Tenemos que admitir que somos un país medio pacato, medio mojigato, con una moral que hace que le hagamos el quite a temas que nos hacen sonrojar. Al momento de hacerle frente a las situaciones incómodas, y para no pecar de tontos graves, es que apelamos a la picardía que llevamos a flor de piel y que tanto nos ayuda para bajar la tensión, dando respuestas astutamente pensadas como alguna frase cómica para sacarle el poto a la jeringa o alguna metáfora para aludir a situaciones sin nombrarlas.
También hay que reconocer que son esos escapes los que han hecho que cultivemos cada vez más nuestro poético, característico y único lenguaje. No en muchos países existe la chispeza de poder jugar con la labia y así poder construir un lenguaje con la capacidad de crecer constantemente y desafiarse así mismo, creando una identidad a partir de la imaginación.
Todo lo referente a temas sexuales son el ejemplo más claro y en el que por excelencia nos destacamos en creatividad. Cuántas veces jugando a la cultura chupística no hemos hecho rondas interminables con los nombres que usados para referirse al pene (como pistola de quaker) o la vulva (como la sonrisa vertical).
La obra lleva por nombre “Cachasutra” y según cuenta Daslav “surge en una reunión de trabajo, en donde para distenderse un rato todos empezaron a molestar a un compañero que contaba que había «timbrado» con una lola. De pronto todos empezaron a tirar nombres criollos del acto amatorio, en un rato salieron decenas, las empecé a anotar y pensé con 69 tengo material de sobra pa’ un libraco, comencé a dibujar cada una de las poses”.
Bajo el sello editorial de Ocho Libros, se concretó la publicación que retrata 69 actos sexuales. Maslov nos cuenta que las ilustraciones que llevan al papel situaciones como la misteriosa mirada del cocodrilo, la infaltable patita al hombro y la confusa sácalo más pa’ adentro “están hechas con técnicas distintas. En el trabajo de arte me demoré alrededor de 17 días”.
“Mucha gente me pregunta si he hecho todas las posiciones, mi respuesta es simple ¡no hay cuerpo que aguante! Lo que sí puedo asegurar es que, más que una guía para cuando falta la creatividad, es un libro que rescata un lado poco explorado públicamente, del que no se habla y del que necesitamos mucho como país para borrar las caras tristes que nos rodean. Qué lindo y luminoso sería el país si todos pusiesen gritar un ¡¡¡Viva Chile!!!”