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Para la presidenta, Chile no cambió

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 26.09.2014

Daniela LopezCuando Michelle Bachelet vuelve al país y baja de su avión, sus primeras palabras hacia la ciudadanía fueron: “Chile ha cambiado mucho”. Tras esta idea, hemos podido ser testigos de cómo grandilocuentes titulares de cambio han terminado en fotografías de acuerdos añejos y mezquinos, un claro ejemplo es la reforma tributaria y en paralelo una reforma educacional ad portas de ser abortada en sus pilares esenciales: Fin al lucro y fortalecimiento de la educación pública.

Y en este camino, el avance hacia un país más democrático y menos desigual sigue quedando aún en el tintero, entregándonos evidencias claras de cómo la Nueva Mayoría mantiene un proyecto de sociedad alejado de las transformaciones sociales que ha vivido nuestro país.

En primera instancia, el liderazgo del gobierno ha demostrado ser por sobre todo un gobierno gerencial; un mediador entre las fuerzas políticas tradicionales y empresariales. En este esquema para el oficialismo el sector social organizado es un ruido más, con el cual pretenden negociar a través de sus dirigentes en reuniones bilaterales, como así lo demostró el Plan de Participación Ciudadana que terminó siendo otro llamativo titular.

Ahora bien, más allá de estas viejas recetas que muy bien conocen los administradores de la transición post Pinochet, hay un elemento que los nuevos asesores -hijos del noventismo- no le explicaron a la presidenta, porque no lo entienden: el movimiento social simplemente ya no cabe en muñequeos pequeños, el impulso de una reforma tan sentida socialmente, como la educacional, necesita un acuerdo social acorde a los intereses de las mayorías que precisamente la política mercantil ha vetado de las decisiones en este país. En este esquema, la ciudadanía no se puede seguir concibiendo como un grupo más de interés, sino que es el sustento de Chile.

Sin embargo, este gerencialismo que bien despliega el gobierno es absolutamente coherente con la estrecha relación gobernante entre los ministerios y el mundo empresarial. Desde el ministro Peñailillo, hasta Máximo Pacheco, la relación del mundo privado y su peso específico explican el desgaste de este gobierno por hablarle a este sector para que se sienta representado. Y aunque parezca el mundo al revés, nuestros ministros se esfuerzan más por explicar sus reformas en Casa de Piedra y en el Icare -donde pareciera que efectivamente pasan las indicaciones a ellas-, que en tener un diálogo sincero con los principales afectados, que son las y los ciudadanos excluidos precisamente por el poder del dinero.

De esta manera, cuando vemos que finalmente el interés de lucro de la Iglesia, los sostenedores y de los empresarios de la educación logran orientar la reforma educacional por sobre el resguardo de las mayorías de Chile que se han manifestado y movilizado, es clara evidencia que para Michelle Bachelet, Chile no cambió.

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Daniela López es Directora Centro de Pensamiento y Acción Política Crisol.

 

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