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Historia de abandono y cárcel: “Me perdí mi mejor tiempo de vida y no me lo devuelven”

Por: Dario Brenman | Publicado: 07.01.2023
Historia de abandono y cárcel: “Me perdí mi mejor tiempo de vida y no me lo devuelven” Nicolas Raposso |
Un día un amigo me invita al cine Gaumont ubicado en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, a ver un documental de Fabio Zurita llamado “Chetos Chetos”, que relataba lo que sucedía en los institutos de menores en la voz de sus protagonistas, fundamentalmente la vida de Nicolas Raposso, un joven que entró por primera vez en esos lugares a los 17 años.

Cuando terminó ese excelente filme, me di cuenta que toda la trama tenía que ver con el destino de muchos jóvenes pobres con un pasado, presente y futuro  de abandono estatal  y violencia, de cárceles, que tiene algunas similitudes con campos de concentración, donde la vida no vale nada y con una justicia ciega cuyo único objetivo es meter gente presa, con poco espacio para controlar el estado calamitoso de las instituciones carcelarias, así como tampoco un seguimiento riguroso de los progresos de muchas personas privadas de su libertad, que hacen grandes intentos para que su vida tenga sentido dentro de esos lugares, trabajando, estudiando o haciendo talleres.

Con el paso de los días quise entrevistar a Nicolas, me obsesioné con encontrarlo, me parecía que tenía más cosas para contar de su vida, que su relato forma parte de la historia de un país y sus instituciones.

En ese momento, llamé al director del documental Cheto Cheto, Fabio Zurita, quien me pasó el teléfono de Nicolas. No pude comunicarme, estuve días intentándolo. Esa misma semana tuve COVID versión 2022, y estuve cinco días sin poder salir; si había alguna posibilidad de visitar esa cárcel estaba en foja cero, había conseguido el permiso para entrar, pero no pude ir por el supervirus.

Me resigné con bronca, hasta que esa semana recibo una llamada de Fabio Zurita que me dice “Nico dijo que lo llames para combinar otro encuentro, cambió su teléfono”. En ese momento me dije a mi mismo:  no puedo dejar colgado a este chico, él quería hablar de su vida y denunciar al sistema y mi rol era con mucha humildad escuchar lo que tenía para decir.    

 

 

Rompiendo el hielo: 10 de diciembre 2022

Periodista: ¿“Ayer miraste el partido (Argentina-Holanda)? ¿te hiciste mala sangre igual que yo”?

Nicolas: “Ayer miré el partido, me hice mala sangre, grité todos los goles, lo miramos con los pibes que estamos acá en la celda que somos tres con un televisor”. Me muestra con la cámara del celular toda la celda y un televisor chico, paredes sin pintura, y una ventana arriba que apenas entraba la luz.

Luego comentamos la visita que tuvo del escritor y periodista Osvaldo Bayer a la cárcel. “Es un libro caminando esa persona, nos habló mucho del nazismo, la última dictadura dice Nicolas-, si bien ya murió por lo menos se dio el gusto de vivir, también contó que sufrió mucho, cuando perdió a su primera mujer”.

Le comento un dato curioso de Osvaldo Bayer que saben muy pocas personas. Iba a bailar en su juventud a una lugar de la comunidad alemana en Argentina, de la que era descendiente, en donde entablaba relación tanto con mujeres como opositoras al régimen. Lo curioso es que en el mismo lugar donde funcionaba ese salón de baile hoy está construido un templo judío llamado NCI, del barrio de Belgrano en CABA. Muchas veces Osvaldo les habló a las autoridades del lugar para contarle esa anécdota, parece que lo tomaban como un “loco suelto” decía Bayer. 

