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Opinión

El incómodo populismo

Por: Juan Pablo Sanhueza Tortella | Publicado: 25.07.2020
El populismo es todo y a la vez nada: es la carta bajo la manga cuando la fuerza de los argumentos no ha sido capaz de convencer ni seducir a la ciudadanía. En definitiva, detrás de la demonización del populismo se esconde el miedo a la incorporación de los sectores populares en la toma de decisiones y, por tanto, el desprecio a la democracia entendida como el ejercicio de la soberanía popular.

Los conceptos que utilizamos no son neutrales ni inocentes: tienen significaciones y cargas simbólicas según el contexto e intenciones de quienes los emiten.

Los últimos días hemos visto cómo el término “populista” ha sido utilizado de manera excesiva por quienes buscan una polarización de la sociedad que impida la deliberación democrática y entregue las decisiones políticas cruciales para el país a cuerpos técnicos que llenan planillas de excel y elaboran gráficos a gusto del cliente.

Pero este discurso de la élite, plagado de temores, fantasmas y visiones catastróficas, no es una práctica nueva. En su libro El imaginario de las élites y los sectores populares. 1919-1922, Isabel Torres Dujisin relata cómo el periódico El Mercurio a inicios del siglo XX utilizaba intensos tonos dramáticos y apologías apocalípticas para exigir más tecnocracia y menos deliberación política, así como para oponerse tanto al sufragio universal como a la democratización económica. El mismo diario que hace 20 años publicó una portada asegurando que los chilenos se jubilarían con el 100% de su sueldo y hoy rasga vestiduras tildando de populistas a quienes vendrían a proponer cosas irrealizables, contradictorio por lo bajo.

Ese discurso busca asociar el populismo a todo lo que les disgusta a quienes han construido el relato que sostenía el desordenado sistema neoliberal del sobreendeudamiento y el “sálvese quien pueda”.

Así, los temores, sueños y utopías son manifestaciones de un cúmulo de experiencias acumuladas, de una forma para designar la realidad como al mismo tiempo para construirla. Y el temor de las élites a la hora de arremeter contra el populismo en términos morales demuestra también su incapacidad para abordar teóricamente el verdadero fenómeno que está detrás de la razón populista, es decir, la redefinición del tablero político mediante la construcción de una frontera contingente entre un nosotros (mayorías populares) y un ellos (las élites). Esta frontera nueva molesta a quienes se escudan en identidades inflexibles y, tal como ocurre en el cuento El traje nuevo del emperador, nos permite ver el modelo al desnudo.

Entonces, el populismo es todo y a la vez nada: es la carta bajo la manga cuando la fuerza de los argumentos no ha sido capaz de convencer ni seducir a la ciudadanía. En definitiva, detrás de la demonización del populismo se esconde el miedo a la incorporación de los sectores populares en la toma de decisiones y, por tanto, el desprecio a la democracia entendida como el ejercicio de la soberanía popular.

Reivindicar el populismo como categoría de análisis es comprender que la construcción de un pueblo debe alejarse de las ataduras ortodoxas que niegan la diversidad de voces existentes en nuestro país y que mucho más ambicioso que la unidad de una trinchera, es la unidad del pueblo.

Juan Pablo Sanhueza Tortella