Hoy en día las universidades son definidas en el plano curricular, administrativo y financiero por solo algunos actores, es decir, el slogan de la participación y democracia que muchas instituciones tienen, en la actualidad no se caracteriza ni muchos menos se pretende ejecutar. Lo anterior, tiene relación con cuestiones centrales que el movimiento estudiantil ha puesto en la palestra, es decir, las ansias que la distribución del poder dentro de nuestras casa de estudio sea igualitaria y que todos los actores podamos decidir en dichos espacios. Es sabido que la universidad no solo la construyen las autoridades o los cargos medios, sino que todos quienes participamos en los procesos educativos que allí se generan, por tanto, centrar el debate en cuestiones más estructurales es urgente y es la tarea que los estudiantes, en esta oportunidad, hemos tomado.
En primer lugar, la necesidad de democratización de nuestras instituciones educativas tiene un carácter político, puesto que se cuestiona la forma en cómo se toman las decisiones en estos espacios. Las ventas de terrenos, cambio de mallas curriculares, definición de perfil de egreso, con qué finalidad se investiga, las condiciones de estudio, la subcontratación, etc., son parte del quehacer diario de la universidad y en este plano, lamentablemente, solo algunos deciden. Lo anterior, trae como consecuencia negar a estudiantes, funcionarios y académicos dentro de este debate, pues la lógica de mercado no está presente solo en el pago de la educación, sino también en la forma de construcción y desarrollo de las instituciones educativas, sean privadas o estatales, pues la característica de conformación es similar a una empresa, con su directorio o un pequeño espacio conformado por los altos directivos. En este plano entonces, nos encontramos con la idea de refundar de una forma real nuestras comunidades educativas, partiendo por cuestionar la concentración del poder y los espacios donde se define el proyecto universitario y su posible desarrollo. Por tanto, avanzar en la construcción de una universidad más participativa y donde todos podamos decidir, es una tarea urgente.
Lo segundo, tiene que ver con una cuestión más reivindicativa, puesto que cuando el movimiento estudiantil cuestiona la educación, también apunta al modelo en el cual nos encontramos. Heredado desde la dictadura, pero potenciado en esta “democracia”, donde el poder no está en todos, sino en unos pocos y lo más llamativo, en los mismos de siempre: los poderosos. En este sentido, preguntarnos por la democracia en la universidad, nos hace reflexionar, a su vez, que los actuales proyectos universitarios tienen relación con aquella lógica, impuesta en la dictadura, donde no solo se elimina la participación de los trabajadores y estudiantes en la toma de decisiones, sino que se barre con la idea de un proyecto educativo país, el cual pretendía poner en el centro las verdaderas necesidades de la sociedad.
En tercer lugar, nos encontramos con el plano educativo, el cual poco se ha destacado en este debate, pero no por ello menos relevante. Pensar en una nueva universidad, directamente nos llama a pensar en una sociedad también distinta, en donde se vinculen nuestras disciplinas con las reales necesidades, en donde se logre construir proyectos educativos populares, donde finalmente se piense de una forma distinta el rol que hoy posee las universidades y, junto con ello, trazar el camino de cómo debe pensarse una educación donde todos podamos definir sus objetivos, fines y a qué necesidades debe responder. Cuestión bien distinta a lo que actualmente vivimos en una universidad y educación definida por otros.
Finalmente, es impensado cerrar cualquier tipo de proceso de movilización, más cuando está en el centro la democratización, sin la oportunidad, por lo menos, de generar fisuras dentro de esta institucionalidad que nos rige, la cual nos recuerda cada día que la educación y sus fines son definidos por otros, por los mismos que reproducen la educación que se imparte para obedecer y controlar. Por tanto, pensar en la toma de decisiones de forma igualitaria, construir condiciones de estudio y trabajo digno para funcionarios y académicos, es parte de la centralidad y característica de una democratización real de las instituciones educativas, pues hablar de democratizar la educación muchas veces se ve como una cuestión ajena, pero lo que se debe entender es la necesidad que existe de discutir, reflexionar y construir una educación y universidad que realmente nos permita abrir la disputa para pensar una nueva sociedad.