La historia de Karen Espíndola se transformó en un caso emblemático que da cuenta de la experiencia del aborto terapéutico. En 2008, cuando supo que su embarazo era inviable, golpeó todas las puertas para intentar abortar, pero no fue autorizada.
Finalmente, Karen dio a luz a su hijo, que alcanzó a vivir poco más de dos años, pero la experiencia de sufrimiento para la familia y el propio niño terminaron por convencerla de que habría sido mejor abortar. Terminó con una abultada deuda ante la carencia de ayuda de salud del Estado.
“No hay pensiones para estos niños, no hay rehabilitación integral. No hay nada que sirva para ayudar a su calidad de vida. Hay organizaciones pro vida pero son puros discursos», sentenció Espíndola.
Desde entonces, se ha mantenido activa en la defensa de la despenalización del aborto y su denuncia pública, difundida hace diez años, fue uno de los casos significativos que impulsó la defensa específica del aborto terapéutico. Sin embargo, Espíndola ha tenido que pagar un alto costo por exponer públicamente su testimonio y su visión acerca de la interrupción del embarazo.
De hecho, hace unas horas, la joven dio a conocer algunos comentarios que le enviaron personas «pro-vida» a través de su cuenta de Twitter, dando cuenta de la violencia discursiva y la burla de estas personas respecto a un complejo episodio de su vida e historia.