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Opinión

Reforma educacional y laboral: partes de un todo

Por: Raúl Roblero Barrios | Publicado: 04.04.2016
Reforma educacional y laboral: partes de un todo reforma laboral y educacional 2 |
¿Qué relación tiene el mundo laboral con el pedagógico y educacional? De total dependencia porque, en el caso pedagógico, la experiencia demuestra que una escuela no logra propósitos de desarrollo de conocimientos, actitudes, valores y habilidades de una manera efectiva en el estudiante que le permitan transformar su realidad, no lo logra si es que la escuela pretende funcionar como una unidad cerrada en sí misma.

¿Qué relación guarda la modificación de esta interrelación con el mundo educacional y pedagógico? Una de total dependencia. Precisemos:

Existen diferencias y similitudes entre el proceso pedagógico y el proceso educacional. Éste es más basto que el primero, está presente durante toda la existencia del ser humano y es fundamental aquí el proceso de experiencia-aprendizaje. Lo primigenio aquí es el rol jugado por la(s) familia(s) – más allá de las formas nos referimos a la célula básica que provee primigeniamente de necesidades biológicas, higiénicas, afectivas y sociales básicas, sea de manera positiva o negativa- que luego es compartido, o en algunos casos asumido –donde tenemos el gran problema-, por la escuela; finalmente, hacia la etapa adulta la etapa educacional es asumida completamente por el propio sujeto –claramente la incidencia en el proceso de aprendizaje de la familia, del docente, de sus pares y de él mismo, está presente en todo el tramo, pero sin duda hay mayor preponderancia de unas en ciertas “etapas” de la existencia-.

El proceso pedagógico corresponde a uno más acotado. Éste se inserta dentro de la institución educativa, la que se hace cargo meramente, en teoría, del proceso de enseñanza-aprendizaje, propiciando éste, ahora, el desarrollo de conocimientos, habilidades, valores y actitudes. Uno de los problemas de la escuela actual, en Chile, es que no funciona como comunidad educativa, que no se inserta efectivamente en el espacio que ocupa y que no trabaja codo a codo con la(s) familia(s) del estudiante.

Nuestro posicionamiento es que la escuela, el aula, es un espacio de reproducción y producción, donde confluyen tradicionales con nacientes formas de socialización. Es por esto que ejercemos nuestra labor desde una posición que intenta desde aquí disputar la hegemonía a través de lograr una educación política –formación ciudadana en lenguaje social demócrata- del estudiante. No siendo partidismo ni adoctrinamiento, sino una enseñanza crítica que permita al estudiante sentirse trascendente y no evanescente, y que, por lo mismo, comprenda que su accionar tiene consecuencias en sí mismo y en su comunidad, que aprenda que no es el futuro de Chile, que aprenda que es el presente de Chile, que aprenda que el futuro no existe y que “caminante no hay camino/se hace camino al andar”.
La escuela es un espacio de reproducción porque incide en la conservación de las formas actuales de socialización, la escuela es un espacio de producción porque permite el nacimiento de agentes de la sociedad que se está haciendo; es solo desde la dialéctica entre lo viejo y lo “nuevo”, entre Apolo y Dionisio, entre el caos y la forma, desde donde parte la creación

Volvamos a preguntarnos ¿qué relación tiene el mundo laboral con el pedagógico y educacional? De total dependencia. De total dependencia porque, en el caso pedagógico, la experiencia demuestra que una escuela no logra propósitos de desarrollo de conocimientos, actitudes, valores y habilidades de una manera efectiva en el estudiante que le permitan transformar su realidad, no lo logra si es que la escuela pretende funcionar como una unidad cerrada en sí misma.

Obviando las condiciones subjetivas –ideológicas- del apoderado que delega toda responsabilidad en la escuela, preguntémonos ¿es posible hoy que la escuela, como lo propone el proyecto de nueva educación pública, cumpla realmente un papel democrático teniendo en cuenta la relación capital-trabajo imperante en Chile? ¿La familia, como lo señala la Constitución y lo rectifica la Ley de Inclusión, posee las condiciones objetivas para ser el principal motor del proceso educativo? ¿Qué papel cumple realmente la escuela en el Chile actual más allá de los beneplácitos propósitos del curriculum y las últimas leyes aprobadas?

Al poner oído en las últimas movilizaciones y huelgas docentes, escuchamos que el mayor alegato del apoderado es “¿dónde dejo a mi hijo? ¿quién lo cuida?” ¿El colegio es guardería? Claro que sí. Claro que sí porque la interrelación capital-trabajo no permite, en su generalidad, que los colegios logren un equilibrio entre reproducción y producción; claro que sí porque la JEC, a modo de ejemplo, funciona permitiendo, además de una enseñanza enfocada en futuros productores privados de mercancía, la mantención de la actual interrelación capital-trabajo al contener a los hijos de trabajadores que no se pueden hacer cargo de su crianza por las extensas jornadas laborales y los bajos sueldos que deben acrecentar con más de un trabajo –la generalidad de Chile-.

Consideramos que las reformas pedagógicas aprobadas y las venideras nos dejan en buen pie al respecto –no satisfechos, pero sí con un paso adelante- ya que permiten sembrar semillas a contracorriente del paradigma educacional neoliberal, pero también he aquí el gran problema: son reformas pedagógicas. Si seguimos insistiendo en la idea de que la educación se realiza únicamente en la escuela las reformas no serán más que ornamentos. Si no dimensionamos la real incidencia que tiene, hoy, una reforma laboral y un cambio de la interrelación capital-trabajo para los procesos socializadores, seguiremos dando la hora en el tema educacional. Porque el apelativo de  profesores, estudiantes y trabajadores es una categorización que esconde hacia donde debemos pertrechar los cambios: el ser humano. Más allá de una reforma laboral para los trabajadores y una reforma educacional para profesores y estudiantes, necesitamos repensar aquellas en su verdadero sentido ontológico, debemos pensar el real peso de cada una en el proceso de socialización, debemos dejar de pensar en el sujeto individual y enfocarnos en el sujeto particular; seguir un debate parcelado solo nos mantienen en el subdesarrollo. Debemos sostener un debate ontológico, un debate ideológico.

Raúl Roblero Barrios