Nicolás: “mirá que loco” (risas)

Nacimiento

Nicolas Raposso nació en 1997 y vivió en varias localidades del Gran Buenos Aires. Primero en  José C. Paz, luego en San Miguel en el barrio Muñiz, se crió en lo de su tía  en Dock Sud, en el Gran Buenos Aires,  lejos de sus padres, y las razones de ese primer abandono nunca fueron bien aclaradas:

“Nunca entendí por qué  me abandonaron, con el tiempo me reencontré con ella y le hice muchas preguntas pero nunca terminó de respondérmelas, entiendo que yo también le fallé, que existieron muchas cosas personales que me llevaron al odio, no es normal que un pibe a la edad que yo tenía, anduviese robando, buscando ganarse la vida de una forma mala, pero hubieron cosas que me hicieron cambiar la personalidad, yo me las guardo, son personales y me cuesta hablar de  las situaciones que me marcaron y en vez de ser lo que son en general  las personas, me hice delincuente, egoísta conmigo mismo, lleno de odio. Donde me sacaba ese sentimiento era en la calle haciendo maldades, hasta que me di cuenta que estaba mal y que la única circunstancia que me trajo es estar preso de chiquito. Me perdí mi mejor tiempo de vida y eso ya no me lo devuelve nadie”, sostiene el entrevistado.

Nicolas expresa sus sentimientos rebelándose contra las injusticias, las mismas que le hicieron cambiar sus pensamientos y llenarse de bronca, sentimientos que muchas veces le resultan incontrolables y le juegaban una mala pasada. 

En el momento que vuelve a vivir con su madre ella estaba en pareja con otra persona. En el fondo de su casa había un galpón y en varias oportunidades vio a su padrastro abusando de su hermana. “Al ver eso me llené de odio, porque el violador es una cosa y delincuente es otra cosa, la violación es algo que no tolero, que no comparto, esa persona no tiene cura, yo le contaba todo eso a mi mamá y no me creía. Cuando este tipo falleció de cáncer lo veía en la cama postrado y no se me caía una lágrima”.

En ese momento, con 12 años, vivía en la calle, y una vez le trajo problemas a su madre cuando una persona alegó que había realizado un robo. Entonces supo que la mejor opción era irse de su casa, donde vivió durante tres años de esa manera.

Esa forma de vida lo llevó a conocer todo de golpe: droga, delincuencia, una manera de vivir diferente a la que podía vivir un niño de su edad.

“No veía la opción de salir de eso, porque estaba metido en las drogas y atrapado. Me transformé en una persona que lo único que le importaba era robar. Se lo que es padecer, dormir en el asfalto, no tener para comer, también las personas que menos esperas en la calle te dan una mano, haces tu vida con gente que no conoces, con extraños. En ese contexto, tuve muchas ocasiones de muerte, en las que casi me mata la policía, me apuñalaron, no sé cómo todavía estoy vivo. La verdad es que en mi vida no llegue a disfrutar nada”.

Primeros robos

Nicolas sostiene que sus primeros robos eran de chupetines, galletitas en kioscos, pero él considera que se inició con un arma en la cintura cuando tenían el dato para un asalto  a una familia en un barrio privado.  El predio estaba ubicado en Villa Mitre, en el norte del Gran Buenos Aires, esa zona estaba dividida, de un lado estaba la villa (barrio de emergencia) pero del otro lado la otra cara, “lo más cool”.

“Cuando entramos, apretamos al tipo de la garita (seguridad del barrio privado) y nos metimos para adentro, era una familia paraguaya, no se llegó a concretar el atraco porque nos sacaron con una carabina y nos empezaron a tirar una banda de tiros, ese para mí fue mi primer robo, porque anteriormente de chico fueron travesuras”

Instituto de Menores

El 23 de marzo de 2007, cuando cayó por un robo agravado con privación ilegítima de la libertad, fue la última vez que vio la calle: tenía 17 años y cayó en un instituto de menores de la localidad de Pablo Nogués en el norte del Gran Buenos Aires.

