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Rebelión de profesores: cuando el poder (por muy poquito que sea) ensordece, enceguece y envilece

Por: admingrs | Publicado: 20.11.2014

rebelión profesoresLa rebelión de los profesores deja al desnudo un par de realidades que por mucho que estén a la vista de todos, pocas veces se ven.

Por una parte, el profundo desprecio del sistema hacia los profesores. No lo dicen con todas sus letras, al contrario, no pierden ocasión para decir su profundo reconocimiento  a la abnegada labor docente, de su importancia en la formación de nuestros niños, etc.

Pero en el fondo, el tándem de poderosos que administra el sistema detesta a los profesores. Los acusa, a veces en voz alta pero más aún, mediante su mojigato y mentiroso silencio, de ser los responsables de la crisis de  la educación chilena.

Detrás de sus palabras de buena crianza, los poderosos detestan a los profesores. Prefieren a otros profesionales en las aulas. No a educadores que tienen un profundo sentido de pertenencia grupal, un genuino sentido de gremio, aunque muchos critiquen a su orden, por sus errores y decrepitud.

Este desprecio impuesto por la dictadura, explica por qué al sistema le da lo mismo la existencia de deudas tan grandes como profundas con los profesores. El caso de la Deuda Histórica es notable.

Si los profesores ya jubilados en su mayoría, sobreviven con pensiones de espanto es por el efecto que tuvo en sus salarios el que no se les pagara lo contemplado en el DL 3551, que sí se les paga a otros funcionarios públicos -entre otros a los militares- al momento de ser traspasados desde el Ministerio de Educación, a la municipalidades en los años ochenta.

Y esa deuda ya es parte del torrente sanguíneo de los profesores, sean o no afectados personalmente.

Innumerables veces gobiernos, diputados y senadores se han comprometido con solucionar esa deuda una vez que escuchan en detalle su génesis y consecuencia. Y las mismas veces los políticos a cargo del Estado se han negado a hacerlo. Y no se trata de que tengan que desembolsar los doce mil millones de dólares que costaría en rigor su pago. Se trata, en opinión de quienes han sostenido esa pelea, de buscar una solución  digna más que un pago.

Bastaría con mejorar las pensiones en un monto razonable. Porque en opinión de los maestros, no todo es plata. Reivindican por sobre todo, su dignidad de profesores.

Como en otros ámbitos también sucedió, en el caso de los profesores no hubo justicia luego de que los militares se retiraron de la vida política. Luego de la dictadura, en efecto se llevaron a cabo regulaciones en los ingresos docentes que habían sido castigados a niveles increíbles durante el período, llegando a tener los sueldos más bajos que se tenga memoria.

Pero no se desarrollaron políticas de Estado que recuperaran la educación pública del estado de postración en que la dejó el paso de ganso. Ni se dieron pasos para abordar una carrera docente. A contario sensu, se terminó de perfeccionar e implementar la educación como actividad económica, principio que está vigente, lozano y en alza.

Y desde esas lejanas épocas, hasta ahora, la pelea de los profesores se ha centrado en sus reivindicaciones en tanto trabajadores, como en la defensa y reivindicación de la educación pública, como principio rector. Y por parte de los poderosos, durante todo este tiempo, se ha mantenido un constante desprecio oficial por esas consignas.

La Rebelión de los Profesores deja al desnudo también una forma de organización y política gremial que ya no sirve.

La Rebelión de los Profesores deja al desnudo también una forma de organización y política gremial que ya no sirve.

Como se sabe, la dictadura pulverizó las expresiones organizadas de los trabajadores. De hecho, las primeras organizaciones que la furia fascista decretó fuera de la ley fueron la CUT, y el SUTE.

E implantó una nueva modalidad de asociación gremial que no tenía mayores alcances ni prerrogativas. Ese tipo de gremio es el que hoy está en franca extinción.

Durante el reinado sin contrapeso de la Concertación los gremios se aletargaron y perdieron su capacidad de maniobra y negociación, que algunas tuvieron.

Pero simultáneamente, los gobiernos concertacionistas aletargados y achanchados en el poder, perdieron, si alguna vez tuvieron, una sintonía con el mundo real, como hoy se dice, con la calle. El poder ensordece. El poder enceguece.

Así, los otrora izquierdistas que llegaron al poder para administrar lo que quedo después del paso de  las bayonetas, comenzaron a mirar con desdén a las organizaciones sociales que algo decían, de vez en cuando, casi solo para reclamar por las chauchas cuando procedía la negociación, sobre todo del sector público.

Y los dirigentes de las más importantes asociaciones gremiales tendieron a ocupar sus puestos por largos períodos, muchos de ellos con vasos militantemente comunicantes  con los gobiernos de turno.

Es ese tipo de gremio el que anota un rasgo de crisis con la rebelión de los profesores, quienes, no está de más decirlo, son muy apegados a su institucionalidad.

Todo indica que más poderoso que las negociaciones de dirigentes y estructuras, es la fuerza de la gente cuando se sale de los márgenes que la ley y los estatutos le imponen.

Algo no tan distinto sucedió para el movimiento de los estudiantes de enseñanza media del 2005 y 2006. Esa fue una explosión simultánea que ningún  dirigente u organismo puede adjudicarse, y que trajo consecuencia algo que nadie pudo advertir entonces. De hecho, el 2011 no se explica sin el 2006.

Y todo eso junto explica lo que sucede hoy: el sistema se siente tocado y obligado por la fuerza a modificar su inercia abúlica y sin contrapeso, e intenta modificaciones epidérmicas para proteger lo que hay más abajo.

Las organizaciones, las disciplinas y los estatutos ya quedan chicos a la energía que emerge de la gente indignada y decidida a todo para que se les respete. Ya no es un problema  de pesos más o menos: se ha puesto en el centro un tema recurrente hasta ahora solo en lo discursivo y que hoy emerge en el sentido común de los maestros: la dignidad, el respeto.

Y en esas categorías no tienen alcances ni las amenazas, ni las formalidades, ni los chantajes.

Y ese efecto sinérgico es el que hoy se expresa y que llega a las inéditas como masivas y  matizadas solicitudes de renuncia del presidente del Colegio de Profesores, Jaime Gajardo, y a un rechazo absoluto a las destempladas declaraciones de la presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa.

Para el gobierno y otras instituciones ligadas a la trama del poder, lo que está sucediendo en las calles de pueblos y ciudades, debe ser analizado en todo su esplendor y alcances. Es de suponer que el ejemplo rebelde de los maestros acarree nuevos conflictos y hagan resurgir los antiguos que no han sido atendidos.

El número de pendientes que se yerguen y se expresan a lo largo de Chile se van a comenzar a expresar sin arreglo a formalidades, autorizaciones, permisos, o estatutos.

Y eso tampoco estaba en los planes de ningún gobierno, ni parlamento. Y unos y otros deberán tener en cuenta una probable nueva modificación a sus planes, programas,  horizontes e inercias.

Nadie dijo que todo iba a ser miel sobre hojuelas.

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