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Hijo de puta

Por: Ricardo Candia Cares | Publicado: 03.03.2017
Hijo de puta camara_diputados |
Desentrañado el hecho trivial de que semejante apelativo, hijo de puta, no tiene que ver con una falta de respeto o suposición malévola acerca de las mujeres que han optado por ganar su sustento con el sudor de su frente y con casi todo el resto de su cuerpo, pasamos a referirnos a lo que nos ocupa.

Los paleontólogos del futuro tendrán bastante en qué ocuparse tratando de clasificar tan extraños y formidables mamíferos: los hijos de puta.

Desentrañado el hecho trivial de que semejante apelativo, hijo de puta, no tiene que ver con una falta de respeto o suposición malévola acerca de las mujeres que han optado por ganar su sustento con el sudor de su frente y con casi todo el resto de su cuerpo, pasamos a referirnos a lo que nos ocupa.

Digamos que un hijo de puta puede descender de personas que casi ni copulan. Menos lo harán por dinero. Por heredades y por cumplir con preceptos de las religiones, quizás. Como medio para ganarse la vida, no.

Asumamos además, que hijos de puta ha habido desde que el mundo es mundo. Pero dejemos a los historiadores la sagacidad necesaria para ver cómo, cuándo, dónde y por qué se han extendido por todo el planeta al extremo de ser especies comunes a todas las culturas.

Lo nuestro, como ejercicio de jueves, tiene un propósito mucho más modesto. Hablamos de los hijos de puta del aquí y del ahora.

Se podrá entender que todo orden tiene los suyos propios. Y los habrá de todas las layas como el censo tenga las suyas.

Consignemos por insulso al hijo de puta piola, que no le hace mal a nadie o a casi nadie, y que necesita de tantas condiciones para desplegar su hijodeputeidad, que en la práctica, pasa sin hacer mucho ruido. Algo así como un hijo de puta inofensivo.

En el otro extremo, el país de los emprendimientos entregara su creación estrella: el hijo de puta aspiracional. Antes se llamaba arribista, pero ese apelativo era tan de común manoseado por resentidos euclidianos, que hasta que perdió su valor ontológico.

Al contrario, el hijo de puta aspiracional solo quiere ser cada vez más hijo de puta y se obnubila cada vez que el avance de la física le permite aumentar exponencialmente su hijodeputez. Su ideal en la vida, y que trasmite con encomiable reiteración a su prole en la mesa del domingo, es llegar a doctorarse como un Hijo de Puta cum laude.

Hijo de puta por definición, tradición y doctrina son los militares: los que usan uniforme, que lo usaron, los que lo usarán y los que les gustaría hacerlo. Hay un cierto rasgo prusiano en el modo de ser hijo de puta milico, un cierto rigor de academia, un cierto paso regular, reiterado, machacón e inútil.

Estos hijos de puta tienen sobradas razones para saberse superiores al resto de la paisanada. Asumen, ab initio, que el solo monopolio de las armas y la fuerza bruta de la que disponen, les concede el derecho a sobarse el perineo con la gallá de civiles, sobre todo en su versión pobre.

Y, como consecuencia, comparten hermandad de pareceres y certidumbres, con otros no menos hijos de  puta de los cuales resulta latoso hacer una descripción, pero que con los cuales logran una coincidencia de hijos de puta cívico/militares, conjunción de términos que ha dejado un reguero de asesinados, desaparecidos y torturados difícil de cuantificar.

Decir empresario, digamos de fortuna grande para arriba, y decir hijo de puta es casi un pleonasmo que el riguroso gramático rechazará. No así el sentido común. No así sus víctimas, que vienen siendo, de los habitantes, casi todos.

Y en la historia, descontados los zamarrones con los que la naturaleza se encarga, un año sí otro no, de hacernos saber que este territorio que cuelga entre mar y montaña, al decir de Zurita,  no es sino una gentileza de su furor, han sido los hijos de puta empresarios coludidos con los hijos de puta milicos los que han prohijado esa rama de hijos de puta políticos, finalmente el brazo operativo de los anteriores, los que más daño han hecho.

Sobre todo esa rama bastarda de hijos de puta que alguna vez cacarearon consignas que luego olvidaron por la intercesión de la traición pura y simple. Así, hoy es común conocer las andanzas de los conversos que alguna vez dijeron que eran pero que en verdad nunca fueron.

Quizás el milagro de la evolución de los hijos de puta ha dado con su producto estrella: esos que ahora fanfarronean en escaños, ministerios y asesorías.

Caigo en cuenta que esta reflexión, que no es otra cosa que una generalización propia de los días jueves, ha sido estimulada por una información de prensa vista de reojo

Se lee que está a punto de morir Agustín Edwards Eastman, alias el Duni.

Si queda alguna duda respecto de lo que es un Hijo de Puta, helo ahí.

Ricardo Candia Cares