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Medellín y Nueva York, dos ciudades que lograron derrotar al crimen y la violencia

Por: Carolina Ceballos | Publicado: 16.04.2023
Medellín y Nueva York, dos ciudades que lograron derrotar al crimen y la violencia Medellín y Nueva York, ejemplos de superación |
¿Quién dijo que todo está perdido? En ciudades emblemáticas de Latinoamérica y Estados Unidos saben de crimen organizado, del poder del narco y de incivilidades que han amenazado a su población hasta trasladarla a un desolador estado de desesperanza que con trabajo, decisión y sentido de pertenencia, lograron dejar atrás con ejemplificadores y admirables casos de resiliencia.

Cuando en Chile los episodios de violencia se suceden uno tras otro, en medio de una crisis de seguridad en escalada, las esperanzas de recuperar nuestro país parecen diluirse mientras los departamentos de prensa de los medios informan de tiroteos, intentos de secuestro e ilícitos que han mutado en forma e intencionalidad, con una criminalidad desbordada de la que bien pueden hablar en barrios que otrora no representaban amenaza alguna para el desarrollo de la vida cotidiana en óptimas condiciones, lo que por estos días parece un anhelo o un recuerdo de tiempos mejores que, desconocemos, cuándo volverán.

Así, en medio de la irrupción de figuras públicas que asumen un liderazgo con el que apelan a ponerle atajo la delincuencia, la crisis de seguridad que evidencia nuestro país, no muestra señales de remisión alguna, como ya ocurrió en otras grandes ciudades del mundo, donde la desesperanza dio paso a iniciativas que permitieron recuperar la convivencia y la tan necesaria tranquilidad, insumo básico para vivir en paz.

Se puede. Así lo hicieron ciudades como Medellín en Colombia y Nueva York en Estados Unidos, en casos tan emblemáticos como envidiables que vale la pena tener en cuenta.

Peligro en la gran manzana

Durante el año 2017, Nueva York registró 290 homicidios, el más bajo registro desde 1951, en lo que parecía un hecho impensado. De hecho, la comparativa con 2016, evidenció una merma en los asesinatos equivalente al 13,5%, mientras que y si se equiparaban con el nivel de población, la tasa de homicidios de 2017 fue de 3,4 cada 100.000 residentes, muy distanciada de los 30,7 que hubo en 1990, detalla un artículo de la época que publicó la BBC.

«Nadie creía que fuera posible tener menos de 300 asesinatos», dijo el alcalde de ese entonces, Bill de Blasio este mes, mientras el comisionado de policía James O’Neill, dejaba claro que las incivilidades evidenciaban una merma considerable. «Nueva York no es la pesadilla violenta que una vez leímos en la prensa, miramos en TV o vimos en películas», decía orgulloso.

¿Cuál fue la fórmula a la que se apeló para dejar atrás la violencia desatada en la ciudad?

Se incrementó en al menos 35% en la cantidad de policías en la ciudad entre 1990 y 2000, cuando la dotación superó los 53.000 funcionarios.

De hecho, fue el mayor aumento de funcionarios  de la década en cualquier metrópoli de EE.UU. con más de 250.000 habitantes. E incluso, el número de policías de narcóticos subió sobre el doble, a lo que se adicionó un refuerzo en el ámbito tecnológico.

«Entraron sistemas computarizados para que el jefe de policía supiera dónde se desplegaban los policías, dónde se cometían los crímenes y qué impacto tenía el despliegue policial en las tasas de criminalidad», aseguró Franklin Zimring, experto en el tema y autor del libro «La ciudad que se hizo segura: lecciones de Nueva York para el crimen urbano y su control».

Nueva York logró salir del espiral de la violencia que la agobió durante años- Captura NBC

Nueva York logró salir del espiral de la violencia que la agobió durante años- Captura NBC

El sistema computarizado al que apeló la ciudad recibió el nombre de CompStat y se implementó con gran éxito desde 1994, lo que se complementó con la utilización de teléfonos celulares e inteligentes.

Posteriormente, entre otras medidas se incluyó un sistema llamado ShotSpotter para detectar disparos a través de sensores especiales.

No exento de controversia, se aplicó un cambio de estrategia que apuntó a la «tolerancia cero» o «teoría de las ventanas rotas», vigilando de manera agresiva las violaciones menores de la ley para evitar crímenes más graves.

Se trata de un sistema que explica el libro «Arreglando Ventanas Rotas» (1996), de George L. Kelling y Catherine Coles, que aborda la criminología y sociología urbana, apuntando a las estrategias para enfrentar la delincuencia barrial.

«Una buena estrategia para prevenir el vandalismo, es arreglar los problemas cuando aún son pequeños. Repara las ventanas rotas en un período corto, digamos un día o una semana, y la tendencia es que será menos probable que los vándalos rompan más ventanas», plantea la publicación que explica el sistema implementado en Nueva York.

