Barros, formado y acusado de encubrir los abusos sexuales de Fernando Karadima, estaba ahí, sentado en primera fila en la misa del Papa Francisco en el Parque O’Higgins de Santiago. No habían pasado ni dos horas desde que el propio Bergoglio pidiera perdón por los abusos a menores en su discurso en La Moneda.
Del otro lado, alejado de las cámaras de TV y de la atención de todos, estaba Mariano Puga, el «cura obrero» de la Villa Francia. A su lado, cientos de protestantes contra el Papa Francisco, quienes le exigen que destituya al propio Barros por su rol de «cómplice» de los abusos sexuales a menores.
«Ni zurdos ni tontos», dice una pancarta que se ve al lado de Puga, en referencia a la frase que hace dos años dijo el propio Papa Francisco, criticando a los opositores a Barros.