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Tomar la justicia desde la posición del ego nos llevará a un retroceso evolutivo

Publicado: 15.12.2014
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El asunto en discusión no es la defensa del delito como algunos intentan mostrar, eso es estúpido o mal intencionado de decir. Lo que algunos exponemos, es que el tomar la justicia desde la posición del ego (lo mío es más importante que cualquier cosa), nos llevará a un retroceso evolutivo. Pues nunca sabremos en un linchamiento público, los motivos, las necesidades, la realidad, la falta de capacidad intelectual, la falta de educación, la infancia, los miedos, etc… de quien nos robó o golpeó.

Hoy tenemos frente a nuestros ojos el fenómeno del castigo físico, psicológico, sexual (desnudar a alguien en la calle), o de cualquier otra índole que se aplica de manera pública a un sujeto acusado por otro de cometer algún delito. De eso voy a hablar ahora, no de una defensa al robo o una defensa a la falta de castigo, sino sobre los violentos ajusticiamientos públicos que se están desarrollando en nuestra sociedad.

Invito a separar los planos. Un mismo tema tiene múltiples planos de observación y reflexión. Aclaremos. La delincuencia no es buena, no estoy de acuerdo con ella y a las personas que les causan daño a otras, se les debe castigar con la reducción de su libertad o mediante la compensación económica de los daños causados. Dejo bien en claro entonces, que no me gustan los delincuentes y tampoco defiendo lo que hacen. No defiendo el robo y tampoco la falta de castigo.

También es importante entender que existen varios tipos de delitos en nuestras leyes. El robo es uno de ellos. Pero estaremos de acuerdo que no todos los robos son iguales. Algunos robos se comenten sin violencia a otras personas (como robo en lugar deshabitado), otros son con fuerza (como un lanzado) o con violencia (como una agresión física). Otros delincuentes roban y asesinan, algunos estafan usando puestos de poder, otros malversan fondos públicos, etc. Es por ello que cuando hablamos de un delincuente y de la necesidad de justicia, debemos antes entender que cada robo tiene su contexto. Y no me voy a extender en lo que se refiera a la realidad social, educativa, cognitiva y/o psíquica de los delincuentes. Pues entiendo que las personas, en general, comprenden que la falta de educación y la marginalidad reproducen seres sociales alejados de los códigos del «mundo de bien», en que suponemos nosotros pensamos vivir.

Pensemos por algún momento las consecuencias de que las personas, en su sensación de injusticia e impunidad en relación a la delincuencia que ocasionan los pobres, comenzaran a ignorar seriamente el papel de las policías y de la justicia formal. Veamos, un ejemplo. Un joven de 16 años, que sobrevive robando a otros sus cosas, es detenido en la calle luego de quitarle un teléfono a un desconocido. Éste menor de edad es atrapado por una muchedumbre, y reducido, es decir, no tiene posibilidades de escapar y tampoco de agredir a nadie más. Y luego una masa de personas enojadas, airadas y rabiosas de la injusticia que perciben día a día, toman la decisión que una paliza pública es una herramienta útil para que ese joven «aprenda» a no robar más. Entonces una docena de adultos le pega patadas y combos mientras éste menor está amarrado de manos y pies a un poste, desnudo y atado con plástico. Hay niños presentes aprendiendo sobre cómo se hace justicia cuando algo nos parece que la requiere. Hay personas riéndose y tomando fotografías del menor ensangrentado que pide perdón y misericordia. Hay otros alentando a los que le pegan, incitando a causarle más daño. Incluso algunos opinan que hay que dejarlo inválido, cortarle la mano y por qué no, quitarle la vida, por robar un celular de $100.000. La escena termina con este delincuente adolescente sangrando, desnudo y humillado e una calle pública, sin que nadie lo entregue a carabineros, pues las personas una vez cansadas, se fueron sin denunciarlo. La justicia se hizo presente con el linchamiento público.

Ese es el fenómeno en discusión. La justicia mediante la violencia física, sexual y psicológica en la vía pública, sin juicio previo, sin defensa alguna para el acusado.

En algún momento la civilización humana pensó que los castigos públicos (apaleos, latigazos, guillotinas y sogas al cuello) eran una manera poco civilizada y poco efectiva de tratar los problemas delictuales o de justicia ordinaria.

Pensemos por un momento, un celular de $100.000 podría ser el mismo monto de un foco de un automóvil quebrado por un chico de buena familia, que enojado, se lo rompe a otra persona. ¿Qué hacemos? Bajo la lógica expuesta, podríamos nosotros buscar la solución callejera, podemos tomar a ese joven, desnudarlo, darle de palos y puños, inhabilitarlo de por vida mental y físicamente, y luego dejarlo tirado en el suelo. ¿Podría haber justicia ahí?

Algunos dicen que sí, que la ley del Talión es lo mejor, esa que se aplicaba hace unos 2000 años atrás, la que mutilaba al delincuente y lo incapacitaba de por vida a hacer cualquier cosa para vivir.

Para finalizar, personalmente pienso que las personas educadas y decentes, que dicen tener altura moral para exigir justicia contra un delincuente, son las que deben mostrar mayor diferencia con la conducta que reprocha. Se llama exponer el ejemplo para poder exigirle a otro. Si un profesor miente, no le puede exigir honestidad a su alumno. Si un padre trata mal verbalmente a su hijo o hija, no tiene altura moral para reprender a su hijo o hija por ser violento verbal. Y lo mismo pienso de los delincuentes, es la sociedad que exige respeto la que debe actuar bajo las normas del respeto, incluso con quienes han violado nuestro respeto. Pues ahí se genera la estatura para exigir. Me es impactante, sí, así es, me impacta que muchas personas valoren a tal punto sus bienes, que hasta matarían a otro por un televisor o auto propio, pues las cosas que uno tiene, al parecer adquieren más valor que la vida de otro. Incluso muchas personas arriesgan sus vidas por un celular robado, y por lo mismo, también están dispuestos a matar la de otro por el objeto.

Concluyo diciendo que me avergüenzo de todas las personas que consideran que torturar a un menor de edad en la calle es la forma más inteligente y evolucionada que tenemos para darle a ese joven una lección de vida… como si su vida ya no estuviese llena, desde su más tierna infancia, de clases con puños y humillaciones.

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