Letras

CRÍTICA| Confinamientos por un fin de semana con el objetivo de escribir una novela

Por: Darwin Caris, periodista y librero | Publicado: 13.10.2020
CRÍTICA| Confinamientos por un fin de semana con el objetivo de escribir una novela |
Los paisajes del sur, esas frías lluvias que lavan las calles de la ciudad de Valdivia y los relatos intimistas vuelven de la mano de Marcelo Lillo en una novela breve que confirma su trabajo narrativo, esta vez con la pretensión de cuestionar la función y validez de la escritura y la literatura.

Historias paralelas de escrituras, búsquedas, confinamientos por un fin de semana con el objetivo de escribir una novela. Valdivia y su marco escénico de lluvia, viento y esa humedad que envuelve las casonas viejas son las cartas de presentación de Las obras y las sobras, la nueva novela de Marcelo Lillo publicada por la editorial independiente Libros de Mentira.

Conocido y reconocido por sus volúmenes de cuentos El fumador y otros relatos (2008) y Gente que baila sola (2009), esta vez la construcción de la ficción tiene como protagonistas al poeta Sidney Salinas y al profesor y aspirante a escritor, Alejandro. Ambos se ven enfrentados a un momento de duda existencial y deciden poner en marcha la fuga desde sus respectivos hogares como posibilidad de salvataje. Para el poeta, redimirse frente a un momento de enfermedad; para Alejandro, escribir lo que será su primer acercamiento al debut en la literatura.

Marcelo Lillo ya venía trabajando esta suerte de micropolíticas de la cotidianidad al poner en circulación personajes con vidas simples que sufren quiebres, golpes y cuestionamientos que tienen su correlato en la paleta de grises del paisaje valdiviano, donde ese frío que se cuela se pega a los huesos. Sidney y Alejandro, tal vez, sean un mismo personaje pero presentado en momentos cruciales de la vida: el inicio, el intento, el ensayo/error en las batallas diarias de la escritura. Ambos, de la mano de Lillo, direccionados al escape, a ese punto de fuga sin retorno como vía respiratoria.

Estética de la lluvia

Es interesante cómo el autor va resolviendo los planos de la novela. Como si observáramos una tela, la acción va avanzando en una progresión que alcanza esos dramatismos de cuadro cubista, donde paralelamente van desplegándose las situaciones. El lector se posiciona en el otro ángulo de la ciudad, la otra orilla, donde también ocurren cosas. Donde se concatenan y completan diálogos, acciones, miradas por una ventana para ver llover.

Planos exteriores/interiores, un recurso para que la representación del oficio de escribir sea puesto a prueba como punto de salvación o condena, una cuestión clásica en la literatura, que aquí demuestra la madurez de Lillo al establecer distancias en la voz narrativa, sin caer en las cursilerías. Porque esta es una novela intimista, no edulcorada.

La estética del autor, permeada por el paisaje, es la constante reflexión de sus personajes, la resolución de vida. El todo o nada. “Transita por la zona vieja de la ciudad, borroneada por la lluvia que a cada momento se hace más tupida, tanto que el paisaje parece existir tras un telón de gasa. De pronto la calle desciende de forma suave y Sidney Salinas, con el panorama por delante, descubre que es la única figura en varias cuadras, el exclusivo perro desamparado del invierno”.

Lo doméstico, escenografía del conflicto

Las texturas azuladas y temperaturas frías, como chorreo de humedad por las paredes en la casa valdiviana, ambientaciones térmicas en las construcciones ficcionales de los inviernos de Marcelo Lillo desembocan en el espacio doméstico como escenografía del conflicto. Porque si bien los conflictos de los hombres protagonistas son soterrados, sus naturalezas se vuelven caóticas cuando se tensan las categorías relativas a la literatura: escritura, recepción, ficción. Es con estos materiales, los literarios, que la novela explota. Cuando el experimentado poeta Salinas y el debutante Alejandro se ven enfrentados a relacionarse con las recepciones de “la obra”: las historias, cómo relatarlas y cómo son recibidas.

Esta novela sobre el “escribir” avanza hacia su final dejando regueros de preguntas, tanto de los protagonistas “literarios” como de los secundarios. Tal vez una manera de encauzar lo que Lillo pretende desde su escritura recluida en Niebla, desde donde cada cierto tiempo remueve con su voz narrativa de pausas, fríos y torrentes macizos de agua. “¿Para qué sirve un libro?, piensa Alejandro mientras baja la escalera. (…) ¿Cuál es en definitiva la función última de la literatura?”. Alejandro, personaje a secas y sin apellido, espera su bautismo literario en alguna esquina lluviosa de Valdivia.

Las obras y las sobras

Marcelo Lillo

Libros de Mentira, 2020

95 páginas

Precio de referencia: $10.000

 

 

 

 

 

 

 

 

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