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VIDEO| El homenaje a detenidos de la dictadura que marcó la inauguración de Santiago 2023

Por: Cristian Neira | Publicado: 21.10.2023
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En el momento más emocionante de la ceremonia que se llevó a cabo en el Estadio Nacional, la nadadora Kristel Köbrich ingresó con la llama panamericana por la Escotilla N° 8, entrando por el memorial a los detenidos que dejó la dictadura de Pinochet, lugar donde estuvo Víctor Jara antes de ser asesinado.

El fuego panamericano comenzó a flamear en el pebetero del Estadio Nacional luego de una emotiva entrada a través de la emblemática Escotilla N° 8, lugar de memoria que recuerda a los miles de ciudadanos que sufrieron torturas y murieron en su interior, tras el Golpe de Estado militar del dictador Augusto Pinochet contra el gobierno democrático del socialista Salvador Allende, hace 50 años.

A las 22.32 horas, el estadio se fundió en negro y el fuego encendido hace un mes en la Pirámide del Sol en Teotihuacán, México, ingresó en el coliseo de la mano de la nadadora chilena Kristel Köbrich por la llamada Escotilla 8 e iluminó la frase «Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro», en medio de una emoción contenida.

Después, se inició la vuelta olímpica, posta final de un recorrido que comenzó en los extremos norte (Arica) y sur de Chile (Punta Arenas), y que cruzó incluso la lejana Isla de Pascua (RapaNui) en la Polinesia antes de llegar al pebetero de cobre colocado en el centro del estadio.

La emblemática Escotilla N°8

La escotilla 8, que se diferencia del resto del estadio porque no se ha reformado y permanece como estaba hace medio siglo, era el lugar por donde entraban los detenidos por la dictadura en el interior del Estadio Nacional, coliseo que durante dos meses fue la mayor cárcel del país y en donde estuvo el cantautor Víctor Jara antes de ser asesinado por militares.

La antorcha entró de la mano de Kristel Köbrich, abanderada de Chile, que se la entregó Iván Zamorano (Bronce Sídney 2000), quien tras recorrer unos metros con ella se la entregó a Alfonso de Iruarrizaga, medalla de plata de tiro en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.

El legendario Iruarrizaga portó la llama y la pasó a las manos de los extenistas Nicolás Massú y Fernando González, quienes en un emocionante momento se la dieron a Lucy López Cruz, medallista de plata de salto alto en Argentina 1951, la primera edición de los juegos, que con 93 años encendió el fuego panamericano.

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