Granola, Yogurt y Frutas
Salí de la casa, y el invierno me esperaba con su máximo exponente: el calzón roto. Una dulce tentación criolla y que tiene su versión peruana “los picorocos”. Sin embargo, la fuerza de voluntad fue más grande pero el viaje continuaba. Un poco de caminata y las tentaciones se sumaron, pero nada fuera de lo común, es entonces cuando llegas a una estación de metro o a un barrio de oficinas.
Al interior de la oficina el panorama no es tan oscuro, ya que puedes llevar tu colación o adquirir la colación del casino de turno, donde siempre hay opciones más saludables. La lucha contra los kilos pareciera ser más fácil, pero nunca falta el compañero poco empático que llega a tu mesa con un gran plato de pastas con queso, o un sandwich del Subway o algo por el estilo. Sin embargo las ganas de continuar con la lucha, persisten.
El “super combo”: un amigo en tu camino
En cada esquina, una publicidad. Cada publicidad se debe multiplicar por tres en cada esquina. Los módicos precios y el ataque de imágenes no cesan en todo el recorrido. Si pones atención, te llegaras a sorprender al cantidad de plata que deben gastar las grandes cadenas de comida rápida, un ejercicio de sugestión del hambre que a todas luces es efectivo.
Cuando comencé la dieta pensé que en general habría un problema propio de ansiedad o simplemente glotonería, pero el hecho de observar atentamente las calles, dan cuenta de que además de los problemas del hambre propios, se suma un bombardeo de imágenes y estímulos que sagradamente entran a la cabeza y aumentan los primeros indicios de gula.
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Si bien el cambio de hábitos es una de las claves para evitar y erradicar el sobre peso/obesidad, los nuevos estudios hablan también de la relevancia de los “factores obesogénicos”, que son básicamente “la suma de las influencias que el entorno, las oportunidades o las condiciones de vida tienen en la promoción de la obesidad de los individuos o de las poblaciones”, según la investigadora británica, Amelia Lake.
Los ambientes obesogénicos juegan un papel fundamental en la creación de hábitos alimenticios y sin duda quienes vivimos en grandes urbes estamos más expuestos. El bombardeo publicitario, los tiempos cortos y la dificultad de acceso a una alimentación saludable deja de ser un problema personal y se convierte en un síntoma colectivo. La cultura de la comida basura.
El investigador Leung, asegura en su estudio “The Influence of Neighborhood Food Stores on Change in
Hans-Rudolf Berthoud, investigó este problema en los adultos, aclarando que “nos encontramos cada vez más expuestos a oportunidades para comer. Comparada con los patrones relativamente rígidos del pasado, la disponibilidad de la comida ha aumentado drásticamente en casa, en los sitios de trabajo y entre la comunidad en general. Además de pasteles de cumpleaños y máquinas expendedoras de golosinas en oficinas y escuelas, así como la creciente cantidad de restaurantes de comida rápida, el refrigerador familiar también está retacado con productos listos para comer. Adicionalmente, las porciones han crecido dramáticamente y los buffets y restaurantes de “coma todo lo que pueda” son cada vez más comunes”.
Hacer dieta es un tema difícil, sobre todo porque como latinoamericanos, la fritura y la chatarra es pan de cada día. Plátanos, masas, pollo, zapallo….todo a la olla con aceite. Lejos quedan los yogurts, la stevia y la granola. Podrá acabarse la publicidad, pero la sopaipilla y los calzones rotos jamás, está y estarán siempre en nuestros gordo ADN.