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Opinión

La escasez

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 23.05.2020
La escasez | Fotografía de Agencia Uno
«Sabido es que la vida siempre ha sido escrita por un apostador borracho y que cada cierto tiempo, se encarga de alterar guiones a su antojo.  Ahora, de sopetón y justo cuando maldecíamos o renegábamos de los últimos 30 años de gobernanza, se nos deja caer una crisis que, lo más probable, es que deje a muchos chilenos en situación de retroceso respecto a sus posiciones económicas y estatutarias».

La imagen de las cajas de alimentos básicos, arrumadas por miles y a la espera de ser distribuidas por personal de las FF.AA. a las familias más desposeídas del país – aquellas que, en medio de la peste y sus cuarentenas totales, están viendo amenazada la posibilidad de llevar el pan a sus mesas -, ha resultado violenta. Casi tanto como la peste misma.

Y es que para la mayoría de los chilenos que no habitaron la década del ochenta, vale decir, para los menores de 40 años y que – según el último Censo – hoy sumarían cerca de 12 millones de compatriotas, las ollas comunes y estas cajas de alimentos entregadas por el Estado a pobladores, solían ser imágenes a ver en las películas de Andrés Wood o leídas desde textos de la vicaría de la solidaridad.

Hasta hace pocos meses atrás, era impensado imaginar un escenario de crisis económica, donde el hambre, literalmente se proyectara como una amenaza. Impensado en el Chile arengado para recibir un proceso constituyente y que, desde el escenario del Festival de Viña, anunciaba el comienzo de un nuevo momento de igualdades y derechos de quinta generación.

Resulta que hasta hace poco, millones de chilenos protagonizaban la marcha más grande de la historia y se desplegaban en torno a la Plaza Italia, ahora rebautizada como “Dignidad”, para manifestar su repudio al sistema económico, político y cultural que nos había gobernado durante los últimos 30 años.

Pero sabido es que la vida siempre ha sido escrita por un apostador borracho y que cada cierto tiempo, se encarga de alterar guiones a su antojo.  Ahora, de sopetón y justo cuando maldecíamos o renegábamos de los últimos 30 años de gobernanza, se nos deja caer una crisis que, lo más probable, es que deje a muchos chilenos en situación de retroceso respecto a sus posiciones económicas y estatutarias.

El año 2018 la OCDE afirmaba que nuestro país parecía comenzar a emparejar su nivel económico con el de las naciones más desarrolladas del mundo, y aun cuando la percepción de un grupo importante de la sociedad, era el de habitar uno de los países más desiguales e injustos del planeta, las estadísticas de educación, salud, alimentación y bienestar de vida, iban codo a codo con otros países que hasta 1989, mirábamos para arriba y como territorios de otro planeta.

Es difícil para muchos en la oposición aceptarlo (e imagino que para muchos lectores de este medio), pero en los últimos 30 años, millones de compatriotas abandonaron la miseria y pasaron a experimentar los misteriosos beneficios de la hiper modernidad, mismo a los que algunas religiones y grupos políticos, le comparan con el infierno.

La experiencia del mercado, con su arsenal de mercancías disponibles, lograron apartar a muchos chilenos de aquella fría penumbra de los 80, donde la idea de autonomía, en que cada cual escoge el tipo de vida que quiere emprender y para la cual lo significativo del mundo depende también de la propia individualidad subjetiva, resultaba algo impensado.

Es complejo imaginar un escenario, donde las subjetividades, hasta ahora gobernadas por las ilimitadas mercancías, den paso a la experiencia de escasez y traigan de vuelta aquellas frías imágenes de décadas pasadas. Doblemente complejo, para las generaciones acostumbradas a vivir desde el malestar de la abundancia; generaciones intolerantes a la frustración y más aún, al reprimir de sus expansivos deseos.

Kant describe al deseo humano, como un “anhelo”, esa pulsión que cubre la distancia, entre el deseo y la adquisición del objeto deseado. Es justamente esa distancia la que, desde esta crisis, comenzará a ensancharse, al punto de generarnos pronto, cierta nostalgia de lo que vivíamos, hasta hace un año atrás.

Cuando las cajas de alimentos básicos y su improvisado sistema de entrega, provoquen el caos en muchas poblaciones, constataremos que un nuevo momento nos ha tocado, el de la crisis y si bien nuestro país (dada la austera táctica del Banco Central) pareciera estar mejor preparado que otros vecinos de Latinoamérica para resistir la tormenta, habrá una importante cantidad de compatriotas, a los que se les hará realidad una de sus mayores pesadillas: el regreso a la escasez.

 

 

 

Cristián Zúñiga