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A un año del incendio en la bodega Kayser: Familia de Yoshua Osorio mantiene dudas sobre causa de su muerte

Por: Sofía Concha, Amy Franklin y Carla Padilla | Publicado: 17.10.2020
A un año del incendio en la bodega Kayser: Familia de Yoshua Osorio mantiene dudas sobre causa de su muerte Yoshua Osorio |
Yoshua Osorio Arias (17) perdió su vida durante el estallido social, el día 20 de octubre del 2019. Su cuerpo fue hallado ––calcinado–– tras el siniestro ocurrido en la bodega de Kayser, en Renca. Las causas de su muerte aún son inciertas por contradicciones en sus peritajes. Actualmente, tras presentar un recurso de queja ante la Corte de Apelaciones, la familia se encuentra a la espera de una nueva resolución para continuar la investigación del joven. Quienes lo conocieron lo recuerdan como una persona atenta, alegre y cariñosa.

Ese domingo estaba soleado y absolutamente despejado. Un día típico de primavera, aunque más agitado que de costumbre. Las personas corrían de un lado a otro. En sus manos cargaban bolsas y cajas de poleras, pijamas y ropa interior marca Kayser. La avenida Miraflores de Renca estaba repleta de gente que entraba y salía de la bodega de la fábrica textil. El supermercado Líder ya se había vaciado.

Un poco antes de las tres de la tarde, cuando Solange Arias y su hija mayor Nayareth, venían de regreso del trabajo, pasaron por fuera y vieron todo el movimiento que había en la fábrica y sus alrededores. En su casa la esperaban su hija Nicole, su yerno Rodrigo y el menor de los tres, Yoshua. Cuando entró, su hijo la ayudó con las bolsas que traía del trabajo y, mientras lo hacía, le comentó el desastre que había en la bodega de Kayser.

Pasaron unos minutos antes de que Yoshua, Julián — su amigo — y Rodrigo partieran en auto a la fábrica. Cuando llegaron el cielo ya estaba cubierto de una inmensa nube negra. A las 15:16, bomberos activó su alarma de incendios.

Entraron al recinto donde estaba la fábrica y en un segundo Rodrigo perdió de vista a Yoshua. Intentó buscarlo, pero no pudo encontrarlo. Lo primero que hizo fue llamar a su pareja, Nicole, para avisarle que se habían perdido y que no hallaba a Yoshua. Ambas hermanas, Nicole y Nayareth, fueron corriendo hasta la fábrica, ubicada a ochocientos metros de su casa.

Solange se quedó cuidando a sus nietos, pero ante la desesperación decidió llamar a un vecino para dejarlos a su cuidado. Se consiguió una bicicleta y partió a buscar a su hijo. Cuando llegó el fuego ya era incontrolable. Gritó su nombre e intentó ingresar a la fábrica, pero los bomberos le negaron el acceso. Ella les pidió que por favor la dejaran entrar porque su hijo estaba ahí. Se paró en unos andenes que estaban al costado de la fábrica y volvió a gritar con fuerza. Entre el humo y el calor del fuego, creyó escuchar una voz que dijo: ¡mamá!

—A mí nunca se me va a olvidar eso–– cuenta Solange.

 

Cartel con nombres de las víctimas que murieron durante el estallido social.

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Yoshua Osorio (17) nació el 19 de julio del 2002 a las 23:32 hrs, con solo siete meses de gestación. Era muy pequeño, pesó apenas 900 gramos. Por esta razón, pasó sus primeros días de vida en una incubadora, separado de su familia, que, en ese tiempo, estaba compuesta por su mamá, Solange Arias (50), y sus dos hermanas, Nayareth Rojas (27) y Nicole Figueroa (25). Vivían en Independencia, Santiago. Transcurrido un año, decidieron mudarse a la comuna de Renca, donde el joven vivió prácticamente toda su vida.

Yoshua siempre fue apegado a su familia, sobre todo a Nicole. Tenían una relación de confianza y compañía. A menudo, recuerda Solange, iban a la cocina a freír nuggets tipo dos de la mañana, en plena madrugada. Ella los escuchaba conversar y reír a carcajadas desde el segundo piso de su casa. “Nicole es la más afectada con su muerte porque pasaban siempre juntos. Era la alegría de la casa. Él era todo, perdón, lo es todo”, dice.

