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Claudio Quintana y las artes marciales mixtas: el ascenso de la pelea y el peleador

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 15.02.2020
Claudio Quintana y las artes marciales mixtas: el ascenso de la pelea y el peleador | Fotógrafo: Francisco Pacheco, @akumaphotoart
Las artes marciales mixtas viven un momento de auge sin precedentes para el deporte mundial. Al mismo tiempo en Chile la disciplina crece, pero a otro ritmo. El circuito de MMA (por su nombre en inglés) local sigue rasguñando las pellejerías del amateurismo, pero cada día celebra escalones que lo acercan al profesionalismo. Claudio Quintana, cinturón negro en jiujitsu y kickboxing,hoy se alza como uno de los máximos referentes nacionales. Después de años de sacrificio y precariedad, es uno de los pocos que alcanza a poner-con esperanza y realismo- sus ojos en las principales vitrinas del mundo.

Claudio “Spider” Quintana se desplaza inquieto, de un lado para otro, mentón arriba y mirada clavada en su rival. Su cuerpo parece no tener espacio para algo que no sea fibra y adrenalina. Se ve tenso, rígido, en guardia. Mientras se pasea como un animal en cautiverio el animador grita su nombre como lo hacen en las películas. Claudio muestra los dientes, pero de dientes, nada. Lo que en realidad muestra es el bucal, uno especial para la ocasión. Está bañado en negro y tiene dibujada la bandera de Chile en homenaje a su pueblo. El público no está de su lado y afuera de la jaula en la que está encerrado se lo hacen sentir. Es 31 de enero de 2020 y la pelea -una de las más importante de su vida- aún no comienza, pero ya parece tener sangre en los ojos.

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Quintana dice que el punto de inflexión lo marcó un viaje a Brasil, cuando hace poco calificaba oficialmente como adulto. Volvía de sus dos primeras peleas internacionales en Perú dispuesto a retomar sus estudios de técnico deportivo en Temuco, la ciudad en la que nació, creció y maduró. Pero un llamado desde el gigante sudamericano lo hizo abortar el camino que había trazado. Consiguió la plata prestada con Humberto, su maestro, para pagar los pasajes y se largó. Le ofrecieron una pelea a lo grande, como nunca en su vida le había tocado protagonizar. El escenario consistía en un octágono imponente, con cientos de personas en las tribunas, un ambiente hostil, caldeado por la adrenalina de las patadas y una transmisión televisiva que hacía llegar cada derechazo a más de 70 países.

Perdió por sumisión luego de que le hicieran una palanca de brazos.“En ese viaje me di cuenta de que eso era lo que quería hacer de mi vida”. Se quedó en Brasil más de un mes perfeccionando su técnica en jiujitsu y cuando aterrizó en Chile tomó las cartas para convertir su pasión en su trabajo. Hoy, a siete años de esa definición, Quintana es cinturón negro de brazilianjiujitsu y de kickboxing y vive de eso. Le cuesta, pero lo logra.

El historial de peleas de Quintana marca ocho victorias y cuatro derrotas, una proyección que no le acomoda. La inmadurez, los impulsos y la precariedad de un deporte que hace algunos años no contaba ni con mínimos granos de profesionalismo lo llevaron a tomar decisiones que probablemente hoy no tomaría.

Su inmersión en el mundo de las peleas contó con una cuota de fortuna, o al menos así lo recuerda Humberto Fuentes, su maestro desde que pisó por primera vez un cuadrilátero: “Hice un llamado de jóvenes con ciertas aptitudes y conocimientos de artes marciales para comenzar a entrenarlos en MMA y él se presentó con un amigo. Yo pedía cierta cantidad de flexiones, sentadillas, rechazo con pies juntos, abertura 180 grados, etcétera. Claudio no quedó en esa instancia. Era un pajarito de 17 años, flaco como un palo. Felipe, su amigo -que sí había quedado-, se acerca y habla conmigo: ‘Maestro, yo voy a estudiar otra carrera y me gustaría cederle mi cupo a Claudio’. Y así empezó entrenando, sin haberse ganado ni uno”. En ese momento comenzó, además de su carrera, una de las relaciones afectivas más robustas de su vida.Pero el camino de Quintana estuvo lleno de tropiezos, sobre todo en sus orígenes: “Yo aceptaba cualquier pelea. Comencé ensayo y error. Por eso mi récord no marca mi máximo potencial. Mi camino ha tenido errores, pero gracias a esos errores hoy tengo una madurez diferente para afrontar lo que se pueda venir. No había mucho conocimiento del mercado. Acá en Chile está en pañales, pero hoy el MMA es el deporte con mayor crecimiento mundial. Había poco apoyo, ninguna marca, ningún empresario, las ayudas que llegaban eran de gente conocida, amigos o familia. Hubo peleas que no tuve que haber aceptado en ciertos momentos de la carrera, pero si no fuese por ellas hoy no estaría acá. Pude haber sido más cauteloso, menos visceral, pero tenía tanta hambre de competir”.

