Avisos Legales
Nacional

Hablan voces de la primera línea contra el COVID-19: “Los pacientes llegan con miedo a morir”

Por: Meritxell Freixas @MeritxellFr | Publicado: 03.04.2020
Hablan voces de la primera línea contra el COVID-19: “Los pacientes llegan con miedo a morir” / Ilustración: Michel Contreras |
El personal sanitario ha asumido el enorme desafío de hacer frente a una pandemia que en pocas semanas ha puesto en jaque al mundo entero. Técnicos y profesionales de la salud son los trabajadores más valiosos para superar esta crisis, pero a la vez, son los más expuestos al contagio. A través de cinco testimonios procedentes de distintos puntos del país, El Desconcierto ha recogido las preocupaciones, sentimientos y temores de quienes cuidan y atienden a los enfermos por el virus.

Miedo e incertidumbre versus ganas de salvar vidas y cuidar a la población. Dos caras de la misma realidad –generalizada– que por estos días experimenta el personal que está en la primera línea de la lucha contra el coronavirus. Son médicos, enfermeros, administrativos, de aseo y alimentación, técnicos en enfermería, conductores de ambulancia y auxiliares que cada día se encargan de atender a las personas enfermas (o sospechosas de serlo).

Hasta ahora, y según cifras del Minsal, 182 personas que atienden en centros públicos se han contagiado con el virus. De éstas, 88 son trabajadores de centros de atención primaria y 94 de hospitales. Las cifras, sin duda, crecerán. Y ese es precisamente uno de los mayores temores del gremio: contagiarse ellos mismos y, de rebote, contagiar a los suyos. Un «carga» –como ellos mismos dicen– que se mezcla con la sensación de desgaste y agotamiento que muchos ya resienten, cuando ha pasado solo justo un mes inicio del brote en Chile. Pese a todo eso, siguen al frente del combate contra la pandemia.

Youschy González, enfermera: «Arriesgan la vida el enfermo y el funcionario»Youschy González

Con 32 años como trabajadora en del Hospital de Valdivia, es la primera vez que Youschy González vive una crisis sanitaria de esa magnitud. Dice que el establecimiento empezó hace unos 20 días a aplicar protocolos y que hace 10 empezaron a llegar los primeros pacientes contagiados. La enfermera lamenta que el hospital enfrenta esta pandemia «en muy malas condiciones» de infraestructura, equipamiento y recursos humanos. «Cada día falla algo y tenemos un déficit de 400 funcionarios», asegura. Además, añade que las condiciones de protección del personal no son suficientes: «Atienden a los pacientes con medidas estándar frente a una pandemia fuera de lo estándar». Explica que se presiona a los funcionarios para que reaccionen «de la manera más normal posible» ante el paciente, aunque parezcan «astronautas» por la cantidad de elementos que tienen que ocupar para prevenir el contagio. «Eso genera incomodidades con los pacientes», asevera.

Youschy González pone énfasis en como la falta de recursos y materiales «es un problema que tenemos a cada minuto» y afecta «la tranquilidad para atender a los enfermos». Y añade: «Es nuestro primer miedo porque sabemos que no estamos bien protegidos y arriesgan la vida el enfermo y el funcionario«. El segundo, prosigue, es que los pacientes se agravan con el pasar de los días: «Entran en un servicio de menos complejidad y terminan en la unidad de tratamientos intensivos». Y, el último –pero no menos importante–, el pavor a contagiar a su hija, de 17 años, que vive con ella y por estos días también está en cuarentena en la casa. Ambas han extremado medidas: «Saludo a mi hija después de haberme duchado, confiando en que no tenga el virus en las vías respiratorias. Eso es algo que pesa mucho».  Más allá de los temores, la enfermera rescata: «Hacemos lo mejor que podemos porque en estas crisis la vocación es lo único que te sostiene».

Luis Pardo, médico tecnólogo: «Puede que llegue el minuto que nos toque contagiarnos a nosotros»

Luis Pardo

Los llamados PCR, los test de coronavirus que se realizan a partir de la extracción de muestras de la nariz y la garganta, se envían los laboratorios de biología molecular, donde son analizados por profesionales como Luis Pardo. Él lleva siete años desempeñándose en el Hospital de San Javier. Allí, desde el 3 de marzo, cuando se diagnosticó el primer caso, empezaron a tomar resguardos: «Se implementó un sistema de turnos, reestructuraron las unidades para evitar aglomeraciones, y entregaron más protección para el personal (mascarillas, guantes, pecheras, antiparras…), etc.», detalla.

Pardo explica que al principio las personas sospechosas iban a Talca, pero desde la quincena de marzo empezaron a llegar también a San Javier: «De a poco ha ido creciendo el número de pacientes», relata. Según él, ahora la forma de trabajar «es más lenta», por todas las medidas de protección, y se analizan menos cantidad de muestras al día. A su parecer, el hospital «no está suficientemente equipado para enfrentar el peak».

Mientras su día a día se mueve según va evolucionando la crisis, se sorprende de la gente de la calle: «No se toman nada de eso en serio». Critica la «poca consciencia» de la sociedad para reducir las cifras de contagios y tiene claro que «puede que llegue el minuto que nos toque contagiarnos a nosotros». Ante este (probable) escenario, cree que es fundamental «saber cómo atendernos y como irnos relevando». Por ahora, ha decidido seguir viviendo con sus papás, aunque con «una rutina a parte para no estar tan junto a ellos», que tienen más de 60 años y son población de riesgo. Sin embargo, ya está pensando en un plan B para poder instalarse solo en otra parte «si el panorama se pone más denso».