“Y la verdad  es que tenía miedo, no te voy a mentir; era un lugar todo cerrado con celdas, teníamos recreación que era como una jaulita donde nos daban dos o tres horas para tomar mate. Cuando entré me dijeron que tenía que pelear, me pusieron los guantes y me tocó hacerlo con uno enorme, yo era re flaquito y cobre mal. No sabía qué era lo que me esperaba, lo único que me dijo mi compañero de celda es “nunca le des la espalda a nadie y hacete respetar’”.

Hasta el momento de su primera cárcel había armado su propia banda, que eran pibes de la villa que no tenían nada y estaban todos casi en la misma que él, hasta que estuvo preso y entró en un instituto de menores. “Ahí me di cuenta que era una persona más de todos los que estaban ahí, se había acabado la banda, el malo de la villa, encima no me dieron una condena mínima fueron seis años de una”. Tenía 16 años.

El primer día que estuvo le hicieron problemas hasta que comenzó a adaptarse a una vida compleja, él expresa que estos lugares no sirven para la reinserción social. “Acá vivís como en una jaula, sumado a los problemas que te traen a nivel psicológico y el trato con las personas”.

“A lo mejor vos estás haciendo las cosas bien y viene uno medio loquito y te hace problemas por tus cosas, porque andas con unas buenas zapatillas y entonces tenes que pelear y a lo mejor vos no querés entrar en esa, porque estás para irte por buena conducta o porque querés cambiar y pasa que te comes un informe disciplinario por pelear porque si no entras en esa, quedas mal visto con la gente que está en el pabellón”.

El problema en ese lugar era con la policía que no los dejaba salir, ni les daban agua y les cortaban la recreación. Fue en ese momento que se dijo a sí mismo que tenía que escapar de ese instituto. Para lograrlo, inició un incendio en su celda usando como fuente de ignición manualidades que había hecho y algo de estopa. Le pidió fuego a un encargado para prender un cigarrillo, armó un mechero con lo que tenía y tiró el colchón hacia la puerta.

“Todo se empezó a fundir, hasta que nos sacaron habrían pasado seis minutos. No teníamos ni siquiera donde respirar, nos poníamos una toalla mojada y respirábamos por una ventana muy chica; un encargado que hacía unos días que había comenzado a trabajar nos abrió la puerta, salimos y terminamos en la dirección donde estaba el director del instituto. En ese momento nos quería dar el traslado y nosotros decíamos que nos queríamos quedar a pesar de todo. En ese momento el director me dice: “mirá Raposso, hay muchos pibes en el hospital por aspiración de humo y si le llega a pasarle algo a alguno   te van acusar de intento de homicidio”. Por dentro me decía: “mira lo que nos mandamos”

Primer traslado: “Nuevo Dique”

El mismo día salieron de traslado para el denominado “Nuevo Dique”, en La Plata sur de la Pcia. de Buenos Aires,  que era otro instituto de menores más peligroso que el anterior. 

El primer día estuvo en “Buzones” (lugar de castigo que estás solo sin nada) y al segundo le dieron un pabellón donde eran cuatro en la celda. En el relato, Nicolas sostiene que los recibieron bien, que le preguntaron si necesitaba algo. Les cuenta que la mayoría de las cosas que tenía se le prendieron fuego cuando salió. Por eso le brindaron unas zapatillas y algún pantalón hasta que su familia le pudo traer algo. 

En ese lugar realizó un contacto con él documentalista Fabio Zurita, que estaba haciendo un taller de cine en la cárcel. “Todo comenzó cuando un compañero me dijo si quería ir a ese taller y le dije que sí, yo estaba escribiendo algunas cosas por mi cuenta.  A los días me llama la directora del área educativa, que me había agarrado aprecio, y me dice que me iba a mandar a ese taller. La verdad que quería estar afuera, no me gustaba estar encerrado, si bien todo los edificios estaban en el mismo predio”. 

En ese taller me traían libros, veíamos películas y encontré un interés por eso y ahí me di cuenta que podía escribir un montón de cosas que ni yo pensaba. Con todo eso cambió mi personalidad, mi forma de pensar, pero bueno cuando volvíamos al pabellón teníamos que ser la misma persona.” 

