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Opinión

El camino a la autonomía de la Nación Mapuche

Por: Diego Ancalao | Publicado: 19.05.2016
El camino a la autonomía de la Nación Mapuche mapuche |
La única forma de honrar a nuestros antepasados, su lucha y su memoria, es que firmemente acordemos hacer realidad el sueño libertario de nuestra nación. Que acordemos pagar nuestra deuda con aquellos que murieron, entregándonos el legado de la vida, nuestro presente y el futuro posible.

La única forma de honrar a nuestros antepasados, su lucha y su memoria, es que firmemente acordemos hacer realidad el sueño libertario de nuestra nación. Que acordemos pagar nuestra deuda con aquellos que murieron, entregándonos el legado de la vida, nuestro presente y el futuro posible.

Escucho a los espíritus de nuestros antepasados. Las muertes no pueden ser en vano, siendo la defensa de nuestra historia, la única herencia milenaria que debemos mantener en alto. Son los mismos antepasados que nos interpelan, diciendo a todos nosotros, ricos o pobres, cristianos o ateos, de derecha o izquierda, que debemos dar la lucha, que la tarea pendiente es de nosotros los vivos.

No es justo que al mapuche después de haber ganado la libertad en el año 1641 (Tratado de Quilín), hoy se le restrinja el derecho a decidir su destino como pueblo-nación. La política separatista, basada en la segregación, es el arma moderna destinada a abolir el conflicto social y conseguir la dominación del pueblo.

No queremos que el poder de decisión, recaiga sobre los mismos que nos han pretendido dominar durante décadas. La posibilidad de construir y ejercer la política debe ser devuelta a nuestro pueblo. Nos cansamos de esperar. Nos revelamos por que nos niegan lo que nos corresponde por Derecho Natural.

Llegó el día en que debemos demostrar que nuestra fuerza y fe es más grande que nuestro adversario. Nadie nos detendrá. Alcanzaremos el sueño de libertad, uniendo nuestra fuerza, la misma que iluminará toda la oscura noche de sufrimiento de nuestro pueblo. No pararemos hasta pagar la deuda histórica que tenemos con aquellos que dieron la vida por nosotros.

Estamos en un momento de la historia donde morimos por separado o sobre-vivimos unidos como nación, y esta unión debe ubicar el deber político del pueblo Mapuche por sobre los intereses personales y mezquinos.

Ser Mapuche no es un privilegio nuestro, es un bien para nuestro pueblo, es una responsabilidad histórica y moral. Debemos estar dispuestos a construir la Nación Mapuche que nos corresponde. Debemos ser capaces de heredar a nuestros hijos un pueblo mejor que el que tenemos hoy.

Sabemos que no será fácil, pero hay que hacerlo. La historia de la humanidad está llena de dificultades y traiciones, y el pueblo Mapuche no es la excepción: Basta con recordar la traición de Andresillo al gran Caupolican, y la traición de un picunche al primer libertador de América, Leftraro.

Jamás el miedo puede apartarnos del deber, juntos debemos tomar la bandera de la hermandad o nunca podremos levantar la bandera de la libertad. El pueblo mapuche que viene no se merece nuestro fracaso y nuestra cobardía. Hay que hacerlo a pesar de las dificultades, de los enemigos externos o internos, hay que perdonar a nuestros propios hermanos que a veces nos critican más que los propias huincas. El deber superior de nuestro pueblo está por sobre las diferencias personales.

La política separatista utilizada por el capitalismo es histórica y la práctica del poder apunta a mantener una ciudadanía atomizada, no dialogante, encerrada en el individualismo frenético. Allí nunca habrá espacio para el sueño común, para el proyecto ciudadano legítimo. La cohesión de fuerzas y saberes se criminaliza, pues efectivamente resulta una amenaza para el orden impuesto.

La imagen comunicacional de los mapuches divididos, incapaces de constituirse como sujeto colectivo, son argumentos económicos/comunicacionales para deslegitimar la memoria, la historia, la lucha y los propios objetivos de nuestro pueblo. Eso lo dice menos del 1% del país, los que tienen el país polarizado y a la ciudadanía segregada.

Lo dicen aquellos que han manejado la democracia chilena, empujándola a una crisis de credibilidad, donde las instituciones (partidistas y no partidistas) están en un abismo del que sólo podrán salir generando cambios rotundos: los exigidos por una ciudadanía diversa y disconforme.

Nosotros somos 1.7 millones de indígenas en Chile, el 10% que exige y que lucha. Nunca un mapuche se arrodillará ante una minoría política que no nos conoce y que indudablemente no nos representa, ni valida nuestra historia.

Ese pequeño grupo de políticos afirma y apuesta a nuestra división interna, a nuestra escasa participación. Llegó el momento de tener la audacia de unirnos para hacer realidad nuestro sueño de Nación, donde nadie nunca más tenga menos de 3 comidas al día, donde de una vez por todas tengamos una educación digna de acuerdo a nuestra cultura, para fortalecer la identidad de nuestros niños y niñas, recuperar el territorio ancestral que reconoce el Tratado de Trapihue de 1825. Sólo así podremos alcanzar nuestra dignidad, igualdad y libertad, deber histórico y moral, para todo nuestro wallmapu.

Me niego a aceptar las palabras de esos dueños de esclavos y de mapuches domesticados, que dicen que somos incapaces de influir en el curso de los acontecimientos de la historia, yo les digo que siempre la historia la han hecho aquellos que con una fe inquebrantable han de hacer de la justicia una realidad. Hoy nosotros tenemos esa fe que nos ha puesto en marcha.

Me niego a aceptar la desesperanza como la respuesta final a la ambigüedad de la historia, me niego a perder la fe en nuestro pueblo y en nuestros hermanos, pues con esta misma fe seremos capaces de luchar juntos hasta lograr el supremo objetivo para el que nacimos. Con nuestra voluntad inquebrantable lograremos romper la opresión hacia nuestro pueblo, seremos capaces de lograr nuestra autonomía.

“…muchas cosechas quedaron en el campo sin que hubiera nadie para recogerlas, y muchos murieron de hambre y de enfermedades nuevas que los winkas traían en grandes botijas, y muchísimos mapuche fueron llevados a morir en los lavaderos de oro, y Lautaron había caído, y a Galvarino le cortaron las manos, pero de la memoria de los mapuche no se había borrado el recuerdo de los valientes, y así fue, y otra vez hoy la tierra se levanta”, Toki Pelantaro de Purén en el triunfo de Curalaba año 1698. Y así es, hoy la tierra nuevamente se levanta.

Ese sueño se alcanzará, porque nuestros antepasados han vuelto en nosotros.

 

Diego Ancalao