Fotógrafo: Stefano Iovi, @notstudio_

El crecimiento de las peleas

Tratando de resolver la pregunta de qué arte marcial era más efectiva, o cuál se imponía por sobre otra, nace en 1993 la Ultimate Fighting Championship (UFC), institución que decide hacerse cargo de institucionalizar las artes marciales mixtas. Permite patadas, puñetazos, rodillazos, codazos, llaves, tacles, estrangulaciones y más. A pesar de que no lo parezca, tiene reglas, varias. Cabecear, morder, escupir, tirar el pelo, picar los ojos forman parte de un largo listado de faltas. Ese primer año, en un torneo de 16 hombres de distintas disciplinas a lo largo del mundo, se coronó campeón Royce Gracie defendiendo su estilo, el jiujitsubrasileño. De ahí el ascenso no paró.

Luego de varios años con dificultades económicas, legales y operacionales, los dueños de UFC deciden vender la compañía, en 2001, a Zuffa LLC por una suma de $2 millones de dólares. El deporte se profesionalizó, se normó y continuó su expansión. En 2016 la UFC vuelve a cambiar de dueños,esta vez pasando a manos de WME|IMG, quienes pagaron por ella una suma de $4.000 millones de dólares, oficializando de esta forma un ascenso económico y una transacción sin precedentes.

El 18 de marzo del 2019 se crea la alianza entre UFC y ESPN. ESPN acordó pagar un fijo por los eventos (antes 50% 50% con el proveedor), garantizando$800 millones de dólares anuales. Este contrato se extiende hasta el 2025.A casi cuatro años de la transacción, hoy la UFC está avaluada en cerca de $7.000 millones de dólares.

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El viernes 31 de enero Quintana enfrentó su pelea más grande a nivel nacional en el torneo MasterFightersChampionship (MFC), el campeonato con más historia del país. Por primera vez en Chile el Canal del Fútbol se hacía cargo de la transmisión de un combate de esta naturaleza para mostrarle a él y a todo el país que el deporte al que se dedica hace más de una década estaba comenzando a adquirir ribetes profesionales.

Cuando el referee los separa el “Spider” pareciera querer comerse a Luis Cortéz (33), su rival en la pelea estelar de la noche. Los primeros intercambios parecen tibios, pero nadie que reciba las patadas bajas que se propinan podría decirlo con esa liviandad. Son golpes metálicos, técnicos, estrictamente trabajados. Se estudian, se miran mientras uno que otro derechazo alcanza a impactar al oponente. Eso, hasta que poco más de un minuto después de empezada la pelea, Quintana amaga un derechazo, se agacha, conecta una patada en la cabeza, lo acorrala contra la reja, un codazo en la cara, un par de puñetazos que impactan al aire y, para terminar la coreografía, logra un tacle que deja a Cortéz en el suelo moviendo los pies como lo haría un pez fuera del agua si tuviese extremidades. Todo en menos de cinco segundos.

El rigor amateur

Para ser peleador de MMA hay que deberse al rigor. Quintana, para las peleas, entrena durante meses dos o tres veces al día, de lunes a sábado, las diferentes disciplinas en las que se desenvuelve. Además, hace clases de Striking (todo lo que engloba el combate con los pies en MMA) y tiene algunos sponsors que lo ayudan a sobrellevar las asperezas económicas. De las marcas consigue insumos como implementos deportivos de artes marciales, suplementos nutricionales y algunos alimentos. En paralelo, cuida su figura con una seriedad religiosa, sobre todo previo a una pelea. Cada kilo ganado o perdido puede ser una sentencia para pelear.

Fue ese nivel de disciplina el que lo llevó a ganar la que -dice- fue la pelea que más recuerda. Frente a él, para ese combate de OneFightNight de comienzos de 2019, se paraba el peruano Luis Palomino por el título de las 155 libras (70,3kg). Su rival tenía etiqueta de leyenda. Con 38 años y 42 peleas en el pecho -26 de ellas victorias-, arrastraba un currículum rebosante en logros. Se había consagrado cuatro veces campeón mundial de MMA en Estados Unidos, país en el que había desarrollado prácticamente toda su carrera. Palomino había peleado con los mejores del mundo, con la élite, las grandes ligas, y en los tres rounds Quintana lo hizo ver mal.

Esa noche, en medio de la parafernalia nocturna, el brazo que levantaron para anunciar al vencedor fue el de Claudio, quien acto seguido se arrodilló frente a su rival como agradeciéndole la oportunidad para luego abrazarlo con admiración. Sintió que años de meticuloso entrenamiento veían réditos. Se sintió grande. Esa grandeza Humberto, su maestro, la visualizó mucho antes: “Yo me di cuenta de que Claudio tenía dedos para el piano cuando descubrí que hacía cosas que los otros no hacían. Cuando todos iban para la derecha, Claudio hacía un giro en el aire y saltaba para otro lado. Pateaba en el aire cuando otros no lo hacían. Consideré que esas eran sus aptitudes y que había que empezar a explotarlas de a poco. Era un diamante en bruto”.

