¿Podrías, en pocas palabras, contarnos tu experiencia personal en el MIR y de qué manera militaste en esta organización durante la Dictadura?
Mi formación inicial, más cultural que política, fue en el Partido Socialista (Almeyda). Venía de una familia socialista y de una región (la Provincia de Choapa), en la cual el PS ha sido históricamente la principal fuerza política. Con esa formación llegué en 1980 a la Universidad Católica de Valparaíso. Pero a partir de 1982, mi militancia en el PS se comenzó a debilitar. Yo cuestionaba mucho que el partido no se hiciera cargo de sus definiciones políticas; entre otras, la preparación de la organización para el desarrollo de la insurrección popular de masas. A partir de ese momento comencé a apoyar las acciones que desarrollaban los compañeros del MIR a través de las Milicias de La Resistencia Popular; fundamentalmente en el ámbito de la propaganda y la agitación. Pero en 1984 fui detenido por la CNI y pasé dos años en la Cárcel Pública de Valparaíso. En prisión participé del colectivo de presos miristas y durante un tiempo me correspondió asumir la representación de la Organización de Presos Políticos (OPP). Al salir de prisión, me reincorporé a la Universidad y se me asignaron tareas de representación pública del MIR. Fui dirigente estudiantil hasta 1988.
Durante ese período asistí a la división del partido. Si bien fui muy crítico con lo que estaba ocurriendo (consideraba que era una crisis en la dirección), me mantuve leal a la legalidad partidaria y reconocí filas en el partido que dirigía Andrés Pascal. También me correspondió asistir a la posterior fragmentación de la organización. Milité en una de las microfracciones del MIR hasta 1992. En esa oportunidad una situación represiva en el sur de Chile terminó por desbandar el grupo en el que me encontraba.
Como historiador, ¿cuáles son las principales etapas y acontecimientos que destacarías en la trayectoria de este partido?
Yo sostengo que existen cuatro períodos fundamentales en la Historia del MIR, y que esos períodos dan cuenta de la existencia de cuatro partidos distintos. La primera etapa, que va de 1965 a 1967, que coincide con la etapa de formación del partido y en la cual predomina, por sobre otras, la influencia trotskista.
La tercera etapa se inició a fines de 1975, con los diferentes núcleos de reconstrucción partidaria, se fortaleció con la Operación Retorno (1978) y se extendió con el reclutamiento de nuevos cuadros; en especial entre los jóvenes, los pobres urbanos y los trabajadores subempleados o desocupados. Y este, a mi juicio, es un nuevo partido. Es el partido de los hermanos Vergara Toledo, de Mauricio Maigret y de Aracely Romo. Este partido será, hasta 1984, el que soportará el peso de la lucha antidictatorial.
La última etapa, iniciada con la crisis interna de 1986, sorprende al MIR en una situación de extrema debilidad. Los golpes represivos han erosionado su estructura partidaria y obturado la relación del partido con el movimiento de masas. La organización se fragmentó, pero en esa misma situación, se instalaron las bases de lo que hasta hoy día se conoce como “la cultura mirista”, que permea a amplios movimientos políticos y sociales.
Después de su fundación, donde participaron varias corrientes revolucionarias (libertarios, cristianos, trotskistas, socialistas), el MIR parece centrarse más en una perspectiva político-militar influenciada por la experiencia cubana: ¿Cuáles eran las ideas centrales y los ejes teóricos-ideológicos de esta organización?
Es evidente que en la tendencia liderada por Miguel existía una clara influencia ideológica, política y ética de la Revolución Cubana. Es más, se puede sostener que para esta generación de revolucionarios la Revolución Cubana fue una interpelación que exigía compromiso. Pero Miguel y esa generación de revolucionarios siempre supieron que las condiciones históricas del proceso revolucionario en Chile y, en especial, las condiciones de construcción de la izquierda, poseían condiciones particulares. De ahí su rechazo a la teoría del foco de Regis Debray.