Otro método aplicado fue poner fin a los mercados públicos de venta de drogas emplazados en distintas zonas de la ciudad donde la disputa violenta por controlar los mejores, incentivaba el incremento de los homicidios.

Medellín

En el caso de la ciudad colombiana, un artículo que Forbes publicó hace casi ocho años, pormenoriza en el caso de Medellín, que pasó de ser la más violenta del mundo a la más innovadora.

¿Cómo lo hicieron en el país que actualmente lidera Gustavo Petro, para salir de este peligroso círculo? En febrero de 1990, la explosión de un coche-bomba terminó con la vida de 17 personas, un hecho que reflejó fielmente la historia de horror responsabilidad del narcotraficante Pablo Escobar, que se sumó al conflicto guerrillero del país latinoamericano donde el homicidio era la principal causa de muerte.

Tanto así que, en ese tiempo Medellín tenía una tasa de homicidios superior a 300 por cada 100,000 habitantes, a lo que se adicionaban los altos índices de pobreza extrema, con 282,000 personas en esta situación a inicios de los 2000, una situación que la ciudad logró superar, evidenciando un rostro muy distinto en las últimas dos décadas.

Escobar dejó de ser el personaje más popular de la zona, mientras que edificios de empresas tecnológicas se empezaron a imponer en el barrio. “Medellín no busca convertirse en el nuevo Silicon Valley, sino que quiere ser el epicentro de innovación de América Latina”, aseguraba el entonces alcalde de la ciudad, Aníbal Gaviria.

Tanto así que en el año 2013, The Wall Street Journaly Citigroup catalogó a Medellín como la “ciudad más innovadora del mundo”, una región de Latinoamérica que supo cambiar las armas por los chips.

Fue entonces que grandes emplazamientos tecnológicos se empezaron a imponer en las  principales vías de Medellín, ahora libre del impacto del zar de la droga, quien falleció en noviembre de 1993.

Representantes de compañías tecnológicas y emprendedores comenzaron a recorrer los pasillos de los edificios buscando financiamiento para sus empresas, en lo que terminó transformándose en un nuevo enfoque de negocios en la metrópoli.

Las estadísticas oficiales empezaron a otorgarle nuevos aires a la ciudad del Valle de Aburrá, que logró reducir su índice de violencia en 80% en los últimos 20 años en que Medellín cambió radicalmente su rostro, transformándose en una ciudad apacible y llamativa para el turista, que se muestra ávido de recorrer sus calles, donde destacan importantes atracciones.

Con el narcotráfico y la guerrilla, en 1991 Medellín enfrentaba su momento más adverso, con el mayor número de muertes causadas por homicidio (6,658). Ese año marcaría un punto de inflexión, con índices a la baja de este delito, que ya en 1995 tuvo una merma de 30%.

La fórmula de la capital de Antioquía

La fórmula es multifactorial y apunta a cuatro hechos que se resumen en los acuerdos de paz alcanzados en 1990, la desarticulación del Cartel de Medellín y el deceso de Escobar, además de la Operación Orión en la Comuna 13 (la más pobre de la ciudad) el 2002, y la desmovilización del Bloque Cacique Nutibara, detalló en su oportunidad Jorge Giraldo Ramírez, doctor en Filosofía y profesor y Decano de la Escuela de Humanidades de la Universidad Eafit.

A lo anterior se sumó una relevante inyección de capital local y extranjero, que se vio consolidadada con el emplazamiento de la Ruta N en 2009, a lo que se adicionó una inversión de 30 millones de dólares de Hewlett Packard, que instaló una planta en Medellín en julio de 2010.

De esta manera, la capital de Antioquía empezaba a dejar atrás sus peores tiempos, luciendo imponente junto a sus emplazamientos tecnológicos de envergadura.

Y en el ámbito de la infraestructura público-privada, dos proyectos le dieron una nueva impronta a la ciudad. De esta manera, la construcción del Metro de Medellín (1995) y el Metrocable (2004), un teleférico que conecta a las comunas con el centro urbano, pasaron a ser parte de la arquitectura emblemática de la ciudad.

La instalación de escaleras eléctricas en la Comuna 13 de San Javier, también fue un cambio relevante que redujo los tiempos de traslado de la comunidad, creando un sentido de pertenencia y una conciencia para cuidar el patrimonio común, algo impensado en otros tiempos.

Aníbal Gaviria habló de una ciudad limpia y ordenada, blanco de las inversiones de las trasnacionales tecnológicas. Con la disminución de las tasas de criminalidad, un significativo refuerzo a la infraestructura de la ciudad y un transporte público eficiente, se hizo posible el surgimiento del nuevo Medellín.

 

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