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Opinión

La corrupción es la línea divisoria

Por: Roberto Pizarro H | Publicado: 24.01.2017
La corrupción es la línea divisoria |
Las empresas pesqueras, mineras, forestales, el comercio, la industria de la basura, entre otras, han financiado, directa o indirectamente, a parlamentarios, alcaldes, concejales e incluso candidatos presidenciales, para que leyes, decretos y licitaciones les sean favorables.

La corrupción no se detiene en Chile. Ahora es el Subsecretario de Pesca, Raúl Súnico, dirigente socialista, quien desde la Municipalidad de Talcahuano favoreció a la pesca industrial y, en ese mismo periodo, su esposa emitió 34 boletas para la Asociación de Industriales pesqueros (Asipes). Como suele suceder, las autoridades que lo nombraron no investigaron si el personaje tenía conflicto de intereses. Tuvo que llegar Ciper a denunciar que el subsecretario trabajaba para favorecer a la Asipes, en desmedro de los pescadores artesanales. Se vio obligado a renunciar.

La corrupción en Chile ha tenido una trayectoria lenta pero persistente. Ya no somos un ejemplo de decencia en América Latina. En los primeros años de la Concertación los grupos económicos reclutaron ministros, subsecretarios, superintendentes de entidades reguladoras para incorporarlos a sus directorios, convirtiéndolos en lobistas, garantizando decretos y leyes que aumentaran sus ganancias. Así las cosas, varias autoridades de gobiernos de la Concertación pasaron al sector privado, pagados por las AFP, isapres, bancos, universidades. Se convirtieron en firmes defensores de los pilares del régimen pinochetista y al mismo tiempo conservaron su relación con los gobiernos a los que antes habían servido. Puerta giratoria entre la política y los negocios.

En la actualidad, corruptores y corrompidos han dado un paso adicional. Las empresas pesqueras, mineras, forestales, el comercio, la industria de la basura, entre otras, han financiado, directa o indirectamente, a parlamentarios, alcaldes, concejales e incluso candidatos presidenciales, para que leyes, decretos y licitaciones les sean favorables. En el ámbito pesquero, los más connotados -hoy sometidos a juicio- son Fulvio Rossi e Iván Fuentes por la Concertación y Jaime Orpis y Marta Isasi, por la derecha. Ahora se les agregó el subsecretario de Pesca, Raúl Súnico, según denuncia de Ciper.

El reclutamiento de autoridades gubernamentales para directorios de empresas, el financiamiento de éstas para elecciones, así como las coimas, ponen de manifiesto la captura de la clase política por los grupos económicos. En estas condiciones, la política y el Estado se debilitan y, en vez de servir para compensar las desigualdades propias a los mercados, se convierten en instrumentos de ampliación del poder económico.

Así se ha acrecentado la fuerza de los grupos económicos, con una creciente acumulación que se encuentra en todas las esferas de la sociedad: producción, exportaciones, educación, salud, previsión, banca, seguros, comercio y medios de comunicación. Es el triunfo rotundo de la economía sobre la política y del 1% sobre el 99% de la sociedad.

El 1% ha utilizado la corrupción como herramienta de combate para potenciar sus negocios. En efecto, como la pasión por el dinero se infiltra por todas partes no sólo corrompe a los ambiciosos, sino se ha instalado como una nueva realidad cultural, se naturaliza. Carlos Ominami y ME-O no alcanzan a comprender, o no les importa, la gravedad moral que significa ser financiados por Ponce Lerou. Al senador Rossi y a Súnico, les importa un bledo que Allende haya sostenido “los socialistas pueden meter los pies pero nunca las manos”. Y, el diputado Fuentes, junto su protector Walker, obnubilados por el poder, les parece prescindible la honradez que caracterizaran a Bernardo Leighton y Radomiro Tomic.

Nunca hay que olvidar que la política debe estar regida por la ética, porque su fin es el bien común. El poder no es más que un medio a su servicio y éste se encuentra limitado por la dignidad del ser humano, cuyos derechos esenciales deben respetarse y promoverse. Súnico no lo tuvo presente. Con su comportamiento le hizo un flaco favor al Gobierno de la Presidente Bachelet y, al mismo tiempo, ayudó a aumentar la desconfianza en un sistema político que hace agua por los cuatro costados.

Quienes aceptan los abusos, las desigualdades y la hegemonía del 1% sobre la ciudadanía son precisamente los que no trepidan en recibir dinero de los grupos económicos; los que privilegian el dinero sucio por sobre consideraciones éticas o ideológicas. En cambio, quienes se proponen transformar la sociedad deben ser, al mismo tiempo, implacables defensores de la ética y críticos frente a toda forma de corrupción. Esa es una línea divisoria decisiva entre los que quieren mantener lo existente y los que desean transformarlo.

Roberto Pizarro H