Según informó Radio Biobío, los ladrones de helados intimidaron al conductor del vehículo utilizando armas de fuego, por lo que este se escondió y posteriormente dio aviso a Carabineros.
Luego de este macabro crimen los individuos se dieron a la fuga, repartiendo entre los pobladores de la zona el equivalente a 700 mil pesos en heladería.
Con el aire saturado de humo y el termómetro pasando los 30 grados, los clásicos Centella y Trululú no le vinieron mal a nadie. El susto se lo llevó quien manejaba el camión, quien no pudo disfrutar de un refrescante confite de agua congelado.
La acción recordó las «recuperaciones» de leche y pollo realizadas en dictadura y distribuidas en las poblaciones, aunque la primera necesidad de lo sustraído esta dirigida ahora a otro grupo etario.
Hacemos un llamado a juzgar la moral de estos inescrupulosos magnates, en vez de apuntar a quienes, pensando en las fuertes olas de calor, repartieron helados por las calles de Santiago.