Avisos Legales
Nacional

Hasta Boric la compartió: Qué dice la columna de Juan Pablo Luna de la que todos hablan

Por: Camilo Espinoza | Publicado: 20.03.2023
Hasta Boric la compartió: Qué dice la columna de Juan Pablo Luna de la que todos hablan Gabriel Boric y Juan Pablo Luna | Fotos: Agencia UNO / UC
El politólogo uruguayo realizó un profundo examen del nuevo proceso constitucional asegurando que probablemente “diseñe una institucionalidad prolija”, pero de la que nacerá una institucionalidad “vacía de legitimidad social”.

Juan Pablo Luna, politólogo uruguayo y académico UC, publicó una columna durante el fin de semana que generó una ola de comentarios en redes sociales. En ella, analiza en profundidad la pérdida de sentido que genera la institucionalidad chilena en la gente.

El texto, titulado Alucinando con el oasis perdido y publicado en el sitio Tercera Dosis, fue compartido incluso por el Presidente de la República, Gabriel Boric.

“Me considero un optimista frente a las posibilidades de Chile, que solo tienen sentido si son para mejorar la calidad de vida de las mayorías y no solo los promedios. Pero el análisis crítico de Juan Pablo Luna es punzante, necesario y debemos incorporarlo”, escribió el mandatario en su cuenta de Twitter.

Pero, ¿Por qué la columna captó tanta atención? Estas son algunas de las reflexiones del autor de La Chusma Inconsciente (2021) y En vez del optimismo: Crisis de representación en el Chile actual (2017).

Normalidad versus realidad

Luna parte armando un cuadro donde se ha intentado instalar un relato de normalidad, como si la crisis ya hubiera pasado, pero que constantemente choca con la realidad política y social chilena. Esto lo grafica señalando que “en un Chile normal, por ejemplo, los experimentados ministros del Socialismo Democrático no hubieran calculado tan mal el voto de la reforma tributaria”.

En ese contexto, manifiesta que la oposición ha mantenido la postura de que los líderes del gobierno pidan perdón por “sus excesos del pasado. Ante un gobierno políticamente muy débil, que en muy poco tiempo ha sincerado sus profundas limitaciones y se ha abierto a posibilidades que parecían inimaginables hace un año, el reclamo más reiterado de la oposición es que persista en profundizar su humillación”.

Luna reconoce que “me abruma, en definitiva, creer estar viendo un choque de trenes en cámara lenta, mientras escucho y leo sobre la excepcionalidad de Chile y su institucionalidad”, como ocurrió en un programa de Radio Duna, donde “el nivel de complacencia y auto-felicitación por el nuevo proceso recién abierto hace pie en la virtud republicana y en su contraposición con el carnaval de la constituyente anterior”.

“Por momentos parecen no darse cuenta de que en esa lectura del momento actual, la relación entre lo virtuoso y lo deleznable está fuertemente anclada en marcadores de clase: las corbatas, la elegancia, lo republicano, los apellidos, los vínculos personales y las trayectorias profesionales compartidas entre algún panelista del programa y algún experto”, cuestiona.

El retorno de “los dueños del oasis”

Para el politólogo, esa es la forma cómo “los dueños del oasis han vuelto por sus fueros luego de una breve pero sufrida travesía por el desierto. La apuesta es a una solución institucional fuertemente constreñida por un grueso perímetro, que ojalá logre contentar a los bárbaros y dejarlos tranquilos, donde pertenecen (extramuros, en el desierto). Y ojalá, de paso, aprendan la lección y valoren los méritos de la aquiescencia y la delegación del poder”.

A su juicio, “la secuencia entre períodos dirigidos por elites virtuosas y republicanas, instancias violentas y abruptas de movilización social, y contragolpes conservadores que ponen a los movilizados de vuelta en «su lugar» es un clásico chileno (y también latinoamericano)”.

“Representa una tensión sin aparente solución entre períodos (autoritarios, pero también democráticos) en que nada puede cambiarse y breves momentos de desborde institucional en que la esperanza por un modus vivendi diferente se da de frente con el poder de las estructuras y se derrumba presa de sus debilidades y contradicciones internas. Tras cada golpe toca constatar el peso de lo estructural e internalizar la enseñanza: (ningún) otro Chile es posible”, explica.

