“Brasil tiene dos grandes obsesiones: el fútbol y los traseros”, comenta una brasileña en el documental “Mujeres brasileñas: Del ícono mediático a la realidad”. En ese sentido, no sorprende que el conocimiento que tenemos los chilenos sobre el país más grande de Sudamérica sea mayoritariamente sobre las pelotas y los potos danzantes de las mujeres. Y tampoco debiese llamar la atención que la picardía del chileno reproduzca estos estereotipos para “celebrar” el mundial de Brasil que hoy comienza.
Los pelotas que empelotan
Lo que empelota es lo que no aparece en esa foto, lo que se esconde detrás de esos rostros aturdidos y de ese poto-cosa. Lo que no está dicho en esas imágenes es la relación de poder que existe entre el género masculino (el cara de pelotas que posa) y el género femenino (de la cual solo vemos una parte de su cuerpo). La exacerbación del poto o las tetas en la mujer es deplorable en tanto esconda esta relación histórica. Esto no quiere decir que nos pongamos fundamentalistas y nos tapemos, es más bien el resultado de una actividad que en los hechos, esconde el poder de una clase de personas sobre otras, en este caso, las mujeres.
Potos planos
¿Acaso los gorditos y potos planos no tienen derecho a tener sexo, no tienen espacio para disfrutar y seducir al igual que los estereotipos que nos presentan estos destacados jueces del buen vivir?
Seguramente en Brasil, como en Chile, hay mujeres con buen trasero, hay mujeres presidentas, hay mujeres abogadas, hay mujeres cocineras. Tampoco podemos ser graves -disfrutemos nuestra sexualidad- pero hay algo de fondo que no podemos obviar, y es que existe un problema histórico que Gómez y Plaza aún no entienden: la dominación de unos cuerpos por sobre otros.
Advertencia: La idea no es jugar al empate; ni fotos de metrosexuales ni martes femeninos podrán exculpar las “elocuentes” imágenes de las autoridades.