Su papá, Patricio Osorio, no vivía en la casa. Se veían esporádicamente, cuando Yoshua quería. Por lo que la relación nunca fue igual a la que tuvo con el resto de su familia.

Cuando Yoshua era niño, mientras su madre trabajaba de comerciante en la feria —oficio que mantiene hasta hoy— y sus hermanas asistían al colegio, él iba al jardín infantil. “Era muy querido por todas las tías”, recuerda Solange. “Siempre fue así, desde pequeño su esencia cautivó a todas las personas que pasaban tiempo con él”.

Durante su etapa escolar, pasó por varios colegios de Renca y El Bosque. En el año 2015, llegó al sexto básico “A” del Liceo Presidente Arturo Alessandri Palma de Independencia, una escuela solo de hombres. Allí conoció a quienes serían sus compañeros y amigos para toda la vida. Tiempo después, en segundo medio, Yoshua se fue al colegio Industrial Benjamín Dávila Larraín, de Renca.

No era un alumno que se destacara por tener excelentes notas, pero tampoco le iba mal. Educación física y lenguaje eran sus materias favoritas. Siempre se sentaba en los primeros puestos para hablar con su profesora. Intentaba ser participativo, pero también estaba atento de buscar una oportunidad para “tirar la talla” y alegrar el ambiente de la sala.

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Del colegio a su casa, Yoshua se demoraba 20 minutos. Se iba en la micro D03 o la 109. Junto a uno de sus amigos más cercanos, Matías Riveros (17), recorrían el trayecto desde la plaza de Renca hasta sus casas. Ese camino no solo sirvió de compañía, para Matías significó afiatarse aún más con Yoshua. Fue conocerlo y quererlo.

Matías también recuerda una vez que tuvieron que irse a pie porque las micros no estaban pasando. Caminaron desde su colegio en Independencia hasta la plaza de Renca —tres kilómetros y medio— . Ese día el clima era sofocante y ambos estaban cansados. Querían comprarse algo para tomar, pero no tenían plata. Se fueron mirando el piso durante todo el camino, para ver si encontraban alguna moneda. Se les ocurrió dar vueltas las mochilas, para ver si encontraban algo. Entre los dos juntaron $350 pesos.

Siguieron caminando hasta que vieron un carrito en la plaza. Les alcanzó para un Kapo de manzana. “Se lo compramos a la tía que vendía en la calle. Lo abrimos, le sacamos la bombilla y lo compartimos, mitad y mitad. Si el Yoshua tenía algo, siempre se preocupaba de compartirlo”. Recuerda Matías.

A la salida del colegio era muy común que fueran él y sus amigos a “La Toro” (colegio Arturo Toro Amor). Un establecimiento solo de mujeres que está ubicado a dos cuadras de su liceo. Junto a Bastián Huichaqueo (16), que también era amigo de Yoshua, pasaban el rato después de clases. Era un grupo de seis o siete amigos.

Equipo de Joshua en campeonato.

La mayoría de su primero medio fue así.“Junto con el Yoshua y otro amigo íbamos casi todos los días a la Toro. Él siempre se rajaba con alguna comida, unas papas fritas. Cuando no tenía plata, entre todos hacíamos una vaquita y compartíamos. Lo pasamos muy bien, porque estar con Yoshua era pura alegría, siempre tenía una sonrisa en su cara”, comenta Bastián.

En ese lugar también conoció a Jessica (17).  Al comienzo eran solo amigos, pero luego de dos años, empezaron a salir. Poco tiempo después, Jessica se fue a vivir a Viña del Mar, pero mantuvieron una relación a distancia.

De vez en cuando ella viajaba a Santiago para poder ver a Yoshua. Tomaba un bus desde el terminal de Viña del Mar y cuando pasaba el último peaje, le enviaba un mensaje a Yoshua y él la iba a esperar al terminal Alameda, hasta que llegara.

Cuando cumplieron un mes siendo pareja, Jessica viajó a ver a Yoshua. Al llegar al terminal, se bajó del bus y entre la gente lo vio a él, vestido con una chaqueta burdeo y zapatillas Nike —que ella le había ayudado a escoger—. La estaba esperando, con un ramo de flores en sus manos.

—Sabes, mientras te cuento todo esto, miro su cara en una foto––dice ella al teléfono.

