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Virginia Vargas: “Las feministas tratamos de radicalizar la democracia”

Por: admingrs | Publicado: 30.10.2014

Virginia Vargas 1

Virginia Vargas es una voz escuchada, tal como sucedió de forma entusiasta durante esta visita a Chile, por su originalidad y por el modo en que vincula la lucha feminista con la transformación profunda de la sociedad, juntando ésta a otras categorías de exclusión como la etnia, la clase social o la edad.

Si miramos la lucha feminista desde el punto de vista de las relaciones de poder, y a la vez nos encontramos con manifestaciones cada vez más explícitas o agresivas de rechazo al feminismo ¿Qué es lo que está cambiando en la sociedad?

Es bien interesante. Son dos cosas: por un lado, este desequilibrio de poder entre mujeres y hombres, que tiene que ver con todo lo que sabemos a nivel de lo público y de lo privado, ha cambiado al menos en una mayor visibilidad de la situación. Por ejemplo, toda América Latina tiene leyes contra la violencia y leyes de igualdad entre mujeres y hombres.

El problema, y es lo que no ha cambiado, es la responsabilidad completa del Estado con estas medidas. Nunca hay presupuestos suficientes, ni ordenanzas para garantizar la aplicación de las leyes que se están emitiendo. No hay una mirada intercultural para las leyes porque evidentemente ahí hay una dificultad grande al considerar la diversidad de la vida de las mujeres.

Hay un cambio importante, pero a medias. Lo que sí es nuevo es la actitud de las mujeres: ahora sentimos que somos merecedoras de derechos y que no nos están haciendo ningún favor, sino que al contrarío, sería una injusticia no tenerlos.

El antifeminismo que se aprecia hoy en día ¿no será un síntoma del avance?

Justamente. Tener mujeres más empoderadas, más públicas, con más capacidad de levantar su voz con audibilidad en diferentes campos, evidentemente produce muchas cosas. Hay desconcierto y desequilibrio en el rol tradicional del hombre que estaba acostumbrado a estar en el centro de la referencia, pero también en la competencia de espacios. O sea, espacios básicamente masculinos ahora se ven, en parte, compartidos, aunque en muy desiguales condiciones.

En algunos países, como Bolivia, en este momento hay una nueva causal de violencia que no estaba considerada: la Ley de Acoso Político. Los hombres políticos acosan a las mujeres políticas; les pegan, les hacen encerronas y en algunos casos -que fue lo que provocó el aceleramiento de la Ley- las matan. Ese proyecto en este momento está en discusión en otros países en Latinoamérica y es una realidad nueva, que comenzamos a ver por la entrada de las mujeres a la política.

El problema sigue siendo grave en todo caso, porque hay este empoderamiento de las mujeres, pero al mismo tiempo una tremenda debilidad de las condiciones que necesitan realmente para ser sujetas más autónomas. Una de ellas es la autonomía económica.

Entonces, en un momento determinado ha habido casos tremendos y permanentes donde las mujeres denuncian al marido, van a las casas de refugio, están dos o tres meses y vuelven con el marido porque no tienen dónde ir. Porque no tienen plata para mantenerse con sus hijos. Entonces, ese círculo de violencia se agudiza en este proceso.

 

Chile, Bachelet y el feminismo

Hay muchas similitudes a nivel latinoamericano. Tú que viviste acá en Chile ¿Qué particularidades podríamos mencionar del modo en que esta realidad se manifiesta acá?

En la época en que yo viví acá, creo que no teníamos demasiada conciencia de que éste era un problema. Yo estuve en la época de Frei Montalva, luego con Allende y terminé afuera con Pinochet. Sin embargo, yo siento que comparando Chile con Perú o con otros países de América Latina, acá hay una mayor institucionalidad democrática. Es cierto, no siempre es democrática, pero de todas maneras tiene mayor fortaleza. Entonces creo que esta posibilidad hace que algún tipo de instancias o leyes permanezcan a pesar de los cambios de gobiernos o de los cambios políticos.

Es paradójico que, a pesar de esta fortaleza institucional que describes, Chile sea una excepción en América Latina de participación de mujeres en política y de inserción en lo público.

Es impresionante. Es un fenómeno que me ha asombrado mucho. También en países como Uruguay, el más democrático de América Latina, con la institucionalidad más fuerte, y Brasil, con la experiencia que tiene: ninguno de los dos han tenido leyes de cuotas que funcionen. En este momento, en Uruguay han aprobado una Ley de Cuotas transitoria para esta elección, que las mujeres están luchando porque se transforme en una política de paridad, pero por ahora el porcentaje de mujeres en el parlamento es mínima.