Cuando salían del instituto para hacer cine, había libertad, compañerismo, hablaban cosas que no se podían en otro lado.  Comenzó a hacer cortometrajes y a escribir muchísimo, sus textos se los presentó al director del instituto que le pregunta si él había escrito eso y que estaba muy bueno. “Me di cuenta que lo que pensaba lo podía volcar”.

Un día Nicolas llamó a su madre, quien le contó una mala noticia que le había sucedido a su hermana con otro joven, un amigo de unos de sus hermanos. Cuando le pregunto a Nicolas que había sucedido fue elíptico, no quería decirlo. “En ese momento se me despertó otra vez el demonio quería salir de la cárcel para matarlo”.

“Frente a ese problema comenzaron a recetarme remedios para la ansiedad: me daban una dosis altísima, había perdido la percepción de todo, iba al área educativa, quería hacer algo y no podía, quería pensar y me dormía. Un día decidí largar todo de golpe y tuve abstinencia”. 

“Yo tenía que escaparme, tenía que resolver ese tema familiar. En ese instituto  teníamos las celdas abiertas y un día se fueron  los encargados y tuvimos una hora más  para estar ahí mirando la tele y un par de cosas, recuerdo que tenía una carpeta, con libros diarios y empecé a romper todo y armar palillos para lograr agarrar la llave del patio que estaba a pocos metros  mío. Le digo a un pibe; ¿por qué no nos vamos? Tengo un montón de problemas en la calle, quiero salir y matar a una persona, entonces logré agarrar la llave y hacer un “bondi”, no sé cómo no se percataron lo que iba hacer”. 

“A todo esto pasó media hora del alargue y ya estaba abriendo el patio, me voy, llevo el candado, dos sábanas y la manta, para armar lo que se llama el gancho para subirme al paredón, había visto un par de fugas y vi como mejoraron el sistema de seguridad, tenía las púas arriba de los paredones. Tiro el primer gancho y se me corta, además estaba un poco medicado, no tenía la percepción a full, no llegue a fugarme del lugar, me quede en el techo del área educativa porque todos los ganchos que tenia se me rompieron, estaba con un pibe de La Plata y recuerdo que entra Chamorro, que era el Jefe de Guardia, encargado de la noche y me dice: “ya está, perdieron”, él sabía cómo estaba, le había pedido varias veces hablar con el psicólogo y la psiquiatra. Entonces se baja el pibe primero y luego me bajo yo, y en vez de dejar que baje bien, me tiran desde una altura que me desmaye del golpe, y encima me llevaron una cuadra hasta los buzones, luego al hospital, donde me quise ahorcar como una manera de llamar la atención, para ver si podía fugarme, y no pude”

Segundo traslado: “Virrey del Pino”

Al otro día de la fuga le llega un nuevo traslado, como una especie de castigo ante una presunta indisciplina. En ese momento lo llama la directora del área educativa y lo vio todo golpeado y lastimado, además le sacó fotos y le sugiere que tenía que denunciar lo que le pasó porque nada de lo que hizo justificaba ese maltrato.  “Además hacia una banda de tiempo que tenía buena conducta, hasta imaginate que estaba pensando en dar mi propio taller”. 

Al tiempo le llega un nuevo traslado para la cárcel de Virrey del Pino, en el Partido de La Matanza en el Gran Buenos Aires, un lugar muy peligroso donde a los internos no les importaba nada, era a matar o morir.  A Nicolas lo envían al pabellón 1 denominado “el de la muerte”. “Ingreso ahí y me quería re morir, me pusieron de una, me dieron un par de fierrazos, no me dieron oportunidad de pelear, tuve en sanidad y volví al otro día”. 