Lo que cautivó a Jessica de la personalidad de Yoshua fue su sencillez, humildad y alegría. Siempre estaba ahí para quienes lo necesitaban. “A los amigos no les fallaba. Él podía estar mal, pero si alguno estaba peor que él, no le importaba y hacía lo que fuese para subirles el ánimo. Aunque él no tuviera nada, lo daba todo”, recuerda.

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El amor por el deporte comenzó a crecer dentro de Yoshua desde niño. Le encantaba jugar a la pelota y participó en todos los campeonatos de fútbol del liceo, donde estuvo desde sexto básico hasta segundo medio.

En sus tiempos libres salía a jugar a la villa donde vivía. Se quedaba hasta las 12 de la noche pichangueando con sus amigos. En el colegio era lo mismo. Los recreos se transformaban en los clásicos partidos del “A” contra el “B”.

Ya un poco más grande, Yoshua y unos amigos lograron jugar a un nivel un tanto más profesional. El Campeonato Gatorade.

El Campeonato Gatorade es un torneo juvenil que abarca desde las categorías sub 15 hasta la sub 20. Participan equipos de Primera División y Primera B. Yoshua, junto a sus compañeros de equipo, Los Malaya FC, habían avanzado hasta cuartos de finales. El campeón se iba a España, representando a Chile.

 

Amigos de Yoshua Osorio, Campeonato de Gatorade.

La alegría y la sonrisa de Yoshua era algo que lo caracterizaba, pero dentro de la cancha era distinto. Se tomaba las cosas enserio, no le gustaba perder. Daba igual quién era su rival, él siempre iba fuerte. “Era el goleador del equipo, buscábamos al Yoshua para darle el pase y él siempre metía el gol”, dice Matías Riveros, amigo y compañero de equipo de Yoshua.

A Los Malaya FC, les tocaba jugar el partido para pasar a la siguiente fase, en un estadio de La Florida. Estaban bastante cansados porque tenían los jugadores justos y había sido una jornada intensa. En cambio, sus contrincantes venían más repuestos. No habían jugado casi nada.

Se inició el partido y, como todo equipo, Los Malaya FC anhelaban ganar para poder pasar a la siguiente fase. Fue un partido bastante parejo. Cuando quedaban menos de dos minutos para que finalizara, Benjamín, el arquero del equipo, le da un pase a Yoshua que estaba de delantero. Él recibió el pase, avanzó, se pasó a dos defensas y marcó un golazo. Ese fue el gol que les dio la victoria para pasar a cuartos de final, pero al jugar el siguiente partido, perdieron.

Junto a Matías se fueron de vuelta a la casa. Ambos venían muy bajoneados por haber perdido el último partido. Yoshua, intentando subirle el ánimo a su amigo, le dijo que no importaba, que sería para otra ocasión.

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El estallido social comenzó el 18 de octubre del 2019 en Chile. Hasta marzo del presente año, antes de que se iniciara el confinamiento en nuestro país, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), había registrado 283 denuncias por violaciones a los derechos humanos, 104 de ellas en la región Metropolitana. En su mayoría, estaban dirigidas a las instituciones de Carabineros y Militares.

Yoshua Osorio falleció el 20 de octubre de ese año. Su cuerpo fue hallado dentro del segundo piso de la bodega de la empresa Kayser, ubicada en Renca, tras el siniestro que se produjo por los saqueos de esa tarde. En el inmueble había cuatro cuerpos más. Entre ellos, Julián Pérez, amigo de Yoshua.

Familia, amigos y vecinos de Yoshua estuvieron afuera de la fábrica ese día. Mientras las llamas consumían poco a poco lo que iba quedando de ella, corrían de un lado a otro gritando el nombre del joven con la esperanza de que respondiera. Y así fue. Solange escuchó la voz de su hijo. Los gritos venían desde adentro de la fábrica. Desesperada, intentó entrar a la fuerza, pero puertas cerradas y bomberos se lo impidieron.

A las 17:00 hrs medios de televisión nacionales informaban que se encontraron cinco cuerpos calcinados dentro de la fábrica de Kayser, en Renca. La noticia llegó a Solange, que encaró inmediatamente a personal de Bomberos. Ellos, asegura, negaron el hallazgo.

Foto de la conmemoración del cumpleaños número dieciocho de Yoshua.

Cuando ya eran aproximadamente las 19:00 hrs todos comenzaron a dirigirse a sus casas, ya que, desde esa hora empezaba a regir el toque de queda en la región Metropolitana. Pero Solange se quedó ahí. “Yo no me iba a mover. Era la única que podía reconocer el cuerpo de mi hijo. Quería saber si estaba ahí”, dice.

