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La familia militar, Dios y la patria

Por: Ismael Rivera, poeta y editor | Publicado: 06.02.2020
La familia militar, Dios y la patria |
Fortalecida en dictadura por Pinochet y cía., la “familia militar” permaneció intocada por los gobiernos concertacionistas. A sabiendas de que las políticas neoliberales perpetuadas hartarían a la gente, la Concertación entendió que requería a las fuerzas represivas de su lado. Tocar esos privilegios sepultaba la tranquilidad de su saqueo. Hoy, el gobierno del empresario desnuda esta alianza perversa.
“La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.” 
Groucho Marx
“Mmm, ya. Bueno, le pongo con mis propias palabras no más lo que yo quiero decir, no más.”
Martín Blanc

En la constitución de este angosto oasis latinoamericano, la familia es el núcleo sobre el que se basa la sociedad. Así le gustaba a Jaime Guzmán: Dios, la familia y la patria. Por años, el término “familia militar” ha resonado en los pasillos del oasis, moviéndose esta familia en una realidad paralela que a muchos parece sorprendernos. No son precisamente de la clase alta del país, pero sí poseen regalías que el resto de los patipelados no. Clubes de esparcimiento, cabañas en balnearios, viviendas a convenientes precios en lindos condominios, pensiones de otro mundo, jubilaciones anticipadas, y un largo etcétera. Quisiera meter en esta “familia militar”, aunque peque de poco ortodoxo, a la moribunda institución de Carabineros. Me tomo esta libertad ya que ambas instituciones han sido utilizadas exclusivamente para reprimir con brutalidad al mismo pueblo que creyó encontrar en ellos protección. Fortalecida en dictadura por Pinochet y cía., la “familia militar” permaneció intocada por los gobiernos concertacionistas. A sabiendas de que las políticas neoliberales perpetuadas hartarían a la gente, la Concertación entendió que requería a las fuerzas represivas de su lado. Tocar esos privilegios sepultaba la tranquilidad de su saqueo. Hoy, el gobierno del empresario desnuda esta alianza perversa. 

En la entrevista hecha hace unas semanas al teniente Martín Blanc, responsable de la golpiza a Moisés Órdenes en Plaza Ñuñoa, sus palabras revelan un guión que, supimos luego, era prácticamente aprendido de memoria. «Queríamos irnos para la casa, estábamos chatos, no queríamos más guerra». Este fue el titular de La Tercera, intentando limpiar la imagen de la “familia militar”. Blanc se presenta a él y a su piquete como trabajadores extenuados después de una larga jornada, ansiosos por volver a sus casas a ver a sus hijos. Un padre de familia que, como cualquiera, solo quiere llegar a disfrutar de los suyos. Saltarse todo protocolo era entendible para tan humana necesidad, reflexiona el teniente, un obrero del orden de la patria. Gracias a la investigación publicada por Ciper, vemos la mentira que, una vez más, atraviesa el actuar de Carabineros. Gracias a las imágenes y al audio del celular de Moisés Órdenes, sumado al llamado de Blanc a Gonzalo Tolorza, se ha podido desmentir la versión que repitieron los implicados en este episodio de tortura. Las palabras de Rozas asegurándoles protección son un salvoconducto. Mismo caso que en el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca y tantos otros montajes, la mentira es un escudo de protección.

Como cualquier familia tradicional, la militar se cuida a sí misma, se blinda en casos incómodos y el silencio impera, ya que si no se nombra no existe, no pasó. El eterno borroneo de la memoria. James Díaz, uniformado FACH, impune aún por el femicidio de Ximena Cortés Rojas, quien fuera encontrada en la tina de su casa en la Base Cerro Moreno, recién fue dado de baja hace unos meses. ¿El motivo? Drogas. Nada, absolutamente nada relacionado al femicidio de quien fuera su esposa y madre de sus hijos. Díaz dice que Ximena se suicidó, pero las investigaciones forenses aseguran que las heridas con las que llegó no podría habérselas hecho ella. Su cuerpo fue exhumado tras las sospechas de una autopsia manipulada, demostrándose que Ximena había sufrido una brutal golpiza previa a los cortes. La madre alega entorpecimiento y ocultamiento de parte de la FACH. Falta mucha información, otra se ha perdido. El silencio rodea a Díaz y a la base aérea. El encubrimiento, otra forma de mentira, se cierne uniformada sobre el cielo de Antofagasta. 

Bárbara Ewing, militar de la rama de Artillería, al igual que su familia, cuenta en el libro Chilenas en armas de Cherie Zalaquett: “Nunca me interioricé sobre nada civil, no me llamó la atención ni entrar a la universidad. La vida militar es la que llevé siempre con mi familia y me gusta (…) los beneficios que hay si uno va logrando metas. (…) Esos objetivos a corto plazo que me traen algún tipo de beneficio, los veo más posibles en el Ejército que en una empresa civil”. 

Hace unos días me decían que cómo era posible que carabineros y militares no quisieran un cambio en el país. La respuesta está a la vista. Y no he tocado aquí el Milicogate y el Pacogate. Menos he hecho una revisión de la impunidad sobre los crímenes de la dictadura cívico-militar. Como sicarios, cobran lo que creen les corresponde por mantener el bienestar de una minoría. Y cobran bien. En estos momentos, la “familia militar” se prepara para marzo, recibe instrucciones, juguetes macabros, destinados a ser desplegados con total libertad en las calles del país apenas comience el año hábil. Acá seguimos contando muertos, llorando muertas, intentando desmantelar las mentiras de un gobierno y una clase que posee los medios y los miedos para seguir en pie. Se viene marzo, y no deja de resonar la letra de una canción que dice: “la verdadera familia tradicional es la que te asesina”.

    

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