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¿Por qué tanto miedo a las manifestaciones políticas en Viña 2020? Los oscuros días de dictadura y censura del Festival

Por: El Desconcierto | Publicado: 21.02.2020
¿Por qué tanto miedo a las manifestaciones políticas en Viña 2020? Los oscuros días de dictadura y censura del Festival Pinochet e Hiriart en el palco de la Quinta Vergara |
Hoy dieron su habitual conferencia de prensa los animadores de la próxima edición del Festival de la canción de Viña del Mar, pero en vez de hablar de su desempeño, respondieron sobre las acusaciones de censura, que han debido enfrentar desde que se anunciaron estrictas medidas de seguridad para enfrentar la revuelta social. «Este es un evento musical, no es un evento político», dijo el productor ejecutivo de Canal 13, Pablo Morales. ¿Tiene razón? Aquí un recuento, que no le da la razón.

Hoy dieron su habitual conferencia de prensa los animadores de la próxima edición del Festival de la canción de Viña del Mar, una especie de puntapié inicial de esta edición del certamen 2020.

Pero en vez de hablar de su desempeño o de la calidad de los artistas que se subirán este año a la Quinta Vergara, se habló principalmente de las acusaciones de censura, que han debido enfrentar desde que se anunciaron estrictas medidas de seguridad para enfrentar la revuelta social que atraviesa el país.

Chile cambió y la fiesta musical de la Ciudad Jardín se transformó en foco de críticas por su “frivolidad”. Primero se suspendieron la gala y todas las actividades promocionales que realizaban los animadores en años anteriores. Y luego, vinieron los cierres perimetrales, otro tipo de iluminación en el ingreso y revisiones más detalladas a los asistentes, sistemas que se desplegarán a partir de este domingo 23, durante la jornada inaugural.

Claro que lo que encendió la alerta de la opinión pública, fue el anuncio de que se controlarán los carteles que ingresarán las personas al recinto, lo que podría dar pie a censura.

Sobre eso habló el productor ejecutivo de TVN, José Edwards, quien dijo que “hemos reforzado nuestra seguridad habitual, lo que nos interesa es que la gente pueda ir tranquila”. Sin embargo, negó censura a los artistas. “Este es un festival de la gente, es un festival artístico y es muy importante que las personas que están arriba de un escenario puedan manifestarse y a los artistas les hemos dado toda la libertad”, aseguró.

Pese a estas declaraciones, los humoristas advirtieron la semana pasada, que la producción del Festival de Viña les pidió no imputar delitos a autoridades, ni atacar a marcas comerciales, especialmente aquellas que son auspiciadoras del certamen. Es bien evidente que este año, los organizadores pusieron especial atención a las rutinas encargadas de poner la cuota de comedia en esta fiesta. El bufón puede ser peligroso para las pretensiones de normalidad de algunos.

Aunque José Edwards salió al paso de esa idea en la conferencia de hoy, diciendo que este “es un festival que ocurre dentro de un contexto especial del país y nosotros hemos tratado de adecuarnos a ese contexto”; su símil de Canal 13, Pablo Morales, fue más evasivo: “Este es un evento musical, no es un evento político, es para pasarlo bien, ese es el tono y no hay que darle tanto peso más que eso”.

Foto: Agencia Uno

¿Tiene razón Morales? A lo largo de la historia de Chile, ¿el certamen ha estado ajeno a las manifestaciones políticas?

Pues no, desde siempre los artistas han dado sus discursos en el escenario de la Quinta Vergara. Recordado es cuando Los Prisioneros y Jorge González se subieron en 2003 y le añadieron una frase a la letra de “Sexo”: un “curita con el sermón, en cierto canal de la televisión”, dijeron en alusión al sacerdote Raúl Hasbún y sus editoriales en Canal 13, estación a cargo del evento ese año. González también disparó a George Bush (presidente de Estados Unidos en esa fecha), la guerra en Irak, la prensa chilena, la xenofobia, el gobierno y, por supuesto, a la misma red del angelito, que en ese tiempo aún pertenecía a la Iglesia Católica. A pesar de eso, el show no fue censurado.

Pero en dictadura, la situación no fue igual. Por eso, preocupa tanto escándalo, tanta medida de seguridad, porque recuerda los días más oscuros del Festival, esos en que el certamen cumplió un papel “vergonzoso”, como dijo el grupo chileno Illapu, que ha asistido en numerosas ocasiones desde que llegó la democracia.

“El Festival cumplió unos roles muy vergonzosos para el pueblo chileno, durante la dictadura de Pinochet. Nosotros sí somos críticos de ese espacio, pero también reconocemos que es una gran ventana para la música”, declaró Roberto Márquez, líder del grupo. Y agregó: “Pero creo que está muy mal aprovechado”.

Las cicatrices son recientes, y porque existe la idea de que este año podría volver la censura, quisimos recordar algunos de los momentos más tristes de Viña, para que la memoria nos evite cometer errores nuevamente.