Transcurridos unos minutos, tuvo que dirigirse al Servicio Médico Legal (SML) donde le iban a realizar una prueba de ADN para verificar si alguno de los cuerpos correspondía a Yoshua. Posteriormente, Solange se fue a su casa, ya que Carabineros le advirtió que, de no hacerlo, la llevarían detenida por infringir el toque de queda.

Finalmente, le dieron a Solange la noticia que no quería escuchar. Los restos de uno de los cuerpos calcinados en la fábrica correspondían a su hijo.

La autopsia del cuerpo de Yoshua Osorio fue realizada al día siguiente del incendio, el 21 de octubre. Según los datos entregrados por el medio Interferencia, en la jornada solo estuvo presente el personal del Servicio Médico Legal (dos técnicos, una fotógrafa y la médico legista Karen Torres Sáez).

En el informe se concluyó que la causa de muerte del joven fue por “asfixia por intoxicación por gases de incendio. Carbonizado”, con niveles de monóxido de carbono de entre el 28% al 67% en su organismo.

También se advierte la presencia de tres orificios en el costado izquierdo a la altura del tórax. La Fiscalía señaló que estos se produjeron por el intenso calor. Pero un metaperitaje ––un segundo informe que complementa y da cuenta de eventuales errores en el peritaje hecho por el SML––, que sirve como evidencia ante el Tribunal, fue realizado por el Equipo Chileno de Antropología Forense y Derechos Humanos (ECHAF).

Se  determinó en la descripción general del cuerpo, que una parte del tórax tenía tres orificios ubicados en la parrilla costal posterior derecha.  “Entre las costillas número 10 y 11, que exponían una fractura doble a nivel de 10ª costilla, la que muestra astillamiento y bordes irregulares por cara muscular externa siendo más regulares y con pérdida de segmentos”. Así lo indicó el equipo de antropólogos a Interferencia.

“Como presentimiento de mamá, yo siento que a Yoshua lo mataron. Él no murió por el incendio. Cuando una persona se quema muere en posición fetal, pero todos los cuerpos estaban estirados”, cuenta Solange. Además, considera que los orificios no se deben al calor de las llamas, sino, a golpes u otra agresión.

El Segundo Juzgado de Garantía de Santiago dictaminó que el primer fallo del caso de Yoshua fue “asesinato causal”. La familia no quedó conforme con la resolución, debido a las incongruencias que hay en la investigación del caso.

Además del informe metapericial que arrojó más dudas, se sumaron otros antecedentes que circulaban en distintos medios de comunicación, entre ellos un video que mostraba los cuerpos calcinados en la fábrica. Con esta información, la familia de Yoshua decidió exigir la exhumación del cuerpo y un segundo peritaje a lo que quedó de la bodega de Kayser, antes de ser demolida.

El abogado que está llevando el caso, Lorenzo Morales, presentó un recurso de queja ante la Corte de Apelaciones. No existe respuesta aún, debido a que el proceso comenzó previo al confinamiento por la crisis sanitaria del Covid-19. “Se dan vuelta la chaqueta. Si fuéramos de plata esto sería más rápido, pero como somos pobres, Yoshua solo es un número más”, dice Solange.

 Todos los domingos su familia iba a verlo al Cementerio Parque del Recuerdo de Huechuraba, donde está sepultado. Dada la pandemia mundial, no han podido asistir. A pesar de esto, su familia y amigos se reunieron en la casa para conmemorar el día de su cumpleaños, el pasado 19 de julio, ya que Yoshua habría cumplido 18 años. El mes de julio es particularmente doloroso para todos aquellos que lamentan su pérdida.

Matías Riveros, amigo de Yoshua, cuenta que ese día se reunieron para cantarle cumpleaños feliz. “Estaba la familia y los amigos de por aquí cerca. Le hicieron una pequeña celebración. Prendían una vela y se iban, todo con los cuidados correspondientes”.

En memoria de Yoshua, la plaza de Renca, ubicada frente al antiguo colegio del joven, fue rebautizada como Plaza Yoshua Osorio Arias. En la placa de su memorial, se leen las palabras: “En tu memoria exigimos verdad, justicia y castigo”.

* Este reportaje fue realizado en el curso de Reportajes y Perfiles de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado.

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