Avisos Legales
Internacional

Ayotzinapa: impresiones de un chileno en México

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 23.11.2014
PorAyotzinapa

Fotografía: Desinformémonos

El imaginario mexicano con el que llegué a vivir hace algunos meses al DF estaba cruzado por la violencia que arrastra este país en últimas décadas. Los cárteles y el Estado –este, tanto en sus vínculos con el narco como con la ineficiente y esquizofrénica batalla que libran en contra– sumiendo a un país en una guerra sin control, es el contenido principal de las noticias que llegan a Chile, en donde, lamentablemente, uno se acostumbra que semanalmente sean por decenas los reportes de muertos. Las datos que manejan las organizaciones ciudadanas son escalofriantes: más de 200 mil asesinados desde el 2000, y 24 mil 500 personas desaparecidas desde 2005, cuando a fines del gobierno de Fox comienza la militarización de los estados dominados por el narco.

Impactan por sí sola estas desmesuradas cifras, que incluyen también a los miles que caen en las redes de tráfico de órganos, trata de personas, prostitución infantil, y a toda la población civil que queda en medio de los enfrentamientos entre el ejército, policías, narcos y autodefensas. El sacerdote católico José Alejandro Solalinde, por otra parte, habla de 10 mil inmigrantes desaparecidos en México, otra arista de esta historia negra.

Colgados en los quioscos, los medios impresos no dudan en hacer un festín con los cadáveres, imponiendo esa indiferencia hacia la muerte que, como decía Paz, viene de la indiferencia de los mexicanos hacia la vida. Sin embargo, bajo esa fachada macabra con la que los diarios ilustran sus portadas, el horror de los asesinatos cotidianos de decenas de personas, la angustia de sus familiares y, sobre todo, el trasfondo político que los alimenta, queda sin visibilidad alguna, eclipsado por los cuerpos sin vida impúdicamente retratados.

Por otro lado, las televisoras dan la imagen de un país que es capaz de seguir su rutina pese a todo, con un gobierno preocupado de la imagen país y de recorrer el mundo desarrollado para atraer inversionistas. Cómo no recordar el Chile de los ‘80, época dorada de la TV criolla, con la que mi generación creció protegida con una venda en colores. Mal que mal los países siguen funcionando aun en las peores dictaduras, porque el ciudadano que actúa de engranaje hace la vista gorda, en una medida cómoda –o desesperada– de supervivencia.

Quizás esto no sea técnicamente dictadura, pero requiere actuar como si se estuviese en una, en términos de organización ciudadana, estudiantil y de ayuda extranjera.

El problema que claramente uno detecta desde fuera, pero que se nos refriega en la cara al pisar suelo mexicano, es la imposibilidad de entender el conflicto bajo la lógica de “narcos malos-estado bueno”, porque es tal el nivel de corrupción de todo el abanico político, que autoridades democráticamente elegidas son responsables junto al crimen organizado de no solo la escalada de violencia, sino derechamente de los asesinatos. Precisamente esa es la raíz de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en el Estado de Guerrero.

Si seguimos la versión más difundida, José Luis Abarca, el alcalde de Iguala –que fue elegido bajo el alero del PRD, un partido que en el papel representa la centroizquierda– ordenó el accionar de la policía para con los estudiantes, que protestaban la noche del 26 de septiembre mientras el edil y su esposa daban una fiesta para celebrar sus los logros. Los policías, luego de dos balaceras que terminaron con seis muertos, detuvieron y entregaron al grupo criminal Guerreros Unidos a los 43 normalistas desaparecidos.

Es por esto que “Fue el estado” es la consigna de quienes claman la aparición con vida de los estudiantes, porque la ciudadanía sabe que el estado es juez y parte en la búsqueda de culpables, en una investigación de cabos sueltos y verdades a media. Por otra parte, que el gobierno central demuestre una indolencia disfrazada de inoperancia, ha hecho hervir la sangre de los miles que a diario protestan y piden la renuncia del presidente Peña Nieto.

PorAyotzinapa2

Fotografía: Desinformémonos

Tampoco la ciudadanía informada cree ni una sola línea del relato perfecto, con el que el viernes 7 de noviembre –en cadena nacional– el titular de la Procuraduría General de la República dio a conocer la versión oficial, que hablaba de que los jóvenes fueron asesinados y quemados en un basural por casi un día, siendo posteriormente triturados sus restos y lanzados a un río. Ya circula por Internet la información de que mientras los cuerpos ardían supuestamente, en un fuego avivado por gasolina y neumáticos, cayeron alrededor de 20 mm de lluvia, lo que resta credibilidad a la versión oficial y fortalece la búsqueda de los padres.

El umbral de indignación de los familiares de los 43 y de la ciudadanía, ha reventado dando paso al uso de la violencia, alimentado por la desesperanza y el deseo de terminar con el “Estado fallido”, como algunos ya denominan a México. Toma de carreteras, atentados incendiarios al Palacio de Gobierno y al Congreso del Estado de Guerrero, sumado a la quema de una de las puertas del Palacio Nacional en el DF, son muestra de una situación insostenible. Muchos hablan de infiltrados, pero sabemos que la protesta pacífica no es la única forma de decir “basta”.

Por supuesto la prensa oficial se vale de ello para sembrar el pánico y justificar detenciones arbitrarias. El miércoles 5 de noviembre, desconocidos quemaron un metrobús y la estación Ciudad Universitaria en las inmediaciones de la UNAM, en Ciudad de México, algo similar a lo que ocurrió alguna vez en Santiago fuera de Gómez Millas y que luego se fue repitiendo en otros puntos de la capital. Por supuesto los culpables no fueron detenidos, y los rumores de montaje se multiplicaron; pero independiente de ello, la fuerza policial ingresó a las dependencias de la UNAM y –como suele suceder– detuvo a quien se cruzó por delante, con cargos infundados.

Quizás esto no sea técnicamente dictadura, pero requiere actuar como si se estuviese en una, en términos de organización ciudadana, estudiantil y de ayuda extranjera. La desaparición de los 43 es solo un episodio de una larga historia de vidas desechables; uno de los peores por sus particularidades y porque marca también un momento de inflexión para los mexicanos, que están decididos a no aguantar que esto siga repitiéndose.

Hoy jueves 20 de noviembre, varias decenas de miles volvieron a marchar hacia el Zócalo capitalino, y otros miles se manifestaron a lo largo del país y en otros lugares del mundo. Esperemos que del mismo modo como la esperanza y fuerza de los padres se mantiene incólume, los ojos del mundo no desvíen su mirada y capten la necesidad de levantar la voz no solo para demostrar indignación, sino para acabar de una vez por todas con esta guerra que consume por el norte a nuestra América Latina.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.