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Testimonio: Yo parí y yo aborté. El derecho a decidir, solo eso

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 12.11.2014

Yo parí.

Tuve una infancia dura, vengo de una familia monoparental muy pobre (decir que éramos pobres es generoso, era miseria).Quedé embarazada a los 13 años, de mi primer pololo que en esa época apenas alcanzaba los 16. Creo que no alcancé a terminar de contarle cuando ya se había ido. Nunca más lo vi.

aborto-seguro-300x198Por algún motivo, por inmadurez, por instinto, por lo que sea, decidí llevar adelante mi embarazo. Se lo oculté a mi madre, severa y estricta a morir, hasta que tuve seis meses y medio y se hizo absolutamente imposible seguir escondiéndolo. Me mandaron a la casa de una amiga de mi mamá a Viña, aún no entiendo bien porqué, imagino que mi madre pensaba en inventar una excusa en el intertanto, algo como que me había encontrado la guagua en la feria… que se yo. En el Gustavo Fricke tuve a mi hija, una hermosa mujercita de 3,5 kg. Y 55 cm., de ojos achinados y pelo negro.

Criar a mi hija sola ha sido lo más duro y lo más hermoso que me ha tocado vivir. En plena dictadura, con la condena social que llevaba (y lleva hasta el día de hoy), en una casa que se llovía por todos lados, con la pobreza a cuestas, los pañales de tela que se lavaban diariamente en la artesa de madera, el llanto a veces de no tener más que una bolsa de té y un pan para alimentarla… Volviendo a estudiar (al liceo de los marginados, de la escoria… me echaron del liceo de niñas donde estudiaba), los quehaceres de la casa, la guagua, las tareas, los primeros años de militancia política. Conseguí sacar mi cuarto medio y al poco tiempo el exilio. Partí primero y unos meses después llegaron mi madre con mi hija y mi hermana. Conseguí un excelente trabajo y poco a poco empezamos a surgir.

Me fui a casa y lo pensé, lo pensé, lo pensé. No quería tener otro hijo. No quería criar a otro hijo sola, no quería seguir casada, quería volver a Chile, mi madre estaba enferma, me pesaba la nostalgia, el desarraigo. Lo hablé con él, conversamos una noche entera sentados a la orilla de la cama. Lloramos… A los dos días me acompañó a una clínica pública, me hicieron el aborto y nos fuimos a casa.

Pude poner a mi hija en un buen colegio en Brasil, tuvo una buena educación, siempre intenté darle lo mejor de mi y hoy, orgullosa, puedo decir que creo que crié a un excelente ser humano, una mujer libre, sin prejuicios, respetuosa, independiente y maravillosa. La amo más que a nadie en el mundo. Jamás me he arrepentido de la decisión que tomé.

Yo aborté

Viviendo en Brasil conocí a un gringo canadiense. Después de ocho meses de pololeo a distancia, viéndonos en total cuatro veces, decidimos casarnos. Por su trabajo nos fuimos a vivir a Catalunya y unos años después, por su mismo trabajo, nos tocó vivir en Montreal. Teníamos una situación económica más que acomodada, éramos una familia ABC1 (si eso existiera de Canadá) Mientras estaba casada y mi hija estudiaba la secundaria aproveché también de sacar mi carrera universitaria. El gringo es un hombre maravilloso, reconoció a mi hija como suya y si hoy tú le preguntas a ella quien es su papá no lo duda ni un segundo y nombra a Michael. Jamás ha tenido ni un rollo tampoco con el donador de semen, simplemente no es tema para ella.

Con él hablamos alguna vez de tener hijos, pero para mi no era una opción. Él tenía dos de su primer matrimonio, teníamos a la mía, estaba bien. Hacia el noveno año de matrimonio, cuando nuestra relación estaba en franco deterioro y el tema de separarnos ya había surgido en un par de conversaciones, me embaracé (tomando la píldora).

Fui al hospital público, me hicieron los chequeos médicos y de ahí psicólogo (es el procedimiento corriente en Canadá). Me preguntaron si quería tenerlo, darlo en adopción o abortar. Se lo preguntan a todas las mujeres que llegan a controlarse por primera vez el embarazo, independiente de tu estado civil o situación económica.

Me fui a casa y lo pensé, lo pensé, lo pensé. No quería tener otro hijo. No quería criar a otro hijo sola, no quería seguir casada, quería volver a Chile, mi madre estaba enferma, me pesaba la nostalgia, el desarraigo. Lo hablé con él, conversamos una noche entera sentados a la orilla de la cama. Lloramos. Estuvimos de acuerdo en que nos queríamos mucho (nos queremos hasta el día de hoy), pero que ya no estábamos enamorados y nos íbamos a separar. Le dije que no iba a llevar adelante el embarazo, le costó aceptarlo, mucho. Pero finalmente me apoyó.

A los dos días me acompañó a una clínica pública, me hicieron el aborto y nos fuimos a casa. Tuve acompañamiento psicológico durante unas semanas y fue todo. Poco tiempo después volví con mi hija a Chile. Jamás me he arrepentido de la decisión que tomé.

En ambos caso yo elegí. Y es lo mínimo que pido para todas las mujeres. El derecho a decidir.

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