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Clío y Polilla, las primeras bajas caninas del estallido por el uso de lacrimógenas

Por: Diego Alonso Bravo C. | Publicado: 27.02.2020
Clío y Polilla, las primeras bajas caninas del estallido por el uso de lacrimógenas |
El cruce de tres exámenes mostraron que la ingesta de pasto con residuos del elemento disuasivo de las Fuerzas Especiales le provocaron la muerte a dos perras vecinas de San Borja. Los hechos motivaron la presentación de una querella, declarada admisible ante el Juzgado de Garantía de Santiago, en contra de Carabineros por maltrato animal. Esta es la agónica crónica de los últimos días de las mejores amigas de Marisol.

Cuando el estallido social comenzó, una de las principales preocupaciones que tuvo Marisol Canto fueron Clío y Polilla. Hoy, cuando las recuerda, su voz se quiebra y se llena de una rabia por lo que, asegura, les hicieron.

A ambas las conoció en un centro de rescate animal. Tenían pocos meses de vida: Clío, de raza daschund (o “salchicha”, en coloquial), no era más grande que una zapatilla de adulto; Polilla, por su parte, que era una mezcla de labradora, tenía más porte. La diferencia del tamaño no influyó en el desarrollo de esa amistad, o que, tras 13 años juntas, fueran consideradas ambas como de una misma familia.

Viviendo en las torres del Parque San Borja, la rutina diaria era salir al mismo parque a correr, a perseguir palomas o el juguete que tuviera a Marisol; olfatear otros perros, refregarse en el pasto. Pero desde el 18 de octubre, las salidas se restringieron. El problema era el mismo que tenían todos quienes residen allí y en los alrededor de la llamada “Zona cero”: el aire, o más en concreto, el efecto en el aire que tenía el uso excesivo de gas lacrimógeno.

“Ellas en el parque comían pasto de forma habitual, como lo hacen todos los perros en todos los parques, pero con lo que pasaba en las calles les restringimos el consumo, se los redujimos”, cuenta Marisol. Sobre Clío, la salchicha, detalla: “Estaba súper cuidada (en relación a lo que pasaba en las calles), las tratábamos a las dos con muchas precauciones. Entonces pensé que quizás lo que les empezó a pasar tenía que ver con las lacrimógenas mismas”.

La madrugada del 10 de noviembre, Marisol y su pareja llevaron a Clío a la urgencia de la Veterinaria Macul, donde trabaja el médico de cabecera de ambas mascotas. Pudieron verla con un vómito atípico, una diarrea incontrolable y una hiporexia nunca antes vista (falta de apetito). El reporte del caso detalla: “Realizando preguntas sobre la historia de la paciente se logra obtener información relevante. El domicilio de los propietarios se encuentra ubicado en la comuna de Santiago centro, donde para ese momento se encontraban los disturbios y manifestaciones en dicha ciudad, es decir, se encontraban viviendo en un lugar muy cercano donde ocurrían los hechos que gatillaban el uso de gases lacrimógenos”. Además, cuando los mismos veterinarios palpaban el área abdominal de Clío, esta respondía con “cierta molestia”. El diagnóstico fue pancreatitis.

La tarde de ese día de noviembre, la diarrea se complicó. Clío seguía son consumir alimento, lo que se tradujo en una esofágica  por la que se le administró leche para perros. A la mañana siguiente, la del 11 de noviembre, los veterinarios notaron un mejor ánimo, pero Clío seguía sin comer de forma voluntaria. Eso, y los incesantes problemas digestivos. Durante la tarde, su situación empeoró.

La mañana del 12 de noviembre, y de acuerdo al informe, Clío “se encuentra muy decaída y adolorida”, además de fecas con “tejido sugerente de mucosa gastrointestinal”. Los mismos exámenes mostraban que, para entonces, su estómago estaba vacío.

Para el día siguiente, el ánimo de Clío no mejoraba. Tampoco su alimentación. La solución fue glucosa endovenosa, según el mismo informe. Pero esa noche, a eso de las 2:00 AM, Clío falleció “debido a un paro cardiorrespiratorio de forma fulminante no permitiendo la realización de todas las maniobras de reanimación cardiopulmonar que permitirían salvar su vida”, según señala el mismo informe.

Marisol se aferró como pudo a Polilla, la labradora mestiza. El panorama, sin embargo, era desalentador: estaba con un tratamiento por el cáncer que, según la veterinaria, le permitía por lo bajo un año más de sobrevida. Eso, hasta el 27 de noviembre, cuando la llevaron a la misma urgencia, por tener los mismos síntomas que días antes había tenido Clío. “Tuvimos que decidir ponerla a dormir. Decidimos juntos que no podíamos permitirle sufrir lo mismo que había sufrido Clío”, cuenta en llano Marisol.

Si la rutina era la misma y solo había cambiado el aire de lugar, entonces podía haber responsabilidad de Carabineros. Al menos así lo creyó Marisol. Fue así que se coordinó con los profesionales del centro veterinario y apuntaron a la triangulación de tres exámenes y solo de Clío: orina, sangre e hígado. Aquellos se enviarían al Laboratorio Clínico Veterinario Vetlab para que pudieran cotejarlos con al menos seis muestras de bombas lacrimógenas de diferentes tipos, incluidas las del pasto del Parque San Borja.

“En el laboratorio se saca la conclusión: el mismo agente lacrimógeno que estaba en el pasto es el que se encuentra en el tejido de Clío y que se saca también de las bombas lacrimógenas que se usaron como muestra”, explica el abogado querellante, Cristian Apiolaza. Fue el argumento suficiente para presentar la acción legal por maltrato animal.

Lo que buscan los demandantes es conocer los informes científicos de los químicos con los que se constituyen las mismas bombas lacrimógenas, los estudios relativos a la exposición e intoxicación por los mismos gases, además de los nombres de todos los funcionarios policiales a cargo del lanzamiento de bombas lacrimógenas en el sector San Borga entre el 18 de octubre y el 30 de noviembre.

“Sabemos de más casos de perros afectados por su salud, no si por fallecimiento, pero las otras personas a las que, supongamos, sufrieron la muerte de sus mascotas, aún no saben que pudo haber sido por esto”, cuenta Apiolaza. Por su lado, para Marisol esto va más allá:

“En el parque las personas se tiran a jugar al pasto, los niños lo hacen, y eso es importante. Lo que nos mueve es el sentido de justicia por lo que significa para nosotros, que somos residentes, por querer información a la población a lo que estamos expuestos los residentes de San Borja, y por lo que les pasó a Clío y a Polilla”, cierra.

[Si conoces de casos similares, puedes contactarte con la Defensoría de Derechos Animales en el correo defensoria.ddaa@gmail.com]

 

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