Texto y fotos de Daniel Noemi
En clases nos toca hoy la llegada de Colón y toda esa vaina. Además vamos a ir al museo a ver las salas de arte precolombino que hay aquí en Boston —bastante decente hay que reconocer. Les pido a los estudiantes que, si quieren, traigan noticias sobre Latinoamérica para comenzar la clase. Una chica habla sobre los choques entre los profesores y la policía en México. Les pregunto qué piensan. Silencio. Una de repente larga que los profesores son unos flojos, que ella ha vivido en México y sabe que así es. Otro le responde que es injusto cambiar las reglas del juego a mitad de camino. ¿Y qué pasa con los estudiantes? ¿Qué piensan ellos en México?, tercia otra. (Yo me pregunto si estos chavos creerán que su educación —que en estos momento significa tenerme a mí ahí delante, con pinta de payaso— vale los cincuenta mil dólares que pagan al año. Todos deberíamos leer a la gente del Colectivo una Nueva Educación, a la Pancha Corbalán y al Iván Salinas. Estos chicos también).
En el Museo, junto a las piezas precolombinas, hay muchas otras cosas. Ahora, por ejemplo, está de visita un cuadro bellísimo de Piero de la Francesca, la Senigallia Madonna. Es parte de una campaña para mejorar la imagen de los Carabinieri italianos. Ellos fueron los que recuperaron el cuadro que había sido robado y ahora lo andan prestando. Buena técnica. ¿Qué podrían prestar los carabineros chilenos? Prefiero no pensarlo en serio. Bueno, todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Dicen. (Hay también un cuadro de Matta, quien nació el 11 del 11 del 11. Tanto once que llega de veras a parecer surreal el tipo.)
Camino de regreso a la universidad. Camino junto a los estudiantes. Escucho sin escuchar sus conversaciones. Exámenes que se avecinan, carretes para el fin de semana, compañeros de cuarto insoportables. Uno me pregunta si lo del museo entra en la prueba. “Lo del museo”, repito. ¿Qué del museo?, le quiero preguntar, pero sé que sería redundante. Pienso en los profesores que han sido desalojados brutalmente del Zócalo en el DF, en mis amigos en Chile que quieren cambiarle la cara a la educación (y no solo la cara sino el mero ADN), pienso en los Ecos y en el arte precolombino que acabamos de ver. Sonrío e intento no parecer condescendiente. A decir verdad no me acordaba que había prueba. Solamente lo importante, digo con voz lo más profesoral posible. ¿Solo lo importante?, su voz denota sino sorpresa un poco de enojo, digamos que está enojado pero no puede dejarlo ver. No lo puede evitar: ¿Y qué es lo importante? Entonces, haciendo un esfuerzo para que mi acento sudaca no me traicione le digo: “eso depende de ti”.