¿Qué tipo de partido representó el MIR? Muy a menudo se dice “partido de cuadros” o de “revolucionarios profesionales”, también se subraya el verticalismo interno y los bajos niveles de democracia interna. ¿Qué opinas de esto? ¿Mirado desde hoy día, cuáles fueron sus principales dificultades o debilidades orgánicas tanto durante la UP, como en Dictadura?
Lo dije previamente: No hay un MIR. Existen, a lo menos tres MIR y una continuidad cultural. De esos tres MIR, dos son los que pueden identificarse con la trayectoria y el legado mirista. Uno es el MIR liderado por Miguel, entre 1967 y que perdura un par de años más después su muerte. Este partido puede ser nominado como un “partido de cuadros”, articulados bajo el liderazgo de un colectivo de dirección ampliamente reconocido, validado, y con un trabajo de masas importante derivado de la creación de los denominados “frentes intermedios”. Luego está el MIR que condujo las luchas de la resistencia antidictatorial, especialmente en el ciclo 1978-1984. Este segundo MIR también se autodenomina “partido de cuadros”, se ve obligado a construirse en la clandestinidad y enfrentó duras arremetidas represivas. En ese escenario, el proceso de formación de cuadros profesionales es más complejo y los déficits respecto de la generación anterior son más ostensibles. Pero, a contrapelo, el compromiso y la voluntad revolucionaria se midieron en escenarios bastante más duros que aquellos del ciclo 1970-1973.
En ambas circunstancias los requerimientos de la política contingente y el legado ideológico del “centralismo democrático”, favorecieron la construcción de un partido fuertemente centralizado donde la democracia interna era reducida. Probablemente hoy día, en el actual escenario de la lucha política y social, este modelo de organización y conducción política resulte poco apropiado. Pero el modelo leninista de partido era el disponible para los revolucionarios de los años ‘60, ‘70 y ‘80. Y a ese modelo de partido optamos por ingresar: nadie nos obligó… Pretender evaluar (e incluso recriminar), esas prácticas políticas con los parámetros del contexto actual me parece una deslealtad.
A 40 años de la caída de Miguel Enríquez en combate, son muchos los jóvenes que reivindican esa figura revolucionaria: ¿Qué significa ser mirista en el Chile actual o cuáles son las principales lecciones que nos heredan esa generación de militantes anticapitalistas de los 70?
El legado es muy amplio y se puede observar en múltiples dimensiones: Política, social, cultural, estética y ética. Me voy a detener sólo en el plano político. En él hay varios aspectos que podemos enfatizar. Por una parte el contenido programático de la propuesta del MIR: esta organización planteó para Chile, y lucho consecuentemente en ese sentido, la construcción del socialismo. Hoy día, en que las alternativas al capitalismo se configuran de manera difusa, muchos jóvenes y muchas organizaciones revolucionarias vuelven a plantear la necesidad de la construcción del socialismo. ¿Qué tipo de socialismo? No lo sabemos; pero la discusión sobre sus contenidos y orientaciones es una demanda fundamental de nuestra época. Y respecto de ello, los miristas y el programa mirista tienen aún mucho que decir.
Por último, es necesario enfatizar el requerimiento de organización. Muchos hoy día, después de transitar los caminos de un movimientismo estéril, asumen que la organización política, la vanguardia política, constituye un elemento irremplazable en todo proceso revolucionario. Las experiencias históricas exitosas así lo demuestran (Rusia, China, Vietnam, Cuba, Nicaragua). Esa organización revolucionaria, dotada de una estrategia revolucionaria, que asuma las particularidades de la región (América Latina) y del país (Chile), debe construirse al interior de los trabajadores y el pueblo. Debe adecuarse al nuevo escenario y contexto histórico. Esa lección de dialéctico de la historia, el MIR la construyó con compromiso, coraje y abnegación.