Avisos Legales
Opinión

Roxana Pey (o el coraje de la verdad)

Por: Gonzalo Díaz y Rodrigo Karmy | Publicado: 29.07.2016
Roxana Pey (o el coraje de la verdad) |
A Roxana Pey se la ha castigado por expresar su crítica públicamente, se la ha condenado por ejercer su derecho como ciudadana, se la ha expulsado por dar lugar a su parrhesía y defender no sólo a la Universidad estatal de Aysén, sino a todas las Universidades públicas del país que, por cierto, no serán sometidas a una Reforma, sino a una verdadera Contra-reforma que favorecerá exclusivamente los intereses el capitalismo financiero del “mercado de la educación”.

Cuando uno piensa que las cosas no podrían ir peor en la dirección que ha tomado la gubernamentalidad neoliberal de segunda generación del gobierno de la Nueva Mayoría, las cosas se ponen efectivamente peores: desde los tiempos de la dictadura que no se castigaba o censuraba a un titular del rectorado universitario por hacer pública una crítica a la política ministerial del gobierno. A la rectora de la naciente Universidad Estatal de Aysén, doctora Roxana Pey, se le ha pedido la renuncia desde el Ministerio de Educación dirigido por Adriana Delpiano, y la razón, hasta donde se ha podido saber, es un conjunto de opiniones desarrolladas en un medio de prensa de la región austral, donde la rectora declara públicamente sus críticas al proyecto de reforma de la educación superior y, en particular, a la proyección del crédito con aval del Estado que ésta reforma implica.

En sus últimos cursos, el filósofo Michel Foucault, recordando ciertas formaciones discursivas del mundo grecolatino, apuntaba en este sentido a la parrhesía, esto es, al coraje de “decir la verdad”, la actitud de expresar la palabra contra el poderoso que en la época moderna, Kant ofrecerá bajo la fórmula: “el uso público de la razón” a partir de la cual se concebirá la ilustración. “Decir la verdad” conlleva un peligro constitutivo. Pero el parrhesiasta (sea como sabio, filósofo o profeta) asume dicho peligro y se la juega para que dicha palabra sea escuchada. En este caso Roxana Pey está siendo castigada por el coraje con el que ha “dicho la verdad”, por su “uso público de su razón”, criticando con fuerza e inteligencia, la orientación neoliberal del proyecto de reforma, al hilo de una defensa de una universidad estatal y pública, gratuita, financiada basalmente por el Estado e irreductible a las lógicas mercantiles.

Con el castigo a su parrhesía -mediante una declaración pública del Ministerio de Educación que se ahorra dar razones, más parecida a un «bando» militar- ha quedado nuevamente de manifiesto, en la práctica, la violación del principio de «autonomía universitaria», pero sobre todo, ha quedado al desnudo que todo el proceso de “Reforma” no es más que la consolidación de un proyecto ideológico de claro cariz neoliberal. Asimismo, no se castiga a cualquier “rector” (todo el CUECH está a favor de los puntos que la rectora Pey ha defendido), sino a aquella primera “mujer rectora” que ha ejercido su voz en la defensa de la educación pública.

Así, el gobierno, en vez de preocuparse de potenciar la educación pública, orienta sus políticas a satisfacer a las grandes corporaciones financieras de la educación superior abasteciendo, de este modo, la colonización corporativo-financiera de la universidad actual. Por eso, no se trata de erigir la “autonomía” universitaria como un principio formal, sino como un principio por el cual siempre hay que luchar. En efecto, desde el 11 de septiembre de 1973 la mentada “autonomía universitaria” se halla entredicho. Primero, respecto de la intervención militar, después por la “colonización” empresarial. No sólo debemos esgrimir la autonomía respecto de la intervención directa del gobierno de turno, sino también, respecto de las propias lógicas neoliberales que hacen imposible cualquier posibilidad de educación pública. En este punto, la rectora Pey siempre defendió el carácter irreductible de los procesos educativos respecto de las lógicas del mercado. En este sentido, su voz adquiere un carácter abiertamente intempestivo: como todo parrhesiasta, su palabra no coincide ni con su espacio (su país) ni tampoco con su tiempo (su época). Por eso su palabra remueve, disloca, tensiona lo que los próceres del orden quisieran dejar intacto.

Ahora bien, en contra de lo que ha esgrimido el MINEDUC, una medida como ésta no se puede fundamentar sólo en razones “jurídicas”. De hecho, hace ya mucho tiempo que, en nuestro país, dichas razones no hacen más que justificar el saqueo neoliberal de los poderosos. La “legalidad” chilena, fundada en la aún vigente Constitución de 1980, se halla completamente vacía de “legitimidad” y la reciente –y escandalosa- petición de renuncia a la rectora Pey por parte del Mineduc, así lo muestra. De lo que se trata es de una discusión de principios no de normas, de un asunto estrictamente político, no de un problema de simple cariz técnico-procedimental. La “legalidad” opera como facticidad neoliberal. La “legitimidad” se halla en las calles. Busca sus lugares, intenta sobrevivir a la catástrofe cotidiana, encuentra sus voceros en cada esquina: gratuidad, y no gradualidad, educación pública y no mercantilización, democratización efectiva y no simulacro transicional.

A Roxana Pey se la ha castigado por expresar su crítica públicamente, se la ha condenado por ejercer su derecho como ciudadana, se la ha expulsado por dar lugar a su parrhesía y defender no sólo a la Universidad estatal de Aysén, sino a todas las Universidades públicas del país que, por cierto, no serán sometidas a una Reforma, sino a una verdadera Contra-reforma que favorecerá exclusivamente los intereses el capitalismo financiero del “mercado de la educación”.

El día jueves 28 de Julio, la rectora dijo: “Yo no voy a renunciar”. En ella, resonaba un eco de la voz de Salvador Allende que, en medio de La Moneda incendiada, aún sobrevivía la oscuridad de los tiempos; pero a la inversa, la decisión del MINEDUC de solicitarle la renuncia, no hacía más que reeditar la inquietante y peligrosa actualidad de la dictadura.

Gonzalo Díaz y Rodrigo Karmy