Patricia Orellana, enfermera de atención primaria: «Nos exponen de forma innecesaria»

Patricia Orellana

Si bien normalmente trabaja como encargada de calidad, en el ámbito de la gestión hospitalaria, la crisis sanitaria global ha devuelto a Patricia Orellana a la atención directa con los pacientes del Cesfam Dr. Raúl Yazigi de Lo Prado, donde se desempeñó por cinco años.

«Nunca dimensionamos como se nos iba a venir todo esto realmente», dice la enfermera, quien explica que a principios de marzo se empezaron a implementar los primeros protocolos. Aunque en su comuna no se han registrado muchos casos –18 hasta el día 1 de abril, con una tasa de incidencia del 17%–, asegura que a su establecimiento llegaron muchas consultas y gente pidiendo hacerse el examen. En Lo Prado el municipio ha decidido dejar a la mitad del personal sanitario en cuarentena, a modo de reserva: «Si uno se enferma, retorna su dupla. Es una manera de no tenernos a todos al frente y resguardar insumos, porque tampoco tenemos para todos», apunta la enfermera.

Patricia Orellana detecta una sensación de «mucho cansancio» entre los trabajadores y un ambiente de trabajo «tenso», que se da porque el personal «está muy asustado, preocupado y con mucha sobrecarga laboral». A su vez, continúa, los usuarios «también están reactivos y asustados». Siente el agotamiento general: «Parece que llevamos con esta situación muchos meses, no semanas». Considera que ha habido poca preparación para enfrentar la pandemia, a pesar de que se veía lo ocurrido en otros países: «Eso me tiene descolocada, con la sensación de que a los sanitarios nos exponen de forma innecesaria, sin los insumos que requerimos ni protocolos avalados», critica. Antes de cerrar su reflexión, se pregunta: «¿Qué va a pasar en un rato más cuando el personal esté enfermo?»

Matías Libuy, médico de urgencias: «No se ha puesto ninguna facilidad a los trabajadores»

Matías Libuy

Los primeros protocolos que llegaron al Hospital del Carmen de Maipú ordenaban, entre otros aspectos, reestructurar las dependencias de atención al usuario y, dentro del área de urgencias de adultos, preparar un espacio separado para atender a pacientes sospechosos de COVID-19. Ahí es donde trabaja Matías Libuy desde hace tres años. Él se encarga de examinar uno por uno los pacientes que presentan sintomatología de coronavirus.

«Entramos a la sala cubiertos con los elementos de protección personal y revisamos y atendemos en esa misma sala a los pacientes», explica. El médico cuenta como los que presentan cuadros compatibles con el virus han aumentado día tras día y también el número de personas que consultan. En su último turno, atendió a 25 personas sospechosas de coronavirus. Habla de personas que regresan a urgencias con síntomas de empeoramiento: «Hay pacientes que inicialmente fueron valorados como no graves, y cuyos casos se complican», afirma.

Además de la incertidumbre por cómo se comportará la pandemia en Chile, comenta que entre los profesionales hay una preocupación evidente por la falta de material de protección y «desconfianza» en el Ministerio de Salud. «Las medidas que se han implementado son muy cuestionables y la autoridad del ministro es muy escasa para gestionar la crisis«, sostiene. Subraya el «compromiso» de los trabajadores, pese a que «no se les ha puesto ninguna facilidad» para prevenir el contagio a las familias.

Entre sus colegas hay quienes duermen en piezas separadas y otros que se han ido a vivir con compañeros del hospital. «El miedo existe, pero conviven dos visiones: la grandeza de asumir que es lo que hay que hacer, y el temor a enfermarse«, dice. Habla de pacientes que llegan al hospital con angustia y de algo que nunca había visto en todo el tiempo que lleva como urgencista: «Los pacientes llegan a urgencias con miedo a morir».

Fernanda Ramírez, enfermera: «El miedo al contagio es una carga que se lleva hacia afuera»

Fernanda Ramírez

En sólo nueve días, el Hospital de Punta Arenas ha pasado de atender a los primeros pacientes con sintomatología leve de coronavirus a tener que ingresarlos en la unidad de pacientes críticos, donde Fernanda Ramírez trabaja desde hace siete años como enfermera. «Ha sido un cambio difícil porque no pensábamos que iba a ser tan rápido y con tanta gente», cuenta. «En nueve días se ocuparon 11 ventiladores y solo en 24 horas han llegado tres pacientes que requerían intubación y ventilación mecánica», añade. Dice que hasta ahora no les han faltado equipos de protección, pero que «hay incertidumbre» respecto si habrá suficientes.

Dice que hay «desgaste psicológico» entre el personal de salud porque han visto que en otros países la mayoría acaba infectándose. «Estamos en riesgo y podemos contagiar a nuestras familias. Esto es muy fuerte para todos los que trabajamos», lamenta.

Ramírez tiene una hermana embarazada, sus papás son adultos mayores y vivía también con su abuela. Por eso ha decidido aislarse de los suyos. «Cuando empezaron a llegar los primeros pacientes, en lo primero que pensé fue en mi familia», confiesa. «Psicológicamente es un peso, una carga que se lleva hacia afuera», agrega. Para desahogarse, cuenta con sus compañeros y colegas. Entre ellos hablan mucho de lo que está ocurriendo: «Podemos comprendernos mejor porque sabemos lo que estamos viviendo, de lo que estamos hablando». Además del apañe colectivo, de esa dura experiencia rescata el trabajo en equipo para adaptarse los más rápido posible a la emergencia: «Hemos concentrado todas las energías en dar lo mejor de nosotros para atender a los pacientes», concluye.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.