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Arauko Rock, intérpretes de ‘Los pacos son bastardos’: “Nos emociona que en las poblaciones estén cantando la canción»

Por: César Tudela | Publicado: 18.01.2020
Arauko Rock, intérpretes de ‘Los pacos son bastardos’: “Nos emociona que en las poblaciones estén cantando la canción» Arauko Rock | Marcela Araya – AFI Chile
El viernes 20 de diciembre, tres amigos fijaron rumbo desde su sala de ensayo en el emblemático Barrio Yungay hacia Plaza de la Dignidad. Cargaban en sus espaldas una guitarra, un set callejero de batería compuesto por una caja más el hi hat, un parlante y un micrófono. Dos días antes, y ante la percepción de que el fulgor de las protestas estaba disminuyendo, tomaron la decisión de hacer algo más que ir a manifestarse como lo venían haciendo desde el inicio del estallido. Con esa determinación, juntaron a su vieja banda –separada meses antes–, reescribieron la letra de ‘Killing in the name’ –el incendiario single de Rage Against the Machine– y decretaron realizar solo una vez su performance bajo la estatua de Baquedano. Pero el desproporcionado copamiento policial de ese día impidió lograr su objetivo. Alimentados por la rabia, rompen su propio pacto y deciden ir nuevamente a la denominada zona cero de la resistencia del movimiento social. Lo que vino después, es la historia de uno de los altos hitos musicales en los tres meses que lleva la movilización ciudadana autoconvocada. Una que empieza con el conocido riff de Tom Morello acompañado del beat de Brad Wilk, dándole el pase al colérico grito “los pacos son bastardos”.

Pablo Millache aprendió a tocar guitarra como la mayoría que llega al instrumento: con «la de palo». Su upgrade llegó la Navidad en que su familia, con mucho esfuerzo, le pudo regalar una guitarra eléctrica usada. “Fue la media cagá, llegaron todos los vecinos a la casa”, confiesa aún reflejando la sorpresa y alegría en su rostro. Desde niño, con sus amigos de la población Simón Bolívar en Quinta Normal aprendieron los primeros acordes y nociones musicales. “Después, a otro loco le compraron un bajo usado también, entonces hicimos una vaca para comprar una batería usada y ahí de nuevo llegaron todos los vecinos y vecinas felices, diciendo «qué bacán que los cabros están tocando». Siempre fue así… haciendo música desde la precariedad”, cuenta su historia con orgullo más que por victimizarse.

– Por eso mismo no nos complica ir a Plaza de la Dignidad con una caja y un parlante.
– Esa es precisamente la idea. No ir como un artista a tocarle a la gente, sino que estar y hacer la música desde ahí, abajo, como un igual. No queríamos hacer un Ñuñoapalooza.

El relato lo continúan Danilo Garcés y Pablo Cerda, respectivamente. Hoy, cantante y baterista de Arauko Rock –la banda que fundó Millache hace veinte años– que llegaran en distintos momentos al proyecto que siempre se movió por el independiente y palpitante circuito under de la capital. En pasado, ya que justo en junio se habían tomado un receso indefinido tras una tocata donde compartieron escenario con Fiskales Ad-Hok.

Pero en noviembre, luego del inicio del estallido social, se comenzaron a topar en las diversas manifestaciones que convergían en la Plaza de la Dignidad. “Sin comunicarnos entre nosotros, sabíamos que nos encontraríamos en las marchas, porque todos tenemos una actividad política fuera de la música, una postura revolucionaria, entonces intuíamos que íbamos a estar ahí”, comenta Garcés, profesional dedicado al trabajo social con niños y adolescentes en situación de riesgo y con distintos tipos de vulneraciones.

Los viejos amigos, tras hacer una lectura del momento y con ganas de contribuir con algo distinto en las protestas, deciden volver a sus instrumentos. “Conversamos con Pablo y percibíamos que estaba bajando el movimiento y pensamos de qué forma podíamos aportar para que eso no pase. Y le dije «vamo’ a tocar po’», y pensé en ‘Killing in the name’ de los Rage”, cuenta Millache, que sin nervio se disponía a emular los riffs llenos de groove y agresividad de Tom Morello, el icónico y virtuoso guitarrista de Rage Against the Machine. «Veíamos a los saxofonistas tocar con su instrumento que por sí solo suena fuerte, entonces pensábamos en cómo lo íbamos hacer nosotros. Entonces, justo yo tenía una caja acústica activa para poder amplificar la guitarra y el micrófono. Así la hicimos”, relata el baterista y vendedor de instrumentos con detalle sobre cómo concretaron la idea de tocar en la calle en formato eléctrico.

