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Pato Fernández, candidato constituyente: “Si lo que viene es una réplica de lo que ocurre en el Congreso, las posibilidades de generar frustración son muy altas”

Publicado: 28.03.2021

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Se decidió a postular como constituyente solo cuatro días antes del cierre de las listas, convencido por la propuesta del Partido Liberal, que le cedió un cupo, aunque se presenta como independiente. El periodista Pato Fernández, candidato por el distrito 11, que comprende las comunas de Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, La Reina y Peñalolén, describe esta campaña como «la actividad más agotadora e intensa» que ha tenido en su vida, pero también entre «las más valiosas».

En conversación con El Desconcierto, el fundador y ex director de The Clinic  llama a votar «con ganas, entusiasmo y compromiso» para hacer que el proceso sea «virtuoso». Crítico con la falta de unidad de la oposición, aborda los principales ejes de su programa, sus prioridades y el camino que lo ha llevado a tomar una decisión que lo tuvo días sin dormir.

Ha comentado que en 2015, a partir de su experiencia como miembro del Consejo de Observadores Constitucionales al que le convoca la ex presidenta Bechelet, recorrió las casas de los chilenos y chilenas para saber qué querían incluir en una nueva Constitución. ¿Qué rescata de aquella experiencia para el desafío actual?

Muchísimo. Eran conversaciones de alta civilidad y donde había alto interés en mostrar la propia opinión y poco en destruir a la persona del frente. Rescato lo que se concluyó ahí. Las conversaciones en los encuentros locales autoconvocados se estructuraban en cuatro ítems: valores o principios constitucionales de los que salió más puntuado la justicia; los derechos, entre los que el más apetecido fue la salud; los deberes, y el más mencionado fue el cuidado del medio ambiente; y finalmente, las insituciones, entre las que sobresalieron los plebiscitos, referéndums y consultas, es decir, la participación. Hubo otro punto muy interesante: entre los participantes del Consejo había una mitad de constitucionalistas y otra procedente de la sociedad civil, donde estaba desde la Juanita Parra, baterista de Los Jaivas, pasando por Ruth Olate, presidenta de sindicato de trabajadoras del hogar, Benito Baranda, Jean Beausejour y yo mismo. La conversación entre ambos grupos fue muy rica y, de alguna manera, invita a imaginar lo que podría llegar a ser la Asamblea Constituyente, que esperamos que consiga el clima y capacidad de diálogo que se dio entre nosotros.

En su programa pone énfasis especial en la participación. ¿En qué se concretaría?

Se tiene que dar en dos niveles: durante el proceso constituyente, es decir, a la hora de definir el funcionamiento interno de la Convención y en la misma Constitución. En lo primero, estoy dispuesto a dar una pelea importante por que se incluyan audiencias públicas, sesiones de rendición de cuentas territoriales de los constituyentes, es decir, que regularmente enfrenten a sus votantes para explicar si responden a lo que se comprometieron; que se establezcan encuentros autoconvocados; que haya iniciativas ciudadanas de norma constitucional con un número definido de firmas; que haya al menos tres sedes fuera de Santiago (norte, centro y sur); y que hayan medidas de transparencia y publicidad de lo que acontece al interior del Palacio Pereira. En la misma Constitución debieran también asegurarse mecanismos de participación ciudadana como las iniciativas populares de ley (ILP), referéndums derogatorios, presupuestos participativos municipales, white deal o la discusión prelegislativa de grandes reformas legales, etc.

¿Qué rol tiene que tener el Estado en derechos que, en su opinión, son claves para un nuevo pacto social como salud, educación, vivienda, pensiones y conectividad?

Acabamos de salir de un estallido social que puso sobre el tapete que el supuesto logro de la lógica neoliberal que multiplicó por cinco el producto nacional no bastaba. La lógica de la competencia, la rentabilidad e índices de crecimiento requieren un giro hacia mayores niveles de colaboración, sustentabilidad y armonía social. Esto obligará al Estado a tener mayor participación, girar la concepción neoliberal que está en el corazón de la Constitución del 1980 para pasar, espero, a un Estado social de derechos. Ese deseo no tiene nada que ver con terminar con el capitalismo y empezar una revolución socialista, sino que apunta a conseguir, en tiempos de tanta incertidumbre, un modo de navegar juntos en un momento en que los grandes proyectos del siglo XX cambiaron. Las nuevas metas van a ir apareciendo en el camino, pero mientras tenemos que ir en un barco en el que todos los navegantes se sientan parte y no propenda a motines ni a marginalidades. La nueva Constitución podría comenzar con un prefacio donde definiéramos entre todos los presentes la palabra dignidad. Es un reto al que nadie se podría negar y le pondría un corazón más caliente y humano porque es una palabra que la puso la ciudadanía y cuyo significado no acabamos de acordar.

