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Elecciones en España: Podemos-Izquierda Unida, un acuerdo para ganar un país

Por: Víctor Alonso Rocafort | Publicado: 15.05.2016
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El pasado 9 de mayo Izquierda Unida y Podemos alcanzaron un preacuerdo para ir en coalición de cara a las próximas elecciones generales en España. Este jueves 12 de mayo las bases de ambas formaciones lo han ratificado. Las elecciones se celebrarán el 26 de junio, tras unos meses de infructuosas negociaciones en los que no ha sido posible formar gobierno.

El pasado 9 de mayo Izquierda Unida y Podemos alcanzaron un preacuerdo para ir en coalición de cara a las próximas elecciones generales en España. Este jueves 12 de mayo las bases de ambas formaciones lo han ratificado. Las elecciones se celebrarán el 26 de junio, tras unos meses de infructuosas negociaciones en los que no ha sido posible formar gobierno.

Con la pérdida de la mayoría absoluta el pasado 20 de diciembre, el Partido Popular (PP) certificó que no podía sumar lo suficiente con la nueva derecha de Ciudadanos (Cs), pues los números no les daban y nadie más en la Cámara estaba dispuesto a apoyarles. Por su parte el Partido Socialista no fue capaz de alcanzar pactos por la izquierda y prefirió fiarlo todo a un acuerdo con Ciudadanos, a todas luces no solo insuficiente para gobernar sino inasumible para grupos como Izquierda Unida y Podemos. Las políticas fiscales y laborales pactadas entre PSOE y Cs estaba claro que provocarían el rechazo automático de la izquierda.

En este escenario es cuando empezó a vislumbrarse la posibilidad de que Izquierda Unida, Podemos y las coaliciones electorales que sí habían podido conformarse entre ellos y otros partidos en Galicia, Cataluña y Valencia, fueran juntos a las siguientes elecciones.

El sistema electoral español, que pivota sobre pequeñas circunscripciones y la fórmula d´Hondt, ha sido objeto de protestas cada vez más intensas por una falta de proporcionalidad que perjudica gravemente a los partidos medianos y pequeños. Baste como ejemplo lo que sucedió en las elecciones del 20 de diciembre, cuando cerca de un millón de personas votó a Izquierda Unida y sin embargo solo se obtuvieron 2 escaños. Yendo juntos, tan solo manteniendo el resultado del 20D, Izquierda Unida y Podemos ya multiplicarían su representación. Las últimas encuestas señalan que esta unión se estaría acercando al PP, convirtiéndose en la segunda fuerza del país y con capacidad de gobernar si posteriormente se lograra el apoyo del PSOE.

Pero la coalición tiene más sentido que la simple utilidad aritmética. Cinco años después del inicio del movimiento de los indignados aquel 15 de mayo de 2011, ambas formaciones se sienten herederas de la protesta. Lo que entonces se pudo unir en las plazas, en los dos últimos años parecía sin embargo que iba a desembocar en enfrentamientos y competiciones electorales cada vez más agrias entre actores políticos que además, en gran parte, proceden del molde común de IU. En un país como España, en cuya Guerra Civil (1936-39) la desunión de las izquierdas se ha leído a menudo como causa directa del triunfo de la dictadura militar de Francisco Franco, muchos no estábamos dispuestos a entregar así también el siglo XXI.

Las grandes ciudades españolas, Madrid, Barcelona, Valencia o Zaragoza, ya están bajo gobiernos municipales en coaliciones de este tipo. Los cambios por tanto ya han comenzado, pero los límites a los que se enfrentan estos ayuntamientos cuando el nivel regional y sobre todo el estatal queda en otras manos, es evidente. Al mismo tiempo, se es muy consciente de que para las transformaciones que se apuntan se precisa también de una unidad popular más allá de lo electoral que impulse y apoye cada avance. El cambio de carácter de un régimen al que muchos ya definimos como oligárquico, la democratización del ethos dominante, sus concepciones de justicia, es otro aspecto necesario y a tener claro si queremos alumbrar otra época.

En la actualidad española aún dominan los grandes temas de la grave crisis económica y política de los últimos años. Las altas cifras de desempleo, el creciente porcentaje de trabajadores pobres y precarios, la corrupción endémica de la derecha, la necesidad de transición energética de cara a frenar el cambio climático, los desahucios, la pobreza energética, la ley mordaza contra las libertades, una ley educativa denostada por todo el arco parlamentario, las amenazas constantes sobre el sistema público de salud, tantos y tantos asuntos urgentes que siguen deprimiendo las expectativas de la ciudadanía, han de darse la vuelta cuanto antes. Para esto surge esta coalición y para esto se va a ganar.

Compartiendo estos grandes objetivos comunes, IU y Podemos siguen siendo en cualquier caso proyectos distintos, con filosofías, ideologías y actitudes hacia la política diferentes.

