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Opinión

La valoración de la mujer para la igualdad en la educación del siglo XXI

Por: Consuelo Cortés Abad | Publicado: 26.03.2017
La valoración de la mujer para la igualdad en la educación del siglo XXI genero |
El proyecto de ley “8M, modificaciones legales desde una perspectiva feminista” presentado el pasado 8 de marzo, cuya iniciativa abarca educación y trabajo, abre la posibilidad de llevar a la práctica la igualdad de género y no quedar en lo meramente normativo.

El paso generacional deja el siglo pasado y avanza paulatinamente con la intención de apoyar e impulsar los derechos de las mujeres, a la vez que incipientemente intenta transformar esta nueva sociedad, cuyas características distan bastante de aquella de años anteriores. Los movimientos feministas marchan en las calles, y nos recuerdan que la labor por la igualdad de género pareciera estar en sus inicios, cuya evidencia anuncia la concreción consecuente de una demanda antigua.

Pese a que Chile es reconocido como el país con mayor desarrollo económico en Latinoamérica, aún la igualdad de género no llega a concretarse efectivamente. Es más, para la mujer se traduce en obstáculo en el mundo laboral; se manifiesta en una deficiente representatividad y participación en política; así como en una ingrata descalificación a la capacidad de liderazgo femenina. Todo esto se exacerba en el irrespetuoso acoso callejero y la desvaloración de ella al estimarla como propiedad en una relación, que en el peor de los casos, termina en el brutal femicidio.

¿Pero por qué ocurre que siendo uno de los países con mayor crecimiento económico en América Latina, la tasa de participación laboral femenina llega apenas a un 48% (INE) en comparación con el resto del  continente que alcanza el 60%? Entendiendo que la educación no solo debe atender a los aspectos cognitivos, la igualdad de género – independiente del sexo con que se nace – exige el desarrollo de valores y principios formativos que apuntan a fortalecer derechos, tanto como las responsabilidades y oportunidades implícitas en las prioridades de cada uno.

Es por ello que para favorecer la igualdad de género urge producir cambios significativos en las generaciones desde que inician la etapa preescolar. Se trata de guiar hacia  una visión igualitaria y crear espacios de respeto mutuo, en los que se evite repetir conductas nocivas que formen parte de lo cotidiano. La entidad educativa constituye el espacio adecuado para corregirlas, ya que si estas conductas no son reconocidas a tiempo por los educadores, sin duda, pasarán a formar parte de la rutina del individuo y celebradas con jocosidad en un ambiente social complaciente. Vale la pena recordar el incidente del empresario chileno que públicamente regaló, a modo de broma, una muñeca inflable amordazada con un mensaje que decía “para estimular la economía”.

Ciertamente, para lograr la igualdad entre géneros resulta necesario, empoderar a las niñas desde temprana edad, orientándolas a elegir ocupaciones o profesiones que no solamente sean consideradas femeninas, pues estas van acompañadas de menor remuneración y prestigio social.  Además, alentarlas a ser protagonistas del desafío de un sueño propio  sin imponer un rol determinado por su condición de mujer y, en conjunto con una motivación adecuada para el logro del empoderamiento, alcanzarían la autonomía para incorporarse con mayor facilidad al mundo laboral.

En este sentido, el proyecto de ley “8M, modificaciones legales desde una perspectiva feminista” presentado el pasado 8 de marzo, cuya iniciativa abarca educación y trabajo, abre la posibilidad de llevar a la práctica la igualdad de género y no quedar en lo meramente normativo.  Propone como requisito incorporar en la Ley General de Educación, para los futuros pedagogos, recibir cursos de capacitación con perspectiva de género. Así mismo, plantea una educación mixta y una sanción específica por la violencia de género en la Ley 20.536 sobre Violencia Escolar.

Si en el siglo XIX la educación de las mujeres se estimaba como preparación para desempeñar labores “propias de su sexo”, persiguiendo el fortalecimiento moral de la estudiante, en el siglo XX se abren posibilidades educativas tendientes a la adquisición y el desempeño de una ocupación o profesión. Sin embargo, no resulta una ventaja considerable, y por eso urge implementar una educación que acorde a los tiempos, provea el espacio para el desarrollo de un carácter en que las potencialidades y la valoración de la mujer  pueda ser un verdadero y valioso aporte en las distintas áreas de su rol social.

Consuelo Cortés Abad