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VOCES| ¿Por qué las líderes mujeres son más eficientes para enfrentar la pandemia?

Por: Pía Gonzalez Suau, escritora | Publicado: 13.05.2020
VOCES| ¿Por qué las líderes mujeres son más eficientes para enfrentar la pandemia? |
¿Qué pasa cuando se cambian las estrategias en base a una transformación radical del tono del discurso? Seis mujeres han llevado a sus países a superar o estar en vías de superar la pandemia. Ninguna habló de violencia, al contrario, sus actitudes fueron empáticas y amables, apelando al apoyo comunitario. 

Es interesante prestar atención en el comportamiento de los países respecto a la pandemia de COVID-19, poniendo el foco en sus líderes. En etapas de crisis, los gobernantes, lo quieran o no, aparecen a la luz pública como personajes que cobran importancia mundial y lo que dicen u omiten, las medidas que impulsan y las que no, incluyendo el tono que usan para referirse a esa crisis, están en la palestra. Es comprensible, sus ciudadanos dependerán de vivir, morir o enfermar, según sus decisiones. Generalmente tendemos a resaltar a aquellas de los países más ricos, más grandes, de mayor poder y de gran atención mediática.

Las estrategias usadas por los gobiernos para enfrentar el virus han sido diferentes, dependiendo de las características de cada lugar. Unos han tenido relativo éxito, otros están por verse y algunos han sido fracasos rotundos. Esto no siempre sucede en directa relación con los recursos de cada país, pero sí es indudable que el estado de desigualdad y pobreza con que cada país ha “recibido” la pandemia ha sido un factor determinante, pero no excluyente, a la hora de fracasar o salir adelante.

Lo que ha sido fundamental es la forma en que los gobernantes han ejercido la autoridad. Y aquí viene lo especial, porque cuando hablamos de firmeza, se piensa en esa forma tradicional de aplicarla, la cual se manifiesta en amenazas y palabras agresivas, tales como guerra, enemigo poderoso, enfrentamientos hasta virus-terrorismo. O son gobernantes que buscan adversarios a quien atribuirle culpas y responsabilidades. Está el que lloriquea y se burla, como un niño taimado cuando se le piden respuestas, o el que amenaza con “matar” a los que no cumplan la cuarentena. Todas actitudes histéricas de fuerza y poder patriarcal, un lenguaje donde la pelea, la violencia y la descalificación son los acostumbrados.

¿Pero qué pasa cuando se cambian las estrategias en base a una transformación radical del tono del discurso? Jacinda Ardern, es la tercera mujer que ejerce el cargo en Nueva Zelanda. A principios de marzo aparecieron los primeros seis contagiados. Ardern ordenó cuarentena absoluta para todo el país durante un mes y el cierre total de fronteras, en una estrategia que buscó la eliminación de la enfermedad más que la mitigación. Aplicó un amplio plan de exámenes para llevar el control minucioso de la transmisión de la enfermedad.

No hizo lo mismo Angela Merkel, primera ministra de Alemania. Ella se basó en la asesoría de La Academia Nacional de Ciencias de Alemania, institución científica en un 80% financiada por el Estado, quienes daban las pautas a seguir. Leopoldina la llaman y con su nombre femenino asesora a políticos en cuestiones de salud y ciencias. Este trabajo efectivo en equipo, donde Merkel no dudó en dejarse guiar por expertos en sus decisiones,  permitió que los ciudadanos y ciudadanas confiaran en ella y acataran las nuevas reglas, sin una cuarentena estricta, sino fomentando el distanciamiento social, cierre de fronteras, de locales comerciales, restaurantes, etc. Merkel no contaba con gran popularidad política cuando comenzó la crisis, se rumoreaba su salida por el descenso de apoyo. Sin embargo, logró revertir esto en el país más grande de Europa y los alemanxs siguieron una pauta de comportamiento que ella mantuvo desde el comienzo con claridad, honestidad a toda prueba (les advirtió que el 70% se contagiaría) y un  discurso frontal y sin contradicciones.

Tsai Ing-Wen, primera presidenta mujer de Taiwán, controló la pandemia desde el primer día, cancelando vuelos desde la vecina y controvertida China y cerrando fronteras (antes que la OMS recomendara hacerlo) y también aplicó tests de manera masiva. El Centro para Control de Enfermedades de Taiwán alertó en diciembre de una neumonía atípica en Wuhan y en vez de dejarla pasar, se indagó de inmediato en sus características y posibles peligros.

Katrín Jakobsdóttirm, primera ministra de Islandia, la primera decisión que imparte es que todos los ciudadanos puedan acceder a pruebas de COVID-19 gratuitamente, sin importar su sintomatología. De esta manera, recogen un registro rápido de los contagiados, cifras reales para los seguimientos, pudiendo no implementar cuarentenas totales ni cierres de establecimientos educativos.

Sanna Marin, es la primera ministra mujer de Finlandia en su historia y la más joven. Desde el comienzo utilizó las redes sociales, reunió a los influencers de su país y, con ellos, ideó una campaña para crear conciencia de la enfermedad. Informaban en línea las advertencias contra el virus, divulgando datos reales e información científica, logrando distribuir la información de las medidas de prevención en una especie de boca en boca informada por los propios jóvenes, la población menos afectada mortalmente pero con gran capacidad mediática.

Erna Solberg, primera ministra de Noruega, se permitió explicar la pandemia en una alocución dirigida especialmente a los niñxs. Sin permitir presencia de adultos, aclaró sus miedos, permitiéndoles sentirse asustados y poder confiar en los adultos.

Estos diversos países han logrado o están en vías de superar la pandemia con pocos contagiados y número bajo de fallecidos ¿Qué tienen en común? Adelantarse a los hechos, priorizar la vida, ir de frente con total veracidad hacia sus ciudadanos, no titubear en tomar medidas drásticas y originales, mantener una línea de acción y una actitud humilde al recoger y aplicar las observaciones de los expertos, pero sobre todo, utilizar un tono conciliador y constructivo, sin omitir la información o maquillar la realidad. Ninguna habló de violencia, al contrario, sus actitudes fueron empáticas y amables, apelando al apoyo comunitario. 

Las mujeres estamos en una continua relación con el cotidiano. No mandamos a hacer las cosas, las hacemos. Conocemos ese lugar de zozobra y esfuerzo silencioso, los problemas convergen a nosotras y los llevamos a la espalda porque históricamente se nos ha enseñado que somos las primeras responsables de la sobrevivencia espiritual de los nuestros. Frente a la carencia, no huimos dejando atrás el problema, vamos de frente como sea y resolvemos. Nos faltaba ese paso adelante, zanjar esa pequeña distancia entre ser capaces en silencio y ser las líderes que muestran al mundo la eficiencia de otra forma de gobernar.

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