“En ese lugar viví un montón de cosas feas, te pegaban por cualquier cosa, a un pibe de mi barrio le dieron una puñalada en la panza y otro con una puñalada en la cabeza, entraba la policía y reprimía a los escopetazos, gases. Después me entero que estuvo cerrado por un año por la muerte de un interno. Ahí estuve tres meses porque me acusaron de enfermedad mental por querer suicidarme”.

Tercer traslado: “Campo de Mayo”

“De ahí me envían para la unidad 34, en Campo de Mayo, que le decían el loquero y no sabía que era en ese momento. Era un garrón, nunca entendí  por que me mandaron  a ese lugar si yo no estaba loco, llegué directo a  los buzones, arriba era un pabellón cristiano y abajo un depósito.  Cuando llego me atiende el jefe del penal y me dice: vos estás acá porque te agrediste muchas veces y en un informe dice que te cortaste y demás mentiras. Lo único que hice fue pelearme con un pibe porque le estaba robando a otro  y no me gustaba eso, te digo la verdad. Después me acusaron de cuestiones esotéricas. Nada tenía sentido, todo lo que sucedió lo mandaron al juzgado 

“La jueza Elizabet Ordoñez tenía la maña de mandar a todos los pibes a un loquero, era muy estricta y tal vez está bien que lo sea, pero nunca tuve la oportunidad de poder agarrar y hablar con ella de mi situación, nunca me llamó para preguntarme si estaba bien o donde estaba. Muchas veces me pregunté por qué me mandaban a lugares cada vez peores si de verdad hice muchas cosas positivas. Yo me hago cargo cuando prendí fuego el instituto de menores, pero hay que darse cuenta que aquí adentro no es como ellos piensan, uno vive una vida complicada encerrado en estos lugares. Ellos te llaman cuando tienen ganas y si ven algo malo o mínimo no te dan ni libertad asistida, condicional o transitoria no sé por qué los jueces actúan de esa manera”.

Cuarto traslado: “Melchor Romero”

 En ese instituto estuvo cuatro meses y luego lo envían a la Unidad 45, en Melchor Romero, respaldado por la directora educativa que le tenía mucho afecto, que habló con el fiscal, un juez de La Plata y un Director del Programa Jóvenes Adultos, con gente que tenía poder en el Sistema de Servicio Penitenciario. “Me hicieron el traslado a la noche, cosa que no imaginé. Cuando llego me estaba esperando el jefe del penal, que me recibe y me dice: mirá Raposso tuve un llamado especial por vos y te estaba esperando para darte un pabellón, me pregunta si era allegado algún político o policía y le digo que nada que ver, le confieso que estoy haciendo una película con una persona. Y me dice que me va dar un pabellón y que iba a tener prioridad”.

El pabellón 3 era de puertas de madera, con lo cual era todo un avance en su situación carcelaria. Cuando entra lo busca el encargado del lugar y le sugiere un carnet para salir a trabajar, que ahí no se robaba y que en ese lugar iba a estar tranquilo, sin problemas.

Nicolas comenzó a salir a talleres, volvió a estudiar y a recibir al documentalista Fabio Zurita. Estuvo con la madre de su hija, lo venía a ver su familia. Hizo buena relación con la psicóloga de jóvenes y adultos, que veía que tenía conducta y  proyectos que quería presentarles para su área. Hasta le dieron un pabellón al que quiso hacer literario y lo pudo lograr. “Les daba cursos, si bien no tenía muchos conocimientos teníamos una biblioteca y una hora para leer y escribir, todo lo que se escribía lo juntábamos y lo presentamos tipo librito”.

En ese momento, lo llama de nuevo la jueza y el fiscal donde comenzaron a cuestionarlo, según Nicolas, con “muchas mentiras” “si yo tenía un pabellón que era muy contrario a lo que era los otros pabellones que se estaban robando y, que echaban a los pibes mal”.

“Lo que sucedió es que se fue el jefe del penal con el que estaba todo bien y entró otro que quería que hagamos lo que él quería, que sacaba pibes del pabellón porque tenía ganas, entonces yo me impuse y le dije vos no vas hacer lo que vos querés, acá existe una política y somos todos no soy yo solo, acá hay un montón de pibes y estamos bien”.

