Sin embargo, en el camino para que nuestras etnias ancestrales sean correspondientemente reconocidas en este Chile multicultural, nos encontramos otra vez con ese muro franqueable que es la Constitución Política que nos rige, pero no nos representa. Una Asamblea Constituyente, que represente nuestra multietnicidad, institucionalizaría a través de una nueva Constitución la realidad de los pueblos que conforman el país.
El deporte como práctica debe ser conceptualizado como un derecho y una necesidad que no puede ser ajeno a los pueblos fundadores de nuestra América. El juego de la pelota en tiempos prehispánicos constituía un valioso espacio ritual, pero también permitía la formación de lazos comunitarios, la transmisión de conocimiento ancestral y el uso y aprovechamiento de los espacios de encuentro públicos.
Las culturas, religiones, cosmovisiones y lenguas que conviven en Chile y en el continente tendrán la oportunidad de participar de una competencia deportiva que cuenta con el apoyo de los gobiernos, evidenciando una nueva etapa en el relacionamiento de los Estados hacia los pueblos que lo conforman. Ojalá esta Copa despierte el mismo entusiasmo mediático que la de fútbol profesional, y el público comprenda el honor que constituye ser los primeros anfitriones de un torneo simbólicamente y políticamente tan relevante.