La idea original era hacer la performance musical y callejera sólo una vez. El día escogido fue el 20 de diciembre, que como todos los viernes desde el inicio del estallido, se ha hecho costumbre marchar para manifestarse. Aquella tarde, sin embargo, es más recordada por el despliegue de mil Carabineros dispuestos por el intendente Felipe Guevara para sitiar la Plaza de la Dignidad, en una jornada de fuerte represión policiaca en todos sus alrededores. “Cuando nos logramos juntar ya estábamos todos pa’ la cagá”, cuentan además de recordar los otros sucesos que marcaron aquel viernes: «ese, además fue el día en que funaron a Boric en el Forestal, botaron la moto de un paco al Mapocho y que un zorrillo atropelló a un compañero en la Alameda».

Justamente, los chicos al no poder llegar a los pies de la estatua de Baquedano, el lugar pensado originalmente para llevar acabo su presentación, ni donde estaba la Primera Línea en Irene Morales con la Alameda –su segunda opción–, deciden hacerla en el Teatro del Puente, en una acción medianamente fallida porque fueron mojados y gaseados. “Ahí quedamos picados”, dice el guitarrista. La revancha vendría una semana después.

Al usar la insignia, son los blancos elegidos

En épocas de turbulencia, el arte popular –como la gente– se manifiesta de forma violenta. La violencia, ese fantasma radicado en lo más profundo de nuestros corazones, gestor de las anárquicas revoluciones de todos los tiempos, se cuela inevitablemente en el arte, y si es bombeado por el componente adecuado, produce las más grandes ansias de romper las cadenas. Eso fue lo que pasó en el seno de Arauko Rock.

Viernes 27 de diciembre. Las ganas de hacer la artesanal intervención urbana/musical seguía intacta por parte de la reagrupada banda. La rabia contra la máquina se había acumulado y seguía más viva que nunca. Así lo deja claro Cerda: “la idea era estar ahí, pero no tocar para nosotros, para subirnos el ego y que nos vea mucha gente en YouTube, sino que nuestra intención era darle un toque potente a la protesta». Ese segundo intento, finalmente, se llevó a cabo en el paradero de Merced con Pío Nono, al frente del Telepizza. Ahí es donde se graba el primer video que se conoció públicamente y en donde nuevamente fueron reprimidos. Esta vez, eso sí, no estaban solos. “Cuando los pacos nos empiezan a mojar con el guanaco, la primera reacción de la gente fue taparnos. Ese es un apañe muy fuerte que hemos sentido”, recuerda Millache.

“Nuestra finalidad no era estar en un escenario, era estar con los cabros de la Primera Línea para decirles: «aquí estamos», e importarles la rabia y la desesperanza que nosotros también tenemos para darles un empuje”, dice Cerda. Al instante, el hombre que encapuchado emula el canto corrosivo de Zack de la Rocha, complementa el relato: “ahora, casualmente el video –grabado por la novia de Pablo Millache– se transformó en viral. Y más que la gente nos conociera a nosotros, queríamos que pudieran escuchar el mensaje: el que haya una conciencia establecida de que los pacos ya no son esos pobres hueones mandados que salen a pegarle a la gente porque alguien se los ordenó. Hoy se sabe que, según lo han demostrado, les gusta y disfrutan de hacerlo. Abusan y han sobrepasado de su poder porque, en el fondo, tienen una ideología inserta en su cabeza de que nosotros somos el enemigo. Por lo tanto, ellos son los enemigos de nosotros; ellos se han posicionado como enemigos del pueblo. Y nosotros, afortunadamente, pudimos instalar eso en una canción”.

El video al que Danilo se refiere hoy acumula miles de reproducciones, tanto en YouTube como Facebook. Fue compartido por casi todos los medios locales de música e, incluso, por el mismo baterista de RATM, Brad Wilk, que lo reposteó en sus redes. Al respecto, los tres señalan que eso es algo impactante, reforzando que fue acertada la decisión de haber reinterpretado una canción de rock, “cuando seis meses antes decían que estaba muerto”, dicen irónicamente. Además, agregan que sin duda era la banda indicada para interpretar el espíritu de lo que estaba pasando. “Quiénes mejor que los Rage para estar tocando ahí. No me veo haciendo una versión de Deep Purple”, dice el hombre de las baquetas. Además, el timing era perfecto tras el anuncio del regreso a los escenarios de la banda californiana y del interés que demostraba Morello –politólogo graduado con honores de Harvard– por lo que estaba sucediendo, dedicando un par de tweets al respecto. Sin embargo, esto no es lo que más los entusiasma.

“Algo que nos emociona harto es que en las poblaciones como Pudahuel Sur o en la PAC, hay locos cantando la canción mientras le están haciendo frente a los pacos. Es la raja cuando nos llegan videos y vemos a los pobladores gritando: «¡los pacos son bastardos!». Esa era la finalidad de hacer esto”. Danilo es el que demuestra más su exaltación con el alcancé popular que se ha originado con su intervención. Nos menciona que ojalá se replicaran más historias de artistas que trabajan en las poblaciones, que los conoce muy bien ya que también realiza trabajos comunitarios en Conchalí. Su arraigado vínculo con el territorio y la calle no termina ahí. “Me tocó vivir muchos años de tocar en las micros. De la valorización que hace la gente común y corriente de tu trabajo”, confiesa orgulloso de su oficio musical, pasión que lo motiva a tener otras bandas.