“Cuando salió de cuarto medio y me dijo que se quería dedicar a esto, yo solo pensé en que quería ver a mi cabro feliz. Su felicidad era el deporte, todo bien, pero le dije que tenía que ser el mejor, que no lo tomara como un pasatiempo, que lo hiciera bien. Cuando creció viví frustraciones en que las cosas no iban bien, pero él persistió. Y como mamá sentí pena. Uno ve todo el trabajo que ha hecho su equipo para darle sus oportunidades, ve también cómo se pierden otras por temas económicos y es una pena. Se ponen las lucas en otras partes y no hay oportunidades ni visión respecto a esto. Uno sufre con ellos”, recuerda hoy su madre.

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Los alaridos del público que presencia el combate estelar de la MFC la noche del viernes 31 de a poco bajan su intensidad. Cortéz, que juega de local, tiene a Quintana encima sin dejarlo hacer movimiento alguno. El temuquense decide soltarlo y pegarle dos poderosas patadas mientras su rival continua en el suelo. La pelea sigue su curso y el “Spider” se ve tranquilo, ordenado.

“Mientras peleo estoy consciente de todo lo que pasa dentro de la jaula. Pensai si golpeaste fuerte, qué tan rápido se está moviendo, escucho a mis entrenadores. Cuando llegamos al suelo y encajé la llave supe que iba a ganar.”

Y así fue. A treinta segundos de comenzado el segundo round,Cortéz intenta un tacle que lleva a Quintana a golpearse contra el borde de la jaula. Se mantienen abrazados 20 segundos, como juntando fuerzas al mismo tiempo que la gastan, impulsando rodillazos mientras intentan cambiar de dominado a dominante.  Eso, hasta que a Quintana le resulta. Con su brazo derecho sobre el hombro izquierdo del rival, y su brazo izquierdo bajo la axila derecha, lo aprieta y logra derribarlo en una maniobra que hace ver sencilla. Después Claudio Quintana no lo suelta. Revolcándose en el suelo los esfuerzos de Cortéz por liberarse de la llave son infructuosos. Lo hacen perder energía que ya no tiene. A los 45 segundos de haberse convertido en un prisionero de los brazos y piernas de Quintana, Cortéz tapea y se rinde.

Fotógrafo: Francisco Pacheco, @akumaphotoart

Humberto, el maestro con quien Claudio tiene una relación de padre e hijo, la pelea la vio desde un hospital, en diferido, por internet y con pésima señal: “Claudio podría haber finalizado mucho más temprano esa pelea. La hizo durar un poco para transpirar, para que valga la pena ir a las duchas”, dice sin escuchársele por el teléfono un tono arrogante. “Todos los triunfos para nosotros son mucho más que importantes. No es un escalón. Nosotros tenemos que comprar la madera, tomar las medidas, hacer el piso, hacer el peldaño, pisar el peldaño y subirlo”.

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La gloria de las artes marciales mixtas existe y, hoy más que nunca, para Claudio es alcanzable. Pero para Quintana el horizonte nunca estuvo en Chile. No estuvo en las precarias peleas que tuvo que enfrentar en Cochabamba, Bolivia, cuando recién partía y los combates estaban organizados para que los ganara el local. Tampoco estuvoen Valdivia, cuando todavía principiante llegó aleonado y bajó a su rival en veinte segundos. No estuvo en esas extensas jornadas de trabajo de garzón o en la botillería, que lo obligaron a dormir pocas horas antes de levantarse temprano a entrenar. Nunca la gloria estuvo en el camino, pero esa mentalidad está cambiando.

“El sueño es llegar al UFC, en Estados Unidos, pero ahora estoy en un proceso de análisis personal. Quizás no es tan bueno enfocarse en el final sin disfrutar el proceso. Me estaba perdiendo un poco eso, estaba medio mal enfocado, así que estoy abriendo mi mente y abriéndome a posibilidades de más ofertas de otros lados”, dice.

Humberto, alineado con la visión de Claudio, confía en que una ventana se abrirá: “Tengo la sensación de que algún momento va a llegar la persona indicada y se lo va a llevar. O le va a ofrecer algo de afuera, que quizás ni siquiera pasa por UFC. Hay otras muy buenas vitrinas. Hay que tener paciencia. Cuesta mantener esa templanza de seguir entrenado todos los días, tratando de hacer los cortes de peso, buscar el rival, tener esa hambre que a veces dan ganas de no tenerla. Lo entiendo perfectamente. Quizá por eso sigo detrás de él, para seguir alentándolo, aunque a veces nos aburrimos, porque da lata no ver esas grandes oportunidades que tienen otros. Pero no importa, no me baso en la envidia, me baso en el esfuerzo. La perseverancia, tarde o temprano, vence a la inteligencia. Tengo la confianza de que eso es así”.

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