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Las tierras de la ira: un testimonio de organización mapuche hacia el futuro

Publicado: 19.08.2014
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El conflicto entre el Estado chileno y las comunidades mapuche tiene una larga data. A fines de la década de los 90, sin embargo, los problemas entre las localidades de Malleco y Arauco se agudizan en una evidente disputa con las empresas forestales y los propietarios particulares.

En este contexto, la comunidad de Temulemu, ubicada en Traiguén, acaparó la atención mediática para dar a conocer las primeras persecuciones realizadas por el Estado chileno a sus dirigentes. Entre ellos, el lonko Pascual Pichún, quien terminó siendo condenado a cinco años de cárcel por amenaza de incendio terrorista en contra del fundo de Nancahue, propiedad del ex ministro de Agricultura, Juan Agustín Figueroa, y otras acusaciones sostenidas en la Ley Antiterrorista.

“Fue un juicio muy cuestionado desde sus comienzos que, luego de haber sido anulado, fue reactivado por la Corte Suprema con la eventual presión o la posible presión de quien era el presidente del Tribunal Constitucional, Juan Agustín Figueroa”, comentó el antropólogo Jorge Vergara, uno de los editores de “Las tierras de la ira”.

La publicación se enmarca en el reciente dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que estableció que el Estado chileno debe encargarse de anular los juicios dirigidos en contra de los dirigentes mapuche e indemnizarlos. Sin embargo, el lonko Pascual Pichún no pudo conocer la noticia.

“Pascual Pichún falleció el año pasado a consecuencia de todo lo que paso en la cárcel”, agregó Vergara.

La larga lucha librada por Temulemu con el fin de la recuperación de sus tierras enfrentó a los miembros de la comunidad a la fuerza del capital y su amplia influencia en distintas esferas del poder en Chile.

 

Estado chileno, el responsable

“Las tierras de la ira” expone los principales antecedentes históricos y legales de las experiencias vividas en Temulemu sin perder de vista el marco general de los conflictos entre mapuches, empresas forestales y el Estado.

Desde esta perspectiva, Vergara adelanta que una de las conclusiones del texto señala que “el Estado chileno es el que ha tenido la principal responsabilidad en la generación, prolongación y exacerbación del conflicto”.

El acercamiento al caso de Temulemu supone, a la vez, un recorrido por la extensa lucha que culminó en 2010 con la recuperación de las tierras a manos de la comunidad, uno de los pocos procesos exitosos al respecto.

Según Juan Pichún, hijo del lonko Pascual Pichún, este es el relato de “la alianza entre tres comunidades y de cómo queda claro que, al organizarnos, podemos lograr cosas mayores: Pudimos derrotar a uno de los poderosos de las forestales y eso espero que quede como enseñanza”.

Los expertos en el caso han sostenido que se trata de un ejemplo gráfico de la errática conducta del Estado ante el problema de la propiedad indígena, con evidencias que comenzaron a dejar señales hace más de doscientos años. Recién en 2011, el gobierno de Piñera gestionó la entrega de la propiedad de las casi 3 mil hectáreas de los fundos Santa Rosa de Colpi y Chorrillos a tres comunidades de Traiguén. Entre ellas, la emblemática Temulemu.

 

La figura del lonko

La historia de Pascual Pichún es uno de los puntos más interesantes del libro. Según relatan los autores, el lonko tuvo que pagar un alto precio por las acciones de recuperación de las tierras: cinco años en la cárcel y las posteriores enfermedades que terminaron por llevarlo a la muerte.

Su hijo, Juan Pichún, lo recuerda así: “Él dejó varios legados dentro de la lucha mapuche. Fue una de las primeras autoridades a las que se les aplicó la Ley Antiterrorista y él falleció esperando que el Estado reconociera que se equivocó en acusarlo y en haberlo apresado durante cinco años”.

La condena de la CIDH, que terminó por limpiar su nombre, llegó demasiado tarde. Sin embargo, marca un antecedente importante para entender en adelante las denuncias realizadas por el pueblo mapuche ante las instancias internacionales: es el primer caso mapuche que ahí se gana en contra del Estado chileno.

“Por ese hecho, yo creo que marca el historial de la comunidad junto con su nombre”, sentenció Pichún.

 

Un trabajo colectivo

Tal como se han apresurado a constatar sus editores, la publicación de «Tierras de la ira» es el resultado de un trabajo colectivo, que comenzó en 1999. En ese entonces, nueve investigadores y académicos interesados en los temas mapuche decidieron constituir un taller que terminó orientando la investigación, bajo el patrocinio del Colegio de Antropólogos de Chile.

«Quisimos que esta fuera la expresión de un trabajo colectivo que expresara una preocupación no sólo académica sino que crítica y política en su amplia expresión”.

Según detalla Vergara, “quisimos que esta fuera la expresión de un trabajo colectivo que expresara una preocupación no sólo académica sino que crítica y política en su amplia expresión”.

El libro, coedición de El Desconcierto y Libros del Yacaré, invita, en palabras de Juan Pichún, “a conocer una historia que va mucho más allá, que cuenta cómo algunos fundos se recuperan cuando la comunidad comenzó a organizarse. Este es un trabajo que vincula lo pasado, el presente y el futuro”.

Tierras de la ira ya se encuentra disponible en diversas librerías del país.

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