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Opinión

El No que terminó siendo Sí

Por: Boris González López | Publicado: 11.10.2016
El No que terminó siendo Sí no-bitar |
El valor histórico que se le otorga al 5 de octubre de 1988 parece indesmentible e incuestionable. A pesar de ello, se trata de una gesta que es contradictoria en sí misma: el término del mandato del genocida, pero la consolidación progresiva de un modelo donde el fue y sigue siendo el patrón principal.

Uno de los últimos recuerdos que tengo de mi padre estando feliz, sonriendo y repartiendo abrazos, fue esa noche del 5 de octubre de 1988, cuando la voz desde dentro de la radio IRT anunciaba el resultado de un plebiscito que pondría fin al infierno que representó para miles de personas la tiranía de Augusto Pinochet. Yo tenía 12 años en esa época y todavía ahora me emociona ver a ese hombre, mi progenitor, expresar toda su emoción ante un terror que parecía sin fin. Una historia sin término probable.

De un momento a otro, todo aquello que nos parecía gris adquiría los colores de un arcoíris, como representando un enorme resbalín sobre el cual nos podríamos desplazar con los brazos abiertos, el viento sobre nuestros rostros, dejando atrás precariedades, persecuciones y necesidades a las cuales ya nos habíamos habituado. El canto libertario una vez más llegaba a nuestras plazas, calles y alamedas, animado por la promesa que el pacto político de centroizquierda nos había ofrendado: volver a vivir en democracia y en una sociedad más justa para todos.

Este 5 de octubre de 2016 se festeja una vez más, situándolo en la escala de los grandes hitos políticos e históricos del acontecer reciente de Chile. De allí que todos vuelvan a insistir y confirmar las virtudes y defectos de un proceso que determinaría política y socialmente lo que ha venido después, señalando a la democracia como el valor superior, con sus “prácticas virtuosas” que podemos ejercer todos los libres; decir lo que pensamos, marchar y reclamar, organizarnos por causas específicas, votar, entre muchas otras prácticas y valores defendidos por estos demócratas y ciudadanos.

Sin embargo, esta democracia peca de cinismo, si la evaluamos hoy, en perspectiva. Se trata de un NO que terminó siendo un SÍ, puesto que las bases del sistema impuesto por la dictadura cívico militar, no sólo mantuvo los principios políticos y económicos protegidos a través de la Constitución del 80, sino que también se ocupó por fortalecer un modelo cuya misión central es preservar y replicar los privilegios de algunos, a través de la fuerza de trabajo de otros, la verdadera gran mayoría.

Ese 5 de octubre fue la puerta que se abrió para derechistas a izquierdistas (no veo los límites entre unos y otros), que hicieron de la política y la economía un espacio (el parlamento y las empresas) para que nosotros fuésemos legitimando progresivamente (a través del voto) sus políticas y supuestos. Una democracia vacía. Una democracia que nos miente mientras nos habla.

Y la mejor confirmación a este supuesto que denota el travestismo de un NO que terminó siendo un SÍ lo vivimos a diario. Ejemplos de esa democracia hueca y su “virtuosismo” hablan por sí mismo: Piedad Córdoba es retenida en el Aeropuerto por funcionarios de la PDI que la increpan por involucrarse en la causa mapuche/Entre el 1 de enero de 2005 y el 30 de junio de 2016 murieron 210 niños en centros del Sename y 406 en el sistema ambulatorio de organismos colaboradores de un servicio creado para proteger la infancia y la juventud/El sistema de administración de pensiones asegura pobreza a la mayor parte de la población, menos a quienes “gestionan” estos enormes recursos/Una educación superior que hace todos los esfuerzos por estar entre las más caras del mundo, con episodios vergonzosos como lo ocurrido con los estudiantes y familias de la Universidad del Mar. Podemos continuar con el sistema de salud. O con el mundo del trabajo. Usted podrá crear su propia e interminable lista de ejemplos.

Este planteamiento podría ser considerado por algunos como antidemocrático. De eso se trata. De apuntar con el dedo y marcar. Pero insisto: esto que han llamado democracia ha sido la gran fachada para consolidar el camino inaugurado hace 28 años, en una epopeya que no tuvo ni tendrá un final feliz.

Esta democracia es la casa de los poderosos. Los demás habitamos fuera de esas paredes.

Boris González López