic que son apropiados por manifestantes en el espacio público, incluso en versiones corpóreas y carnavalescas, lejos de su publicación de origen y sin consulta a sus autores. Hay más cariño y admiración en esa apropiación que alguna intención de perjuicio hacia el personaje o sus autores. A los personajes, como si fuéramos ventrílocuos, les atribuimos discursos y sentimientos. Son significantes de gran reconocimiento popular a quienes se les asigna un significado mediante un parlamento, un pensamiento o una intervención en su forma. Discursos paródicos que no necesariamente son compartidos por sus autores.

Un caso común es la utilización de Condorito, el más popular de los personajes chilenos, firmado por Pepo y –ya en la industria cultural– realizado por decenas de dibujantes firmados con la marca Pepo. Por definición editorial, Condorito no explicita discursos políticos. Sin embargo, muchos de quienes reconocen su popularidad, por irreverencia o admiración, lo dibujan protagonizando versiones que nunca publicarían sus dueños y editores. Pienso en las imágenes de Condorito y Coné heridos en los ojos por los balines disparados por los Carabineros, representados por Pepe Cortisona, el insoportable archienemigo de Condorito, que exige una explicación y claramente llevaba un cartel que dice “¡Fuera el roto Piñera!”. El escenario es la Plaza Italia, resignificada también como la “Plaza de la Dignidad”. Es decir, con formato de portada de la revista el mundo de Condorito es reconocible, aunque la referencia es un mundo que Condorito (“apolítico”) no visita. En esta línea está la imagen de Papelucho –el niñito inocente de Marcela Paz- con su ojo parchado en una ilustración de Fabián Rivas. “Papelucho baleado, con un parche, su ojo dañado, cercenado, tapado con un parche, quedará para la historia”, escribió Alberto Fuguet comentando el dibujo en La Tercera. 

Defensor de los derechos de autor, veo que en estas “expropiaciones” los personajes se copian, se adaptan, se parodian, con más legitimidad que legalidad. Y no siempre con calidad profesional, en soportes improvisados. Utilizados sin fines de lucro, fuera de la industria cultural, en cierto sentido hay algo de homenaje en el reconocimiento de la popularidad de estas criaturas. A pesar de la molestia que a veces genera en los dueños o autores, sería injusto ver en este tipo de “apropiaciones” intenciones dolosas o de fraude; tampoco de plagios, porque en general en la adaptación hay anonimato o la intervención implica una obra nueva que usa un personaje icónico de autor reconocido.

En la gráfica de las calles y las redes hay guiños culturales que asocian la actualidad con otros momentos históricos; son evidentes las reminiscencias de Allende y de Pinochet, con valoraciones diferentes; y sucede al recurrir a íconos de la Unidad Popular (Víctor Jara, gráfica del taller de los Larrea+Albornoz; y el Enano Maldito);  y de la dictadura (Los Prisioneros y Margarita). En algunos casos el recuerdo se puede leer como un homenaje, un tributo, a los personajes o a quienes realizaron las obras. Las viñetas editoriales como la “Margarita”, de Gustavo Donoso, y el “Enano Maldito”, de Jorge Mateluna, tienen el halo del medio popular en que nacieron; Fortín Mapocho y Puro Chile, respectivamente: el medio es el mensaje. Los personajes íconos de esas publicaciones son adoptados gracias al vínculo cómplice establecido con sus lectores en momentos memorables; entonces se copia el modelo y son llevados a las manifestaciones en pancartas y carteles dibujados espontáneamente por el mismo manifestante que le asigna un chiste o una consigna actual, sintiéndose “identificado” con el personaje que lleva su mensaje reforzando, a la vez, un imaginario colectivo.

En la historia de nuestro humor gráfico hay personajes que se han instalado en la tradición y se podría decir que tienen múltiples autores. Verdejo, por ejemplo, su autor no era dibujante sino el poeta popular Héctor Meléndez, pero se consolida como el personaje más popular entre aquellos que simbolizan al “roto chileno” con una representación gráfica convencional adoptada por la mayoría de los dibujantes chilenos, de diversos estilos, diferentes líneas políticas y distintos medios, especialmente en las publicaciones satíricas desde Topaze en adelante y en la prensa política. Se atribuye su autoría a Jorge Délano (Coke), sin embargo hay versiones dibujadas por Fantasio, Huelén, Pekén, Pepo, Lugoze, Nakor, Melitón Herrera, Eduardo de la Barra, Palomo, Hervi, Nelson Soto, Percy, Lukas, Jimmy Scott, Nato, Jorge Lillo, en fin: casi todos los dibujantes, puestos ante la tarea de representar al “Pueblo” en un chiste gráfico, han dibujado a Verdejo. El último que podría citar es un mural en la vía pública, en el centro de Santiago. (Me envía una foto Maximiliano Salinas, uno de los autores de El Chile de Juan Verdejo: “Mira este mural en la primera cuadra de calle Cienfuegos casi al llegar a la Alameda: ¡¡Juan Verdejo… a favor de la nueva Constitución!!”). No obstante haya autorías de cada dibujo en su origen y su reproducción, el personaje popular es casi parte del folklore y ha sido apropiado –reconociendo su valor simbólico- sin una mala conciencia de estar copiando una obra ajena. Por el contrario, reproduce un elemento de identidad colectiva.

Jorge Montealegre