“Y se ve que el tipo se vengó mal con eso que le dijimos, hizo un informe que decía que yo tenía a los pibes apretados, que se vendía drogas y un montón de cosas, cuando yo veo al fiscal que me está acusando, la cara mía era de impresión, no lo podía creer, imaginate las injusticias. Incluso ese día me tenían que haber dejado en libertad”.

Por ese tema mandan su causa al Tribunal de Casación donde lo llaman un 29 de octubre, lo primero que sucedió ese día antes de ir al tribunal es que quería pasar al baño porque estaba descompuesto del estómago con vómitos. Las autoridades penitenciarias no lo dejaron ir y Nicolas les respondió de mala manera. “Porque no podía callarme al lado de tantos presos quedaba mal yo”.

‘Recuerdo que tenía las esposas en la espalda y estaba bajando el primer escalón del camioncito y siento una patada en la espalda y me re desplomé, encima no tenía forma de agarrarme de ningún lado, me cagaron a palos, con la cara rota, no me querían llevar a Casación por la situación en la que estaba”.

“Cuando llegó me vio un juez o un fiscal de Casación no recuerdo y me preguntan: que me había pasado, les digo que me molieron a palos solamente porque pedí pasar al baño y me dijeron que no y les contesté mal. La verdad no puedo pegar una les digo, me sale todo mal. Igualmente me dicen que me quedé tranquilo que tenía mi informe y todo lo que veían de mí era muy bueno, les dije que estaba haciendo una película, además agregan que tenían 5.000 presos y que ninguno estaba haciendo lo que hago yo. Por otro lado, le digo que veía pibes que se iban en libertad, con dos años por homicidio y yo por un robo que obviamente está mal, no era justo darme tantos años por una causa de menores. Me dijeron que en tres días me iba a quedar en libertad”.

Nicolas esperó esos días y recuerda que estaba en un taller de teatro y le llega un informe de peculio que es lo que le pagan por el tiempo que trabajó en ese lugar y las cosas que hizo. Así y todo, estaba escéptico pensaba que no se iba a ir, ya que tantas veces le prometieron eso y nunca había sucedido. Finalmente, el 5 de noviembre de 2019 a las 11 de la noche fue puesto en libertad. 

A Nicolas le dieron su libertad después de cuatro años, un par de meses antes de la pandemia sin documentos, intentó hablar con la fiscalía, el juzgado, la unidad 45 para que le puedan hacer la documentación. Todo fue en vano lo largaron en forma NN, intentó hacer un CV para poder trabajar, “imagínate que le pedía el documento a mi hermano para poder hacer todo eso y no tenía forma. Comenzó la pandemia y se me complicó todo, no podía hacer nada”.

Cuando salió de la cárcel no sabía lo que era caminar sin nadie que lo vigile, respirar aire puro, subir a un colectivo, algo le parecía extraño e inexplicable. Cuando llegó a su casa nadie lo podía creer, sus hermanos no lo conocían.

“Estaban enormes, me preguntaba cuando crecieron tanto. Estuve como tres o cuatro años sin verlos. El barrio era otro, la villa no era más villa, ya era todo asfaltada, algo increíble. Mis amigos algunos ya estaban casados con hijos. Me cagó salir sin documentación de una cárcel y en una pandemia, que ni siquiera sabía que era esa palabra. Había días que no comía de verdad,  me costó una “banda” salir adelante en ese momento, estaba  sin saber que hacer, no veía alternativas porque no había nada de trabajo,  imaginate que la gente que tenía lo perdía, que le pagaban la mitad del sueldo y  yo que era un NN, recién salía de la cárcel, no conseguía nada,  ni siquiera albañilería, hasta que me di por vencido, lo único que me quedaba era salir a robar de nuevo. No a la gente, sino a los que vendían droga, tenía una persona que me había dado una ropa de policía y tuve todo ese tiempo robando a los que se dicen “transa”, porque ahí estaba la plata fija, pero era robarles, tener plata en una mano y tener un montón de droga en la otra. Y comencé a consumir de nuevo, me veía perdido, adelgazaba muy rápido, mi cara cambiaba, no podía creer que me había perdido tan rápido. En ese contexto, se me había enfermado mi mujer de cáncer, eso me tocó demasiado porque la vi sufrir mucho.  Siempre fue una persona muy buena que estuvo en todo momento. A veces le preguntaba a Dios por qué se lleva a las personas buenas. Y ahí me llene de nuevo de odio. Me quedé sin voluntad, aquel Nico del cine tenía todo, el que salió de la cárcel y transitó otro camino era otro”.   