¿A qué se refiere cuando dice que ‘no propenda a motines’?

Todo lo que sea generar marginalidades y exclusión genera inestabilidad general. Quien expresó esto de la manera más nítida fue Cecilia Morel cuando en el estallido social dijo que quienes se manifestaban parecían alienígenas. Ella habló en nombre del poder económico, político y cultural. Vio que habían surgido demasiados mundos en las últimas décadas que no habían participado de los acuerdos comunitarios. La gran tarea constituyente es incorporar esos mundos y esos requerimientos al proyecto común. No es solo por razones justicieras, de humanidad y dignidad que tenemos este reto, sino también por razones de sobrevivencia de todos los estadios que conviven en la sociedad.

¿Está conforme en cómo se han traducido las demandas de la calle en la institucionalidad que se ha creado para canalizarlas (participación de independientes, pueblos originarios, etc.)?

Uno de los grandes riesgos y retos del proceso es que para funcionar requiere una representación amplia del país porque si eso no funciona, va a frustrar. Además, la derecha, por una vergonzosa, descriteriada, inaceptable y egocéntrica dispersión de la oposición, va a conseguir una representación mucho mayor de lo que le correspondería. Si lo que viene es una réplica de lo que ocurre en el Parlamento, las posibilidades de generar frustración son muy altas. Sin embargo, a la vez, estamos ante el proceso más democrático que ha vivido la historia de Chile, vamos a tener una Convención que va a tener mitad de participantes mujeres, por primera vez van a participar 17 representantes de pueblos indígenas, estamos peleando para que la población sea partícipe y testigo del proceso. Si bien no estamos llegando como me hubiese gustado, el Apruebo no puede ser un llamado a tirar del mantel porque las cosas no están pasando de la manera que habíamos soñado. Más bien somos nosotros mismos los llamados a empujar este proceso para que cumpla en el mayor nivel posible las aspiraciones por las que hemos peleado tanto. No es la derecha la que quería la nueva Constitución, por eso vamos a tener que ser nosotros quienes hagamos de esto un proceso virtuoso. No hay que bajar los brazos y hay que votar con ganas, entusiasmo y compromiso.

Concertación «terminada» y comunismo «vencido»

¿Qué le lleva a pasarse al otro lado de la trinchera: de fiscalizar el poder desde la prensa a entrar en la política institucional?

Me costó una barbaridad porque hasta cuatro días antes de la inscripción de las listas había decidido que no lo iba a hacer, aunque me lo habían propuesto desde distintas organizaciones. Yo dije que no iba a pelear contra otros para poder serlo, pero se podía dar la posibilidad si había un mundo al que le parecía que podía ser útil y valioso, y tenía un apoyo entusiasta  sensato. Ahí se dio a partir de una invitación del Partido Liberal, que es un partido que me cae bien. Es lo bastante chico y nuevo para no cargar con una herencia pesada. Se salió del Frente Amplio para ocupar un espacio que a mí me convoca –Nuevo Trato– que entiende que el período concertacionista está terminado y, a la vez, que no hay que ir a buscar las respuestas viejas de un comunismo vencido. También acepté porque a mí me viene el vértigo cuando siento miedo y me obligo a hacer las cosas que temo. Esto me causó desvelo durante varias noches, sufrí de todo de manera imaginaria en mi cabeza, pero al final salí convertido en candidato.

¿Quién le hace llegar la invitación del PL, en qué contexto se produce?

Tiempo antes Vlado Mirosevic me había conversado de esta posibilidad. Mantuve y mantengo conversaciones muy cercanas con Agustín Squella, que fue otro a quien invitaron. De alguna manera, este proceso lo vivimos juntos. Me movía también la curiosidad. Algo del cronista que soy se interesaba mucho por formar parte de esto. El distrito 11 va desde Lo Hermida y La Faena de Peñalolén, dos poblaciones muy pobres, hasta las zonas más ricas del país. Estar en un intensivo de convivencia con esa diversidad y polaridades es algo que al narrador que soy también le gusta.

