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“Y verás cómo quieren en Chile”: Emilio Rentería y el racismo de las hinchadas

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 24.11.2014

renteríaSólo el conjunto predilecto de la dictadura pudo atreverse a cantar una de las mentiras populares más difundidas sobre nuestro país: “Y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”, rezaban los Huasos Quincheros, apenas unas líneas después de describir al pueblito que se llamaba Las Condes, donde “campesinos y gentes del pueblo” saldrían a recibir a los extranjeros.

Con los años, dicha canción ha desnudado su hipocresía ante los evidentes escenarios de discriminación que deben enfrentar algunos inmigrantes cuando visitan Chile, transformándose en una tonada de burla que es utilizada, de vez en cuando, para ironizar sobre “el cariño” que despiertan los forasteros en el chileno o chilena promedio.

El nuevo episodio de discriminación sufrido por el delantero de San Marcos de Arica, Emilio Rentería, de parte de los hinchas y miembros del cuerpo técnico de Iquique, viene a recordarnos aquella faceta de la identidad chilena que convenientemente olvidamos, aunque se haya hecho presente durante toda nuestra vida y se naturalice en los espacios cotidianos.

Episodios públicos recientes hay por montones: desde el “cara de nana” que le gritaron a la rapera Ana Tijoux mientras se presentaba en Lollapalooza, hasta los sancionados dichos de la psiquatra María Luisa Cordero, quien aseguró que el jugador chileno Alexis Sánchez era “un indio horroroso”.

Episodios públicos recientes hay por montones: desde el “cara de nana” que le gritaron a la rapera Ana Tijoux mientras se presentaba en Lollapalooza, hasta los sancionados dichos de la psiquatra María Luisa Cordero, quien aseguró que el jugador chileno Alexis Sánchez era “un indio horroroso”.

¿A quién debería sorprenderle los gritos contra Rentería? Las autoridades, preocupadas de la próxima organización de la Copa América, se apresuran a declarar públicamente que no permitirán el racismo en los estadios -¿sólo ahí?- y que tendrán reuniones de coordinación con la ANFP para eliminar dichas prácticas.

Sin embargo, eliminar al racismo no es tan fácil. Menos, cuando es el mismo Estado de Chile aún no es capaz de despojarse de la Ley de Extranjería –que data de 1974-, con evidente sesgo de los derechos fundamentales de los migrantes. A la espera de las modificaciones, la discriminación sigue comenzando por las instituciones y replica su discurso en una sociedad que ha terminado por naturalizarla.

Hoy, incluso quienes rechazan los gritos racistas contra Rentería en el estadio, aluden de forma irónica a los “rasgos europeos” del pueblo chileno, dejando ver la reiteración del discurso racista escapándose de forma inconsciente desde los rincones de nuestra saqueada educación.

 

astengoEl estadio, el catalizador

En el fútbol, los ecos de la xenofobia y el machismo que carcomen a la sociedad chilena en general, resuenan más fuerte. En medio de los espacios de discusión futbolera tradicional, liderada por los varones, las ofensas son pan de cada día, casi parte fundamental del espectáculo, y los hinchas suelen legitimarlas aludiendo a la pasión por sus respectivos equipos.

Además de insultar al género femenino y sus roles a través de la eterna caricatura del rival como mujer, las hinchadas han acudido a las burlas de carácter homofóbico y racista para denostar al equipo que enfrentan. Así, la fiesta del fútbol se ha transformado en un espacio donde mujeres, homosexuales y extranjeros son figuras simbólicamente inferiores a disposición de los hinchas.

Ellos –y ocasionalmente ellas- lo defienden. Por herencia machista, caricaturizan la legítima molestia de las mujeres y tildan de exagerada la reacción desconsolada de Emilio Rentería ante los episodios de discriminación que ha sufrido en la cancha. Incluso Fernando Astengo, ayudante de Nelson Acosta en la banca de Iquique, enloqueció ante la reacción del jugador venezolano y gritó: “Se está haciendo la víctima el hueón… se está haciendo la víctima el negro culiao”.

No fue el único que nos dejó en videncia. El mismo dirigente de Deportes Iquique, Cesare Rossi, aseguró que lamentó el episodio pero que “no hay que suspender el partido por leseras”. Para consolidarse, además, Rossi agregó: “Esto es fútbol y no ballet”.

No fue el único que nos dejó en videncia. El mismo dirigente de Deportes Iquique, Cesare Rossi, aseguró que lamentó el episodio pero que “no hay que suspender el partido por leseras”. Para consolidarse, además, Rossi agregó: “Esto es fútbol y no ballet”.

En las galerías, en tanto, una hincha de Iquique selló la jornada con la penosa imitación de un simio en alusión a Rentería, transformándose en el símbolo de la burla racista.

Sin embargo, es una más entre muchos que convierten su pasión por un equipo en un catalizador de discriminación que se disfraza de juego para esquivar las críticas. “No es en serio”, dicen otros para bajarle el perfil, mientras que un grupo justificó las burlas contra Rentería por haberse “burlado” de la hinchada al celebrar su gol. Excusas que demuestran, una vez más, que la competencia deportiva puede transformarse en el espacio ideal para la reiteración de los discursos machistas, racistas, homofóbicos y de discriminación general, si los mismos hinchas no acceden a reflexionar y debatir sobre sus formas de vivir la pasión por el fútbol. ¿La partida de Chile de un jugador discriminado será motivo suficiente?

 

Rentería se va, el racismo no

racismochileNi el propio Emilio Rentería ni su familia se olvidarán pronto de Chile. El venezolano se comunicó con sus cercanos tras lo ocurrido en el encuentro frente a Iquique y ellos mismos les solicitaron abandonar el país.

«Me dijeron que me fuera de Chile. Mi intención es terminar este torneo y poder irme. No voy a estar en un país donde me tratan mal. Es una situación que ya me ha pasado dos veces, no quiero que haya una tercera. Aún no he tomado la decisión, pero nunca pensé que en Chile me iba a pasar esto”, relató Rentería.

Lamentablemente para nosotros, lo único probable es que algo así vuelva a suceder. Pese al crecimiento explosivo de la inmigración –creció en un 160 por ciento entre 2002 y 2012- los discursos racistas no se han despojado aún de la identidad chauvinista promedio. Ante la numerosa llegada de colombianos, por ejemplo, salen a flote los prejuicios que los vinculan a narcotraficantes y prostitutas y cualquiera hace eco de dichos discursos sin mayores antecedentes.

El odio al vecino, potenciado por la discriminación racial –que ha tenido por histórica víctima al pueblo mapuche- y el arribismo inoculado por las clases dominantes, es una herida en el corazón de nuestra gente. Habla mal de las galuchas de Chile, de sus miembros más humildes, y deja en vergüenza a un pueblo que ha sucumbido a las enseñanzas discriminatorias de sus gobernantes, leyes e instituciones.

A futuro, sólo la educación podría redimirnos de consolidarnos en el mal trato hacia vecinos y países hermanos, mujeres, homosexuales y todo aquel que el poder condena a la exclusión. Porque es el discurso del poder, y no otro, el que hoy está en boca de los hinchas, siendo repetido sin cuestionamientos ni reflexiones propias. ¿Quién pierde? Emilio Rentería se irá, pero los demás –incluidos nosotros y cerca de medio millón de inmigrantes- nos quedamos.

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