IU en la actualidad está inmersa en un proyecto de renovación encabezado por Alberto Garzón, un joven militante del Partido Comunista surgido políticamente en las plazas del 15M que hoy es muy valorado en los sondeos. La democracia radical que fue seña de aquel movimiento empieza a empapar ya a la formación, que pretende centrar su acción política en los conflictos laborales y sociales para desde ahí conformar su trabajo en las instituciones. Es lo que también marca su colaboración con otros pequeños partidos y figuras independientes junto a los que ya concurrió el pasado 20D bajo la agrupación de Unidad Popular (UP). Desde una concepción de la política basada en el diálogo y el respeto a los valores de una izquierda conectada al tiempo actual, IU-UP mantiene que la reflexión ética ha de guiar cada paso político, defendiendo una transformación política y económica que apuesta por otro modelo de Estado, republicano y federal, así como por medidas como la devolución al sector público de los sectores estratégicos privatizados en la década de los noventa, con especial atención al energético.

Podemos por su parte afronta una reconfiguración interna que seguramente tomará forma tras las elecciones. Tras su Congreso fundacional de 2014, donde primó la idea de convertirse en máquina de guerra electoral, y tras conseguir junto a las coaliciones regionales más de 5 millones de votos, varias voces del partido apelan a una vuelta a los orígenes participativos del proyecto. Cruzado por corrientes que van desde el anticapitalismo hasta la transversalidad que representa su número 2, Íñigo Errejón, con otro sector cada vez más importante en torno al liderazgo de Pablo Iglesias, el partido bulle en debates teóricos y aparca por el momento discusiones que les puedan alejar de votantes más centristas como los referidos a la República, la OTAN o las nacionalizaciones.

El acuerdo entre ambas formaciones comprende un programa mínimo común de 50 medidas capaces de comenzar a transformar de manera efectiva el país, de frenar y revertir la actual deriva de empobrecimiento y falta de libertades. Esto no es óbice sin embargo para que cada cual por separado mantenga un programa propio y pueda defender en el Congreso, de forma independiente, todo aquello que no entre en contradicción directa con estos puntos. De esta manera la voz directa de IU en los asuntos arriba mencionados se oirá de forma determinante, con más fuerza si cabe a juzgar por las proyecciones electorales.

El acuerdo también especifica que ambas formaciones aparecerán en el logo de la papeleta electoral, que tendrán campañas diferenciadas además de actos conjuntos y que, una vez en el Parlamento, formarán un grupo federal con visibilidad propia para cada cual. El asunto más delicado de la negociación estuvo en la conformación de las listas electorales. Los últimos sondeos mostraban una IU al alza y un Podemos a la baja, pero separadas todavía por algo más de 6 puntos porcentuales a favor del segundo. En este contexto, IU logra en el acuerdo entre 8 y 12 puestos de posible salida, más unos 5 que estarían insertos en las coaliciones regionales. Garzón acepta el número 5 por Madrid, ante la petición de Podemos, como muestra de generosidad a la hora de alcanzar un acuerdo con el que ganar el país. Y Podemos a su vez ofrece a IU un pacto no basado tanto en los escaños del 20D como en el número de votos de entonces, con especial sensibilidad a las actuales proyecciones.

A partir de ahora, frente a la competitividad dominante en las empresas capitalistas y los partidos tradicionales, la palabra cooperación es la que parece empezar a primar como ejemplo de una nueva etapa.

El día de la presentación los miembros de los equipos de IU y Podemos, muchos de ellos viejos conocidos que venían de compartir organizaciones en el pasado, confraternizaron en un prometedor ambiente de cara a una campaña que se prevé histórica. La primavera va a hacer posible que los actos al aire libre en las plazas se multipliquen, se prevé un apoyo importante del mundo de la música y de la cultura, así como un desborde ciudadano que pueda llevar en volandas a la coalición hasta el poder.

Sin el lastre de una Democracia Cristiana capaz de frenar cada iniciativa, por tímida que sea, sin un Partido Socialista más conservador que progresista, los protagonistas de 2011 han logrado fraguar una coalición capaz de transformar de manera efectiva el país alejados de los dogmas neoliberales. Parecía imposible, como seguramente pensará para su país quien lea esto desde Chile, pero finalmente ahí está.

Con el referente de la lucha chilena por la unidad popular muy presente en España, esperamos que esto dé fuerza allí a los amigos y amigas de la izquierda que también en 2011 dijeron basta y que actualmente afrontan un tiempo político crucial, con asuntos que están generando sensaciones agridulces como el actual proceso constituyente o la reforma educativa, y con apenas año y medio para organizarse más allá de la vieja mayoría de cara a las próximas elecciones.

Como empezamos a comprobar por aquí, se puede aspirar a ganar yendo juntos, con un programa de mínimos pero capaz de plantar cara a la oligarquía y al neoliberalismo, capaz de sembrar una ilusión real en construir colectivamente, esta vez sí, una democracia de verdad.

Víctor Alonso Rocafort