La tesis de Luna entonces es que “el problema de Chile no es la frustración sistemática de quienes han impulsado el desborde institucional, buscando propiciar cambios estructurales drásticos, muchas veces por vías violentas. El problema de Chile radica en la imposibilidad de institucionalizar en el tiempo procesos moderados de cambio y transformación social que logren al mismo tiempo incorporar y vertebrar políticamente a los sectores populares, sin necesariamente destituir completamente a los poderosos de siempre”.

El riesgo de los populistas

En ese contexto, el académico aborda el riesgo que se abre con la irrupción del populismo. “Si los sectores medios y populares (ahora obligados a votar) estuvieran más políticamente incorporados, el temido líder populista tendría menos espacio para crecer. Ahí está el déficit fundamental de la democracia chilena, en el vacío que genera la incapacidad de incorporar políticamente, como iguales, a los de abajo”, plantea.

Para Luna, “la razonable frustración de ese abajo, su preocupación por el orden perdido, su individualismo, su apoliticismo, su ethos anti-institucional, su propensión al consumo, su orgullo por haber logrado surgir a pesar de las estructuras que le juegan en contra, le penan especialmente a quienes dicen querer representarlo, sin haber intentado habilitarlo como actor político tras más de una década de movilización social desde arriba”.

Asimismo, el politólogo también acusa el surgimiento de “populistas de centro”, aunque sin la relevancia que aspiran a tener. Ese sector político lo define paradójicamente por su “discurso anti-populista, radicales de la moderación y la mesura contra la polarización y la falta de amor por Chile (‘su’ Chile)”.

“No obstante, el centro que buscan ocupar está vacío. O más crudamente, a nadie fuera de su círculo social (que es también el de los medios que le dan proporcionalmente mucha más voz que las firmas que han logrado juntar) le importa mucho ese centro. Ese centro, esas formas, en lugar de moderación, lo que connotan es privilegio”, añade.

Los «de abajo» y su eterna espera

En su cierre, Luna describe “el abajo” como un sector que está “atomizado”, y que “desconfía de todo lo que se mueve”.

“Políticamente, el abajo sigue tan desarticulado como siempre, aunque en cada elección vote sin coordinación, destituyendo al culpable de turno. Ese abajo vive la soledad de quien sabe que se salva o se hunde solo, a lo más con su familia. No distingue mucho entre las corrientes ideológicas, las instituciones y las actorías de un sistema que sigue percibiendo como sordo e injusto, sin importar quien esté intentando gobernarlo en un momento dado”.

“Lo que funciona en el abajo, aunque más no sea por defecto, no tiene mucho que ver con la política ni con lo institucional. Por eso asistimos al desborde social de una institucionalidad que allá abajo no funciona. Ese desborde social tiene múltiples expresiones, muchas de ellas contradictorias. Desde la protesta violenta, ‘porque si no, no pasa nada’, a la ilegalidad como vehículo de movilidad social y Estado de Bienestar subrogante, desde el estoicismo de una resistencia retraída tras varias capas de reja en la soledad del núcleo familiar, a la búsqueda de sentido en nuevas expresiones religiosas o en el creciente sentimiento anti-inmigrante”, agrega.

Luna concluye que “el nuevo proceso constituyente seguramente diseñe una institucionalidad prolija, que tal vez logre corregir los déficits de la actual. Pero esa institucionalidad nace hoy vacía de legitimidad social”.

“Con mucho viento a favor y bastante tiempo, podrá, eventualmente, irse legitimando en función de sus resultados. Ojalá así resulte. No obstante, al igual que las reacciones conservadoras clásicas, nacerá como consecuencia de la desincorporación y el disciplinamiento del abajo. Lo hará además en un contexto nacional, local y global en que la institucionalidad estatal y la democracia liberal enfrentan enormes desafíos. Desde esa perspectiva, me resulta ya imposible plegarme en silencio a una mirada complaciente. Aunque aparentemente avasallante, esa mirada me parece propia de quien sigue en el desierto pero alucina con el oasis perdido”, cierra.

Algunas reacciones a la columna

Entre quienes reaccionaron a la columna están los integrantes de la Comisión Experta, Flavio Quezada y Domingo Lovera. También el director de Criteria, Cristián Valdivieso, el cientista político Tomás Duval, y la escritora Nona Fernández.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.