Entonces, es una paradoja que necesitamos discutir y reflexionar más. Y es lo mismo que está pasando en Chile. Fíjense que cuando Michelle Bachelet entró en su primer gobierno, hizo gabinete de paridad, lo que fue un salto cualitativo a nivel de todo Latinoamérica. Pese a eso, ese acto no perduró ni se generalizó la demanda feminista.

¿Es Michelle Bachelet feminista?

Yo tengo mucho respeto por Michelle, no sólo por su primer gobierno y su intento de paridad, pero aún así tengo críticas fuertes por la forma en que actuó en relación a dos causas muy importantes: la estudiantil y la mapuche.

Sin embargo, luego en ONU Mujeres tuve la posibilidad de estar con ella y creo que las demandas que alguna vez nos impusimos, como por ejemplo sacar un libro sobre Democracia desde la perspectiva de las mujeres -porque lo que estaba saliendo desde la OEA era básicamente de los hombres- fueron impulsadas por ella con mucha rapidez.

Si Michelle es feminista o no, vale la pena preguntárselo a ella. No existe un feministómetro, yo no soy capaz de juzgar a nadie por su capacidad de ser feminista o no. Hay actos interesantes, pero sí es preocupante que no exista paridad en este gobierno. A veces las mujeres están, pero no se les ve.

Ahora, si es feminista o no, vale la pena preguntárselo a ella. No existe un feministómetro, yo no soy capaz de juzgar a nadie por su capacidad de ser feminista o no. Hay actos interesantes, pero sí es preocupante que no exista paridad en este gobierno. A veces las mujeres están, pero no se les ve.

La cancha en la que juega el feminismo

A priori sería lógico decir que el Feminismo lucha contra el Machismo, pero ¿Contra qué lucha realmente el Feminismo?

Yo ubico la lucha feminista como una lucha profundamente democrática. Nosotras estamos tratando de radicalizar la democracia en los tremendos vacíos que tiene en relación a la ciudadanía, entre ellas evidentemente la de las mujeres. Lo que pasa es que incorporar a las mujeres en los espacios públicos, en la sociedad, en los trabajos, significa realmente cambiar totalmente el modelo en el que se está inserto y cambiar la cultura política del país. Eso, es un trabajo evidentemente democrático.

Además, la otra dimensión fundamental de los feminismos es evidenciar las relaciones de poder donde son invisibles. Reconocer la vida privada como un acto político creo que es un aporte sustancial de los feminismos, pero también en relación a otras dimensiones de exclusión y de subordinación que no son solamente sobre el género, sino que tienen que ver con la etnia, la clase, la edad o la orientación sexual. Las mujeres no somos definidas solamente por ser mujeres, nos definimos por este conjunto interrelacionado de subordinaciones.

Entonces, las mujeres luchamos contra el poder hegemónico de la sociedad que está básicamente concentrado en los hombres, pero también luchamos por recuperar una idea de mujer donde el poder está presente. O sea, hay mujeres que tienen más posibilidades que otras porque pertenecen a una raza, una etnia o una clase específica.

Virginia Vargas 2A propósito de los artículos que El Desconcierto ha publicado, se han escrito descalificaciones como «feminazis» ¿qué ves detrás del uso de esa palabra?

Primera vez que me acerco a un concepto como éste, me desconcierta. El nazismo fue una ideología de destrucción y limpieza étnica que no tiene nada, nada que ver con una propuesta política de transformación democrática. Entonces, no tengo cómo situarme en esa apreciación desde el punto de vista conceptual. Ahora, obviamente hay un sentimiento de castración que es muy brutal, de otro modo no te explicas cómo puede salir una idea semejante. Es una cosa que los hombres tienen que revisar en verdad, no me quiero hacer cargo de esa brutalidad.

Creo que tiene que ver con la pérdida de poder, básicamente, y con sentirse marginados. La violencia contra la mujer se explica muchas veces por eso, cuando ellas comienzan a tener un poco de autonomía simplemente se le corta de cuajo. Porque los hombres lo sienten como una agresión.

Tampoco quiero poner las cosas como hombres malos – mujeres buenas ¡Por favor! Lo que sí es que hay evidenciar relaciones de poder que no podemos negar. Están ahí y tenemos que revisarlas y deconstruirlas. Los hombres tienen privilegios que deberían estar dispuestos a perder para tener una relación más igualitaria y democrática con las mujeres. Eso, generalmente, los hombres no están dispuestos a hacerlo. Aunque los jóvenes están cada vez más feministas y eso me parece ilusionante.

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