Los días oscuros

Hasta antes del golpe militar, el Festival de la Canción de Viña del Mar, daba cuenta del buen momento de la música nacional con las figuras de la Nueva Canción Chilena.  Durante los ’70, tiempos de internacionalización y masificación del evento, la Quinta Vergara se sacudía al ritmo de la tensión política. En una nota de El Desconcierto firmada por Vanessa Vargas se enumeran los hechos oscuros y la propaganda de la dictadura en el evento veraniego. Aquí recordamos algunos de los episodios:

-En 1971, representantes de la Unión Soviética fueron aplaudidos por su apoyo a la UP. Al año siguiente, sin embargo, Miriam Makeba, sudafricana, fue abucheada por el público derechista tras haber dedicado su tema «Pata pata» al presidente Allende.

-En tanto, durante la edición de 1973, el Festival enfrentó a Quilapayún y Los Huasos Quincheros en la competición folclórica. Tras la polémica, que simbolizaba el estado de polarización del país, hasta 1980, dicha competencia fue suspendida por los militares.

Durante ese mismo año, sin embargo, el festival comenzó a ser transmitido internacionalmente. Para Pinochet, el evento era de gran utilidad a la hora de mostrar una buena imagen del país al resto del mundo y por ello no ausentaba de sus ediciones ni se mantenía al margen de su organización. En 1980, la junta invertiría una alta suma de dinero en las presentaciones de iconos de la música latina de ese momento, como Miguel Bosé, Julio Iglesias y Camilo Sesto.

La música folclórica, peligrosa para los militares por su cercanía a los sectores de izquierda, comienza a ser silenciada por la dictadura en desmedro de dichos «grandes artistas», que por esos años llevaban al público a su máxima emoción. En general, la música no era un tema que generara demasiado interés entre las nuevas autoridades impuestas y la creatividad artística de los tiempos de la Unidad Popular ya había sido silenciada a punta de balas, exilio y censura.

Durante los años que siguieron, la Quinta Vergara se transformó en el escenario ideal para los artistas legitimados por el Acto de Chacarillas, donde 77 famosos consolidaron su apoyo al dictador, además de otras figuras cercanas a la derecha. Entre ellos, figuras como José Alfredo Fuentes, Andrea Tessa, Juan Antonio Labra, Patricia Maldonado, Miguel Zabaleta, Gloria Simonetti y Roberto Viking Valdés. Casi como una plataforma estelar de propaganda, la dictadura se apropia del Festival y lo controla a su antojo.

Además de los artistas, una abultada lista de comunicadores, directores y productores simpatizantes del régimen comienza a desplegarse. En medio de diversas masacres y operaciones de tortura y muerte, el evento acalla el genocidio e impone a sus nuevos rostros, de la mano de símbolos del pinochetismo, como Raquel Argandoña y su eterno animador: Antonio Vodanovic, quien hasta solicitó aplausos de la Quinta para el dictador y su esposa.

Durante el 74, Pinochet y su comitiva ingresaron al recinto en medio de aplausos. ¿Quién se iba a atrever a abuchearlo en ese momento?, se preguntaron algunos, y menos en Viña del Mar. Fue en ese evento cuando la cantante española Mari Trini le tiró una rosa blanca al dictador y cuando el cómico Bigote Arrocet, aprovechando la reciente muerte de Nino Bravo, interpretó la canción «Libre», convirtiéndola en el paradójico himno de la dictadura.

Por esos mismos años, los humoristas afines al régimen intentaban hacer lo suyo en el escenario. Checho Hirane, sin embargo, tuvo un estruendoso fracaso que terminó por impulsarlo a instalar una cama elástica y saltar en ella para hacer reír al público, sin grandes resultados. Algo parecido ocurrió con Ronco Retes, el imitador oficial del dictador y de todo el gusto de los militares.

-En el 86, la conocida intérprete española Paloma San Basilio sufrió la censura cuando se le prohibió cantar «Volver a los 17», de la artista chilena Violeta Parra. Durante su última visita a Chile, la cantante revivió la polémica al señalar: «nadie me va a decir lo que tengo que cantar», antes de su interpretación.

-Durante el 88, en tanto, la banda norteamericana Mr. Mister sorprendió a todos cuando, su vocalista Richard Page, saludó a los artistas chilenos amenazados. «Un saludo a todos ustedes… Y un saludo a los artistas chilenos amenazados de muerte. Los artistas del mundo estamos con ellos», leyó, dejando en shock a Vodanovic y provocando la interrupción de las transmisiones. Al regreso, el vocalista, por voluntad u obligación, fue invitado por el animador a pedir disculpas.

Con el paso de los años, el escenario de la Quinta Vergara parece cargar, todavía, con una fuerte herencia de la dictadura. Pese al paso de los años, dicho espectáculo sigue pareciendo un intento de los medios y autoridades por desconocer el presente chileno y sus convulsiones, especialmente el despertar social de estos últimos meses, que ya hemos visto en el Carnaval de Arica, en los partidos de fútbol y en el Festival de Chanco.

La fórmula mediática que se activa, como cada febrero, al ritmo del show festivalero. ¿Lograrán triunfar los mismos discursos idiotizantes de la televisión o el público y los artistas no dejarán pasar la posibilidad de mostrar al mundo lo que pasa en Chile? Eso está por verse.

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