“¡Cada una me pasó en la vida! A veces me pregunto cuándo será el día que tenga un año de tranquilidad. Un día tenía a la vuelta de mi casa gente que vendía droga y estaban haciendo un re bondi, hacían lo que ellos querían, le daban plata a la policía. Un día mi mamá me llama y me dice que hubo problemas, que escuchó tiros donde estaba involucrado mi hermano”.

“Salgo corriendo lo veo al chabón que involucró a mi hermano, lo agarró del pelo, le di un par de trompadas porque estaban haciendo lo que ellos querían con la droga, me tendieron una trampa, me denuncian y me adjudican un robo  agravado  (que no hice) con condena de tres a ocho años y la verdad es que cuando allanaron el lugar donde vivía encuentran una tarjeta de crédito y nada más. Entonces fui primero a la comisaría de Bella Vista, luego a la de San Martín, San Miguel y me sacaron para la Alcaldía de San Martín (localidades del noroeste del Gran Buenos Aires) hasta que me trasladaron a la Unidad 28 de Magdalena en Buenos Aires, donde estoy esperando el juicio, pero te digo la verdad: tengo tanta mala suerte que no sé que me puedan presentar”.

Datos estadísticos

En Argentina no existen estadísticas actuales sobre población juvenil en instituto de menores. El último fue el 2020 (Relevamiento Nacional de Dispositivos Penales Juveniles y su Población), realizado por la Secretaría Nacional de Niñez Adolescencia y Familia, Ministerio de Desarrollo Social y Unicef, que informa que existen 2.221 adolescentes “infractoras/es o presuntas/os infractoras/es a la ley penal de hasta 17 años inclusive alojadas/os en establecimientos o incluidas/os en medidas territoriales del sistema penal juvenil de todo el país”. Según el informe, esta población representa menos del 0,1% del total de adolescentes de 14 a 17 años, siguiendo< las proyecciones de población por edades simples del Instituto Nacional de Estadística y Censos para el año 2020.

De ese total, 89,8% tiene entre 16 y 17 años, lo que implica que, en la medida que los delitos imputados son de acción pública y con una pena de dos años de prisión o más, son consideradas/os punibles según la legislación vigente.

 El 94,7% de las/os adolescentes que se encuentran incluidas/os en dispositivos penales juveniles son varones, mientras que el porcentaje de mujeres es del 5,3% (270).

En cuanto a los tipos de delitos, los que atentan contra la Propiedad representan el 56,7% del total a nivel nacional. Dentro de esta categoría, el robo ocupa el primer lugar, representando el 63,3% del total de Delitos contrala propiedad.

En segundo orden se encuentran los delitos contra las personas, con el 14,6% (745) del total a nivel nacional. Dentro de esta categoría, Homicidio representa el 38,1%. En contraste, las categorías con menor incidencia son: Infracción al código de faltas y contravenciones, la cual engloba 36 adolescentes (0,7%) y Delitos contra el Orden Público, con 11 adolescentes, el 0,2% del total.

Asimismo, es destacable que para el 13% (664 adolescentes), no se cuenta con información sobre el presunto delito por el cual ingresó al sistema penal.

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