Ahí están, ellos son

De todos los comentarios que se pueden leer sobre la reinterpretación de ‘Killing in the name’, hoy no rebautizada por la patriarcal “la guatona tetona” sino como ‘Los pacos son bastardos’ (la incendiaria frase de clara alusión a la ultra rayada sigla A.C.A.B. que se puede encontrar en las paredes del país para insultar a Carabineros), son los halagos a la performance de Danilo los que más destacan. Más allá de las imperfecciones que comete, lo que sobresale es que logra transmitir el mismo espíritu iracundo e impulsando a la desobediencia civil que De la Rocha, y que motiva a seguir en disidencia. “En un comentario que leí, alguien dice: «¡Wow! ¡Qué hueá la rabia con la que canta el tema este hueón!». Lo he pensado mucho, y antes de que Pablo me llamara e hiciéramos la versión, tuve siete meses a mi mamá en un hospital, viví todo lo que significa la precariedad del sistema público. Más atrás, para estudiar tuve que vender empanadas afuera de la universidad para poder pagarla. Lo conversamos y todos hemos vivido en esa miseria en la que nos habían acostumbrado a estar, súper silentes, aguantando la hueá por 30 años, o 50 sumando el tiempo de la dictadura en el proceso. Entonces, es lógico que la respuesta de alguien que hace música desde ahí sea contestataria. No puedes desprenderte de lo que te pasa todos los días”.

Pese a que han sido muy respaldados y aplaudidos, cuentan que igual algunas personas les han hecho ver el odio a Carabineros que la canción podría alimentar. Al respecto, no titubean un segundo para indicar su postura: “la canción no está hecha para una persona, sino para la institución que esa persona representa. Y esa institución históricamente se ha encargado de hacerle frente a las demandas sociales y defender los intereses de quienes tienen plata y que no quieren que cambie nada en este país”. Millache, además, relata un curioso episodio luego de una tocata que tuvieron en Pudahuel, donde fueron intimidados por drones de Carabineros y luego, horas más tarde, una patrulla lo detuviera en el sector de Barrio Brasil cuando iba camino a su casa y entre dos funcionarios le revisan completo su auto, en un procedimiento de rutina, como le comunicaron. «Obvio que me asusté. Andaba solo y la semana anterior ya habían secuestrado a un compañero en el Cerro Huelén», se confiesa.

Pese a todo, dicen que nada de eso los amedrenta. Ya son varias las intervenciones que han realizado y la gente en la calle incluso ya canta con ellos. Hasta hicieron una versión junto al colectivo feminista Salvaje Capucha, cuyo video también se viralizó. “Se contactaron con nosotros por Facebook y nos dicen «tenemos la misma idea que ustedes, pero la queremos bailar». Fuimos a verlas a un ensayo y sumado a la performance, tenían a un chinchinero. Ahí quedé pa’ la cagá y pensé: «qué más chileno que un chinchín». Entonces las cabras le dieron un plus súper diferente, que nosotros nunca esperamos”, comenta el guitarrista. La colaboración se volvió a repetir el pasado viernes 17 de enero en plena Alameda a la altura del Cerro Huelén, esta vez incorporando una nueva versión de ‘Bulls on parade’ cuya letra fue aportada por las chicas encapuchadas.

Las invitaciones a tocar no han parado para el trío. Y ahora tampoco los ensayos. Si bien ha sido una verdadera vorágine todo lo que les ha ocurrido, incluyendo la compra de un nuevo parlante para seguir con sus intervenciones –“que lo tendremos que pagar en seis cuotas”, dicen riéndose–, están decididos a volver en serio y retomar la historia de Arauko Rock, esa que empezó como un grupo punk rock –“tipo La Polla Records”– y que luego fue ampliándose, recibiendo el influjo de músicos del calibre de Los Miserables, Fiskales Ad-Hok, Víctor Jara, Violeta Parra y Los Prisioneros, estos últimos a los que reconocen como la gran banda que los influenció. “Era lógico que íbamos a tratar de seguir la línea que ellos demarcaron. En el fondo, hacer música con contenido y que reflejara lo que a nosotros mismos nos pasa. Siempre tuvimos la convicción de hacer música de protesta”, declaran.

César Tudela

Pablo Millache tampoco duda que en esta nueva etapa retomen sus viejas canciones. “Hay una que se llama ‘Maquineao’, de las primeras que compusimos, que parte con el verso: «A romper, a destruir el poder de la máquina». Esa frase salió de un libro de Lenin que estaba leyendo y la encontré la raja”. De alguna manera, esas frases contestatarias, añejadas por el inevitable paso del tiempo, siguen estando vigentes ideológicamente porque el enemigo sigue siendo el mismo. Y los Arauko Rock lo saben y les cantan sin miedo ni censura “Allí están, ellos son, los que matan sin razón”.

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