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Un desfile hacia la cárcel. A cuatro años del incendio en San Miguel

Publicado: 10.12.2014
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La víspera del 8 de diciembre hubo dos grandes desfiles. En el primero, la falsa alegría de los productos comerciales y la sonrisa hipócrita del ratón Mickey inundaban la Alameda. Globos gigantes de colores, familias enteras mirando el avance de carros alegóricos, y el sinsentido de un tiempo sin memoria llenaron el centro de Santiago. El otro desfile fue en San Miguel, pero no comenzó ese día.

Hace cuatro años no fueron colores ni risas los que adornaron Santiago, sino el humo de un incendio que nacía de los gritos de dolor de ochenta y una personas que morían producto de la mayor tortura que haya ocurrido en una cárcel chilena. Sus familias conmemoran año a año la muerte y la rabia que sienten contra un Estado que se lava las manos con la situación de sus presos.

En el desfile hacia la cárcel de San Miguel, los globos eran negros, los gritos no fueron de alegría y el sufrimiento se encarnaba en los ojos de los padres mirando el lugar que se convirtió en la tumba de sus hijos. Paso a paso se fue recordando la desidia estatal y la represión contra los reclusos; el abuso constante por parte de una autoridad que gobierna un territorio sin ley; cada grito reclamaba la libertad de la cual los familiares fueron despojados con la muerte de los ochenta y un presos.

Desde aquel fatídico 8 de diciembre de 2010, empezó también otra marcha incesante, una que busca exigirle al Estado la justicia y dignidad que todo ser humano merece. El incendio en la cárcel de San Miguel dejó ver una realidad invisibilizada. Tras los muros de la prisión los presos no solo pierden su libertad. Pierden su dignidad y derechos, son marcados con estigmas reales para el resto de sus vidas, son violados, maltratados, golpeados y asesinados. Incluso son quemados vivos.

La causa por los presos de San Miguel, y por todos los reclusos de nuestro país no comienza ni termina. Cada día se suman a la muerte de los ochenta y un reos nuevas razones para demandar justicia. Cada una de las personas que el Estado condena a la miseria y somete a la precariedad del sistema penal es una razón para levantar la voz. Hay ochenta y una razones para marchar cada 8 de diciembre. Todos los días hay una nueva razón para marchar.

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Diego Rochow es Director geográfico de la Ex Penitenciaría. Leasur

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