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El maravilloso país de los sorprendidos (con la sinvergüenzura)

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 04.04.2014

pacosQue no pueden creer las cosas los chilenos cuando las cosas son las que han forjado como nación hace más de doscientos años y hoy, horrorizados con el espejo se miran y dicen ah, gente hijueputa que aprovecha con la desgracia ajena, condenando la malparidez de los comerciantes de las zonas simbroneadas por el terremoto.

Que los maten.

Que los cuelguen de las güevas.

Que les quemen a los hijos porque en tiempos de desgracia no se debe abusar, repiten loritos quiquiriqueando con la agudez de su tono sin verse ellos en los otros, sin ver en el comerciante malandra la expresión de lo que su sociedad ha dicho es el futuro. Es lo correcto.

Tan correcta es la cosa que aunque se sorprendan con que se especula en Chile con la desgracia, un desgraciado los gobernó encumbrado con el billete que ganó especulando.

Y terminó su gobierno y no falta el bobo que lo extraña. Tampoco el bobo que cree que la cosa cambió.

Y qué culpa tiene la vieja del negocio de querer hacer su agosto con el vecino en desgracia si los próceres de su patria le han enseñado eso, si el Estado que amenaza Por la razón o la fuerza ha usado la segunda para mostrarles que al caído caerle, al pobre la deuda y al enfermo la cuenta.

El sistemita voraz que tanto pechito ha inflado en Chile deja como lección que la solidaridad es para los ingenuos o se vive una vez al año. Que las cosas son para el que tiene y el mismo viejito prepotente del dedo, ufano hablando de la constitución del 2005 como si algo hubiera hecho más allá de gruñir, ya lo enseñó con su modelo: a las buenas carreteras, a los buenos peajes. El que no tiene no viaja y a la mierda el libre tránsito de la Carta Magna que trató de blanquear.

Pero no. Allá van ellos, montados en la impresión de pagar el agua cinco veces más cara porque no hay, cuando toda una vida les han cobrado casi dos sueldos mínimos mensuales por una carrera universitaria. Medio sueldo mínimo al mes por una cobertura médica y ay de ti chilena que lleves útero nuevo o a medio uso.

Si su Estado les ha enseñado que el mercado se regula solo y es costumbre que suba el pescado en Semana Santa, que los buses cobran el doble cuando se puede pasear o que la buena vejez es para el que acumuló.

Y no. En sus montañitas de poder no ha faltado quien alegue y se maraville con que haya que llamar al ejército jamás vencido para evitar saqueos después del terremoto cuando a pocos kilómetros de las casas que ya no son los yacimientos de cobre dan prueba del saqueo de saqueos maquillado con un royalty que en cualquier parte del mundo sería un chiste. Y no: que Evo Morales es un güevón por nacionalizar, acá las leyes se respetan y no vengan comunistas a querer que el rico pague impuestos: en la reforma de reformas presentada el lunes se le baja la tributación al tramo de mayor ganancia y eso, dicen los otros chilenos, está bien.

Para la solidaridad tenemos espacios, dicen como el que se persigna: una vez al año la teletón de los bolsillos pobres financia la ausencia del Estado para los desvalidos.

Para el 27 de febrero fue el embeleco de que Chile ayuda a Chile: ah, pobre del que no coopere con esta noble causa decían mientras pesito a pesito, recaudados con el fusil de la culpa, juntaron 30.000 millones de pesos: los mismos 50 millones de dólares que se ahorró el entonces recién electo presidente vendiendo las acciones de LAN bajo una figura tramposa pero legal como una Isapre.

Pero mejor es sorprenderse con que doña vieja de la esquina me subió el pan, me subió el agua, me subió la leche cuando leche falta y es que, buenos alumnos, los chilenos aprendieron de sus jefes, de sus dueños, de sus modelos a seguir que en el neoliberalismo el que tiene come y el que no recibe un bono.

Y la doña vieja de la esquina, creyendo que ha ganado, solo replicó el televisor, solo imitó lo que la cartola de la AFP -si es que con suerte tiene- le dice a fin de mes: usté pague que pague que cuando sea doña vieja-vieja y quiera descansar verá las bondades del sistema de pensiones: Los Andrés Navarro, los Guillermo Arthur, los especuladores de verdad tendrán más helicópteros y usted una pensión de mierda que ni siquiera el agua a 7.000 pesos podrá compensar.

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