Dice que entiende que la etapa concertacionista está acabada, sin embargo, ha apoyado públicamente a Claudio Orrego de la DC para la candidatura a la Gobernación de la RM, considerando, además, el rol que ha tenido la DC en esta legislatura, que ha obstaculizado votaciones clave de la oposición en la reforma tributaria o de pensiones, por ejemplo. ¿Hay una contradicción ahí, o una incoherencia?

Pero ante esto, yo ahí me inclino por el candidato, no por la DC. De los candidatos existentes para gobernador, Claudio Orrego es en quien más confiaría. Es el único con el que se puede dar la pelea para que no sea uno de derecha. Es quien me resulta más coherente. No quiere decir que me fascine, ni que sea mi líder natural, ni que saque banderas. Es, dentro de lo que hay, quien me resulta más próximo y, en esta elección, nos tocó estar emparejados. Pero esto no significa que yo sienta afecto particular por la DC, que nunca me ha resultado particularmente próximo.

Lo menciono porque hay un tema con la carga de los partidos políticos hoy. Las personas sí se fijan en el partido al que representa cada candidato.

¡Ah, olvídate! Una de las cosas que me ha impresionado ha sido constatar el odio al mundo político. Yo voy a una feria y tengo que gastar cinco minutos antes de hablar de manera calma con muchos de los que ahí están porque el desdén hacia los políticos es enorme. Les trato de explicar que no voy por ningún cargo, que lo que estoy haciendo es un trabajo que durará un año y que consiste en escribir una nueva Constitución. Pero el desprecio, la desconfianza y la desesperanza con la política es muy fuerte.

¿Qué marco tiene que tener la nueva Constitución para asegurar el derecho a la información y la libertad de prensa y de expresión?

El valor de la libertad de expresión es central. Tendremos que buscar la manera más rigurosa posible para que no exista la intervención del Estado y los poderes varios en la búsqueda de la verdad, la información y el periodismo, o esté lo más restringida posible. Esto también se vincula con los derechos de creación y el mundo de la cultura. La creación y la búsqueda de la verdad son valores que tienen que estar sumamente protegidos. Pero también se nos añaden temas nuevos que tendremos que estudiar, como la irrupción de las redes y de Internet. En Australia y en Francia estamos viendo conflictos entre Facebook, los medios y el Estado. Habrá que ver cómo se va a relacionar este mundo nuevo donde la verdad puede convivir con la mentira; cómo vamos a proteger las honras.

Hace pocos días usted mismo tuvo que borrar un tuit por una polémica en redes, sobre el tema de la Venda Sexy.

Las redes corren por sí solas, sobre todo en tiempos de campaña. En un momento olvidé que no son pocos los que a uno no lo quieren y que están dispuestos a hacer mucho para desautorizarlo. Eso sin considerar que si a alguien llegó a ofender esa alusión, no puedo si no lamentarlo y estar arrependito. Pero lo que yo quería era llamar la atención, como alguien que ha vivido con mucho compromiso los derechos humanos, de la hipocresía de cierta derecha chilena, a propósito de lo que estaba pasando con la Izkia [Siches], que es capaz de horrorizarse por unas palabras y tonos sin espantarse por actos nefastos y horrorosos. A eso yo le llamé ponerse una venda sexy. Lamento muchísimo como se leyó y, si a alguien le afectó, me siento sumamente triste, pero pienso que lo que quise decir fue manipulado.

¿Es partidario de aplazar elecciones en caso de que la deriva de la pandemia se mantenga?

Yo no soy quien para dar una respuesta terminante si la vida de la gente está en juego. Sin embargo, haría todo lo posible por insistir en que este proceso se desarrolle de manera normal y trazada. Incluso pensaría que si estamos en cuarentena de aquí en adelante, la salida ese día para ir a votar con muchísimo cuidado puede ser una excepción.

Si no sale elegido, ¿se mantendrá en la política institucional?

Eso es algo que no he pensado para nada. Lo que he pensado es retirarme a un lago para leer y escribir algunas cosas pendientes. Esta es la actividad más agotadora e intensa que he tenido en mi vida, pero también una de las experiencias más valiosas.

¿No lo tiene descartado, pero?

No me imagino siendo diputado. Si uno se imagina estar más vinculado a lo público, uno no sabe. Hay algo [de la experiencia actual] que podría irse para allá, que se quede para siempre, pero no lo sé.

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